Es una locura extrema ocurrir ante un sacerdote
a confesar los pecados cometidos, sabiendo que se le está entregando lo más íntimo
y que sin dudarlo, será usado en contra. Se podrá argumentar en contra el
secreto de confesión pero esto no es obstáculo para que el teólogo grite en la
casa de dios que todos son pecadores y beneficiarse del tesoro acumulado en las
confesiones.
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