La
educación en México es un desastre desde hace mucho tiempo. En un sistema
social donde prevalece el deseo de tener éxito que se traduce en tener cosas y
dinero. Cualquier medio es válido con tal de alcanzar el objetivo planteado. El
mejor medio es el de las apariencias. Para todo se debe aparentar. Parecer
antes de ser. De lo general se pasa a lo particular y en concreto, los profesionistas
primero aparentan y después se preocupan y ocupan de saber la materia
particular. Es común oír en las aulas de las universidades que los
profesionales del derecho deben vestirse de tal manera que, impresionen a sus
clientes. La importancia de las apariencias es tal que se ha vuelto un principio
dogmático. Esto podría parecer una circunstancia menor pero no lo es, se ha
multiplicado hasta penetrar en toda la sociedad.
Si
se mira bien en la política se nota inmediatamente que, no importa la realidad sino
el efecto logrado a través de los publicitas para obtener el poder público. Las
apariencias antes que la capacidad para solucionar los problemas públicos. Ya
en el poder se quitan la máscara y usan la fuerza del Estado para acallar
cualquier brote de descontento. La mayoría es pasiva uso se pone del lado del
gobierno opresor. Día tras día lanzan discursos por todos los medios asegurando
que su gobierno va viento en popa y que sus detractores son por puras
malquerencias. Toda la maquina gubernamental trabaja incansablemente para
mantener las apariencias aunque comúnmente comenten crasos errores.
Si
se traslada esto al campo de la práctica del derecho la cosa va en la misma sintonía:
las apariencias son las que imperan. Lo que importa no es el saber del derecho
sino el status social y económico que se puede alcanzar. Esto tiene su explicación.
Por un lado no importa ser sino tener. Es común que, los docentes de las
universidades, en su gran mayoría, nunca han ocurrido a los juzgados para intervenir
como abogados en la tramitación de juicio alguno. La teoría hueca divorciada de
la práctica. Esto es lo que se enseña y se les impone a los estudiantes en las
universidades, en la familia y por toda la sociedad. Un abogado pobre es un
pobre abogado. Por ello, es común que principiantes y abogados pregunten ante de
saber sobre el trabajo cuanto van a ganar.
No
tengo oposición alguna con el llamado buen gusto en el vestir. Sin embargo,
creo que es primordialmente vital el ser como centro de la toda actividad
humana. Sería muy bueno que, se pudiera primero la ciencia del derecho y después
las apariencias. Esto último nos ha salido demasiado caro, al grado de
convertirnos en títeres de voluntades ajenas. Sociedades y ciudadanos obligados
a vivir de las apariencias y aceptar lo legaloide como lo fundamental del marco
jurídico.
La
actual reforma educativa es omisa sobre el verdadero saber. La continua capacitación
de los maestros y los constantes ascensos prometidos tienen como objetivo el éxito
material sin tomar en cuenta el conocimiento profundo. Al conocimiento profundo
no se llega a través de una actividad febril para alcanzar estándares numéricos.
El saber verdadero se logra a través de la praxis entre el conocimiento y su ejecución
con permanentes correcciones. La educación no puede ser tratada como si se
tratara de una empresa de comida rápida. En caso contrario seguiremos teniendo políticos
incapaces de entender y tratar de solucionar los problemas de gobierno y
abogados preocupados de saber cuánto les van a pagar antes de ocuparse de la
ciencia del derecho. Esto extiéndase a todos los trabajos y oficios.
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