El
5 de febrero se conmemora la promulgación de la Constitución Política de los Estados
Unidos Mexicanos; una de las más avanzadas del mundo y lo era en la declaración
de derechos a favor de los ciudadanos con una estructura orgánica muy diferente
a lo que se dice en las palabras. La división de poderes siempre ha sido letra
muerta.
Ahora
bien, durante la vigencia del Estado de bienestar, nunca se logró que los ciudadanos
fueran el centro de la actividad pública y menos de la política, con lo cual se
logró crear una clase política circundada por la corrupción y la impunidad.
Tal
parece que, no logramos superar las tradiciones de festejar los días oficiales
del régimen agonizante que para control social impuso días oficiales de conmemoración
para obtener la legitimación a través de los ritos pomposos. En suma todos los días
oficiales tienen como fin el control del pueblo que se embelesa o acata acríticamente
el calendario anual de festejos.
En
el régimen priista por lo menos tenía un sentido ideológico respecto del pasado
y de la revolución mexicana de 1910. Hoy día, la independencia política y económica
se ha perdido; los derechos laborales se han esfumado, los derechos agrarios
son fantasmas errantes, la educación está en vías de ser privatizada; en
resumen, no existe sentido ya real o ideológico que sostenga el calendario
anual de festejos.
Este
día, no debe ya festejarse porque la actual Carta Magna, es totalmente diferente
a la promulgada el 5 de febrero de 1917, que a lo menos tenía como fin la
independencia económica que se alcanzó a medias con la expropiación petrolera y
eléctrica; la actual tiene como fin la dependencia económica en todos sus
rubros. El actual gobierno estaría feliz con ver ondear en Palacio Nacional, las
diversas banderas de los Estados y trasnacionales a los que ya sometió al
Estado mexicano.
Un
Constitución Política, que ha permitido la corrupción de la clase política y
que es intocable por la impunidad pero que además ha creado a millones de pobres
sin perspectiva de salir de la misma y donde los ciudadanos carecen de los más
elementales derechos humanos y garantías individuales no puede ser festejada.
La
voluntad popular nacional ha sido rota y vivimos en los límites de la anarquía impuesta
por el actual régimen. Seguir festejando el instrumento del empobrecimiento del
pueblo, la entrega de los recursos públicos, la base de la corrupción e
impunidad es el peor de los esclavismos y la inconsciencia más vil que se pueda
ver. Hay que dejar de festejar estos días sin sentido positivo pero que
contienen todos los gérmenes nocivos de la vida pública y privada. Se necesita
un nuevo régimen político, un nuevo Estado libre de toda ideología del actual régimen.
Esto no es fácil pero se debe de iniciar.
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