DE UN RÉGIMEN PARTIDISTA A UNA DEMOCRACIA SOBERANA
En
México, desde la independencia[1] se ha tratado de instaurar
un sistema político según se haya concebido por quienes han estado en el poder.
Con Agustín de Iturbide se trató de imponer una monarquía al estilo de Europa,
no cuajó; después, se intentó poner en vigencia la república ora centralista,
ora federalista, conservadora o liberal. Todos los intentos fallaron
parcialmente. Estos ensayos dejaron sus aportaciones, el mas importante lo fue
la separación del Estado laico del eclesiástico. Porfirio Diaz implantó, dígase
lo que se diga, una dictadura personal y el Partido Revolucionario
Institucional (PRI), impuso una dictadura de partido único de Estado hasta el
2000, y el Partido Acción Nacional (PAN), trató de suceder al PRI en esa
dictadura, previos acuerdos entre ambos, falló y al final ambos partidos
terminaron derrotados en el 2018 y llegó al poder el partido Movimiento de
Regeneración Nacional (MORENA).
Lo
que tienen en común todos los partidos en México, es tener como fin primario y
último acceder al poder como lo que son, meras fracciones, parcialidades de la
sociedad y dominar desde ahí, en detrimento del resto, del todo. La democracia
esta falseada al ser manipulada por los partidos políticos. En consecuencia, no
hacen falta partidos para ver a la democracia florecer sino politizar al pueblo
de la manera mas adecuada en la ciencia política y erradicar, en lo posible,
las ideologías, la retorica excesiva, la demagogia y todo discurso encaminado a
nublar la conciencia colectiva.
Las
ideologías partidistas como conjunto de ideas propias para imponer un régimen
político siempre esconden los defectos o las consecuencias nocivas de poner en
vigencia esa misma ideología. Todos los partidos tienen sus ideologías propias.
A esto súmesele el factor humano siempre en la línea de decantarse por la
corrupción en vez de la ética, la legalidad y la justicia. Esto es un desastre
sin la oportuna intervención de los correctivos adecuados.
La
retórica en política es la disciplina de la construcción de los discursos
persuasivos para convencer a los gobernados, generalmente, en provecho de los
que gobiernan y en detrimento de los ciudadanos. La retórica no trata pues de
la verdad sino de persuadir de ser mejor tal o cual cosa o conjunto de hechos o
actos más allá de la realidad.
La
demagogia es la estrategia para conseguir el poder político, por medio de la retórica,
la desinformación y la propaganda política, apelando a prejuicios, emociones,
miedos, esperanzas y lo que se llama el clientelismo político a través de los
programas gubernamentales a determinados sectores de la población que, terminan
votando por el gobierno en turno en perjuicio del Estado.
Si
tenemos la base fundamental de los partidos que tienden a gobernar en beneficio
propio y de un sector de la población imponiendo su ideología, su retórica, su
demagogia en franco perjuicio del todo, es decir, del resto de los partidos, de
los gobernados y en primer y última instancia del Estado, el problema es
evidente, esa política es perjudicial.
Ahora
bien, este mal de gobernar en detrimento de las mayorías no tiene su solución
en la llamada “División de poderes”, que pretende limitar las facultades
constitucionales ostentadas y ejercidas por cada uno de los órganos; judicial,
ejecutivo y legislativo. La solución es simple. Cada uno de los órganos en
ejercicio de la soberanía popular plasmada en la Constitución General, en
automático se opone a los dos restantes para equilibrar los abusos del poder. A
esto, los políticos mexicanos le llaman pomposamente “Pesos y contrapesos”.
Esta es la ideología del viejo régimen que sigue en vigencia, por desgracia.
Esta
teoría de la “División de Poderes”, fue el perfecto camuflaje para simular la
democracia. La realidad era que, al tener un sistema Presidencialista, los
órganos legislativos y judicial estaban bajo las órdenes del presidente de la república
y esto, tiene sus resabios pues se replica en los estados integrantes de la
Federación, donde cada gobernador es quien tiene bajo su mando a los órganos
legislativo y judicial. Esto es totalmente contrario a la democracia pues el
órgano ejecutivo se abroga para si el poder unitario y total sin importar los
gobernados. Es, en suma, el fracaso total de la “División de Poderes”, y de la
democracia.
En
este contexto, son las cúpulas de los partidos políticos que gobiernan los
verdaderamente beneficiados en franco perjuicio de los demás partidos, de la
población y del Estado. Se debe buscar una solución a todo esto. Si bien no se
pueden solucionar todos los problemas emanados de tan perverso régimen, si es
posible limitar lo suficiente el ejercicio del poder político, de tal manera,
de no soportar con tan pesada carga y poner los bienes y servicios públicos al
alcance de las mayorías.
La
respuesta al problema de la corrupción de la democracia es el ejercicio
soberano por parte de su titular, el pueblo. Esto ya sucedió de manera
inesperada el 1 de julio de 2018. La voluntad de los votantes terminó con todo
un régimen político hasta entonces indestructible. Ahora bien, sucedió como
efecto de múltiples factores internos y, externos del Estado mexicano y como
una singularidad. En efecto, este fenómeno no fue el resultado de una
planeación consciente, metódica y menos jurídica. Fue la manifestación moral
antes que electoral y legal de los votantes con efectos políticos al terminar
con el viejo régimen dictatorial.
Entonces,
si el pueblo soberano, en ejercicio de la soberanía es el remedio de los excesos
en el ejercicio del poder de todos los funcionarios públicos, iniciando con el
presidente de la república abarcando hasta el mas modesto de los funcionarios,
se debe instaurar una figura jurídica que permita este ejercicio en
determinados momentos sin la intervención negativa de cualquier funcionario
público, sea este quien sea.
Se
trata pues, de que, el pueblo tome el control del sistema político y no como
hasta ahora, depender casi en exclusiva de los partidos políticos. La
proliferación de los institutos políticos es un síntoma de la idea clara contenida
en las cúpulas de los mismos, de ser el ejercicio del poder la única
oportunidad de oro para obtener dinero, bienes, contratos y todos los
beneficios a través de la corrupción. Eso se debe limitar hasta donde sea
posible.
En
suma, la sociedad civil debe tener el control del sistema político en su de su
poder soberano para evitar en la medida de lo posible, la dependencia exclusiva
de los partidos en la vida política. La res pública (cosa pública), la república debe estar sujeta a la soberanía popular en
primera y ultima instancia. Mientras sean los partidos los que, controlen de
manera casi total, el poder público, nunca se alcanzará una verdadera
democracia y en consecuencia, no habrá un bienestar general.