Para
los gobernantes, partidos políticos y políticos las elecciones de este siete de
junio del dos mil quince en México, han salido libres de casi todas las
amenazas de boicot, de los narcotraficantes y del abstencionismo. No hay duda
de haber aportado cosas novedosas y positivas:
el pueblo decidió, por varios factores, el cambio de partido en el gobierno de
diversos estados; un candidato independiente gano la gubernatura de Nuevo León
y en el distrito Federal se lograron cambios significativos y positivos. Hoy
los analistas políticos, comunicadores y hasta el pueblo anda con la percepción
de que la democracia funciona. Sin embargo, los únicos que pueden sentirse realmente
satisfechos son el gobierno federal, los gobernantes locales y la clase política
en general; el pueblo no ha ganado cosa alguna. No se ha logrado combatir la corrupción,
la seguridad pública es pésima, los fraudes y violaciones a la ley electoral
fue la base del triunfo de los políticos electos y en general el pueblo sigue
con su miseria, su falta de educación y el enorme peso tributario.
El
pueblo no puede sentirse un paso dentro de la democracia mientras no se inicie
siquiera la puesta en práctica la democracia combatiendo la corrupción
gubernamental, se refuerce la seguridad pública, se inicie una reforma
educativa de fondo y no solo de forma, mientras no se castigue a los
responsables de las violaciones a la ley electoral y toda la corrupción en su
especie de compra de voluntades no puede debidamente el pueblo sentirse bien políticamente
y todo lo que ello conlleva. No es, un secreto las carretadas de dinero que son
usadas en la compra e de voluntades para llegar al poder.
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