Ninguna persona se
vuelve rica materialmente trabajando sola y honradamente. Toda la riqueza es
producida por el pueblo y escamoteada por y para pocos ricos. Todo ello, protegido
por la Carta Magna en los artículos 14 y 16. Inmediatamente se sospecha y se
llega al conocimiento que esto de volver sagrada la propiedad privada y ver con
desdén y hasta asco la vida del pueblo llano es torcer la escala de valores y
poner lo meramente material por encima de la vida. Un sistema jurídico que
permite esto no puede ser más que la suma de la perversidad de los más ambiciosos.
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