Porfirio
Díaz, duró como dictador, alrededor de treinta años en el poder político y económico;
eso tuvo como consecuencia el empobrecimiento de la mayoría de la población. Se
daba la apariencia de legalidad, de democracia, de desarrollo, de paz, de buena
vida pero era eso apariencia. La realidad era totalmente diferente.
Contra
esta dictadura el pueblo reaccionó haciendo la revolución de 1910 y en más o
menos seis meses se había terminado la dictadura. Díaz, se embarcó en el
Ypiranga hacia Francia, hacia el pueblo que ayudo a derrotar junto con Benito Juárez,
para no volver a tierra mexicana.
Los
jefes revolucionarios fueron ensayando como imponer una dictadura ya no
personal sino de partido único de Estado. Fundaron el Partido Nacional
Revolucionario (PNR), siguieron ensayando y cambiaron el modelo y crearon el
Partido de la Revolución Mexicana (PRM), no funcionó y crearon al final el
Partido Revolucionario Institucional que logró cuajar e imponer un sistema
totalitario y represor. Era totalitario porque fuera del partido no había forma
de vivir dignamente y represor porque no admitía disidencias. Fue tan bien diseñado para la dictadura de un
partido único de Estado que ha durado casi noventa años, casi tres veces que la
dictadura de Díaz. El atraso, la corrupción, la impunidad, la pobreza extrema y
la simulación de democracia fueron sus sellos indelebles. Con todo, se acabó.
El
Presidencialismo priista se terminó con la privatización de los bienes y servicios
públicos. Desde los años ochenta del siglo pasado se iniciaron las privatización
de lo público y gradualmente, mientras más se privatizada el presidente perdía
el poder sobre la economía y pasaba a las grandes trasnacionales hasta
invertirse los papeles; ahora eran las trasnacionales las que mandaban. Se perdió
la poca soberanía que tenía el Estado mexicano.
En
lo político el presidente también perdía el monopolio. El surgimiento de
partidos políticos de toda índole fue minando el poder político del partido único
de Estado al punto de quedar el PRI, como un partido más entre todos los demás.
Ahora tiene menester de hacer alianzas con otros partidos de su mismo corte. La
“dictadura perfecta” no lo fue tanto y se resquebrajó hasta dar paso a una
incipiente democracia amenazada por el propio PRI y las trasnacionales que
quieren imponer la “Dictadura de partidos”, a través de las coaliciones.
El
liberalismo económico quitó a los vasallos de la tutela de los nobles y así se inició
el Liberalismo. Seres humanos libres para ser explotados por los ricos. El
surgimiento del Comunismo y la implementación del Socialismo Real, en la URSS y
otros Estado nacionales impidieron la hegemonía del Liberalismo económico. Con
la caída de la URSS en 1990-91, se inicia la hegemonía actual del
Neoliberalismo económico que hace mella también en lo político pues impone
leyes fundamentales e impone presidentes, legisladores y jueces.
Para
el triunfo del Neoliberalismo, era menester que el Estado de bienestar que no cumplió
con sus fines pero que tutelaba derechos de obreros, campesinos, la educación gratuita,
la seguridad pública y protegía medianamente el suelo, subsuelo y la
naturaleza, debía morir a como diera lugar. El gobierno de Enrique Peña Nieto, dio
la puntilla al Estado moderno con sus privatizaciones de 2015 y se terminó el
Estado paternalista. Todos los bienes y servicios deberían costar a los
mexicanos.
Con
la privatización de lo público paradójicamente se dio libertad a los
ciudadanos. Los ciudadanos se incorporaron a la vida pública con su libertad aunque
no sabían qué hacer con esa libertad; añoraban los viejos tiempos en que el
Estado mexicano era fuente de forma de vida pero ese Estado ya no existe. Sin
embargo, es esa libertad dada pero no pedida ni querida la que puede sacar a
los ciudadanos de su postración. Claro la libertad requiere responsabilidad,
madurez, consciencia y acción política. Los ciudadanos no deben volver a la
minoridad ante el gobierno ni ante las trasnacionales pues como consumidores
tienen un poder insospechado pero inmenso. Imaginen que los ciudadanos se
organizan para elegir como, cuando y que consumir.
En
este contexto, el régimen priista ya no tiene absolutamente que ofrecer que no
sea la simulación, la corrupción e impunidad. Ese sistema político ya no sirve
y no es capricho su sustitución por otro donde los ciudadanos sean el eje
central de la política y de las decisiones públicas. Ese es el temor de los políticos
y gobernantes que los ciudadanos metan sus narices en la administración, en la política,
en la impartición de justicia; en suma, en todo lo público hasta terminar con
la corrupción construyendo un Estado mexicano nuevo. Y, de ello tienen la voz
los ciudadanos para bien o para mal.
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