El
Presidencialismo, fue el sistema político creado por el Partido Revolucionario
Institucional, por medio del cual se impuso la “Dictadura del partido único de
Estado”. El presidente en turno era el mandamás. Ponía Ministros de la suprema
corte de Justicia (Otro de los órganos del Estado), a placer, designaba
senadores y diputados al Congreso de la Unión (el otro de los órganos del
Estado). Es decir, el órgano ejecutivo estaba por encima de los dos restantes órganos.
Por si esto fuera poco, gobernaba el Distrito Federal por medio de un Regente. La
división de poderes existía únicamente en lo formal, en letras, en papel, nunca
en la realidad.
Como
el presidente en turno tenía en sus manos el monopolio del poder político.
Designaba gobernadores, diputados a los Congresos Locales, presidentes
municipales y todos los funcionarios del ámbito federal y local que a su juicio
bueno o malo debía designar. Con la selección y otorgamiento de puestos pagaba
favores políticos y a la vez mantenía satisfechos a los actores políticos. Todo
en una gran familia. Y, como en toda familia, había disputas, descontentos y
peleas pero todo se arreglaba dentro del seno familiar.
Los
tiempos han cambiado. Hoy, el presidente en turno esta arrinconado por sus
propios hechos y actos. Dio muerte al Presidencialismo con sus reformas
estructurales de 2015. Su propia corrupción y, la de sus cómplices le complican
día y noche el continuismo de esta crisis. Todos los días tiene que estar
confabulando con el fin de dejar el poder en quien le convenga. Que el régimen muerto
siga caminando aunque el olor nauseabundo impregne todo lo público y privado.
Para
lograr sus fines, Enrique Peña Nieto por pura necesidad y consecuencia tiene
que pudrir aún más el régimen hasta llevarlo a grados de escándalo
internacional. Ha tullido, disminuido, atrofiado, manchado a todas las
instituciones y dependencias del gobierno. Ni siquiera Porfirio Díaz se atrevió
a tanto. Todo lo que lo rodea se pudre, se cae pero el, no le importa; salvar
el pellejo propio y de sus cómplices, es su fin a cualquier costo. El Estado está
en ruinas y huele a corrupción como nunca.
El
presidente se ha mostrado como el más torpe, ignorante de todos los tiempos con
la única facultad de ser corrupto y cínico a la vez. No creo que supiera lo que
iba a pasar con sus reformas estructurales de 2015, fueron las últimas
puñaladas al agónico régimen político y con ello traslado el poder a las trasnacionales.
Quedó sin el gran poder político y económico de los que gozaron sus antecesores
en los años dorados del PRI.
Es
paradójico que Peña Nieto, entre más privatizaba menoscababa su propio poder y
que, mientras más trata de salvar el trasero más tiene que destruir las
instituciones. El enemigo de la republica gobierna desde Los Pinos. El peligro y
el gran delincuente para México, gobierna con un gabinete que más que eso es un
cartel de delincuentes y criminales que se escudan en el marco jurídico y político.
Del
Presidencialismo que aseguraba por la fuerza la unidad del Estado, la unidad
del pueblo, el control de la economía, el control político, la simulación de la
justicia, el silencio de la corrupción, el ocultamiento de las atrocidades por
parte de las fuerzas públicas solo queda un desesperado presidente totalmente
ido de la realidad que pinta mundos que no cuajan, que se deshacen al menor
contacto con la realidad pero que está dispuesto a ahondar la crisis del estado
mexicano, minando los órganos, socavando las instituciones pudriendo lo público
y lo privado, administrando la violencia y la muerte sin acertar a esclarecer
un solo problema nacional y con la promesa de dejar un desastre nacional que será
difícil de arreglar en veinte años.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario