Es
lamentable la muerte del joven José Eduardo Moreira independientemente que sea
hijo de Humberto Moreira. Ojala y den con los asesinos. Sin embargo, también es
lamentable que la clase política, divinizada, y en especial Calderón solo
lamenten las desgracias y las muertes de los de su misma clase. Todos los
muertos merecen nuestro respeto, aunque algunos sean probados delincuentes,
debido a que debemos mostrar un humanismo despojado de prejuicios y que ame la
humanidad en su justa dimensión; despreciar aun a los delincuentes en sus
desgracias o muertes no contribuye en cosa alguna de manera positiva la construcción
de seres humanos conscientes de su tarea en la vida.
Es un síntoma de la
debilidad del Estado y en concreto del gobierno en sus tres niveles y en el
caso concreto de Felipe Calderón al señalar que cuando son asesinadas personas
que se presumen delincuentes, y señalo, que aun no ha sido probado que
realmente sean delincuentes, diga que no tienen importancia y felizmente diga “se
están matando entre delincuentes. El Estado mexicano debe sujetar a todos los
que están bajo su marco de Derecho y en especial del Derecho Penal dado a que
ese es uno de sus fines. Es inadmisible que el Estado, a traes del ejecutivo
Federal dejen esa tarea importantísima de la seguridad social y la investigación
de los crímenes tan de alto impacto social por meras visiones equivocas del que
se dice presidente de México. Es precisamente, a los delincuentes a quienes el
gobierno mexicano en sus tres niveles, debe sujetar al que debe ser el Estado
de Derecho ya que la mayoría de mexicanos conscientes y hasta pasivamente se
sujetan por voluntad propia a las leyes vigentes, a la moral y a las normas
sociales. En este contexto se debe poner mucha atención por parte del pueblo
mexicano dado a que el propi Estado es generador de la inestabilidad social al
dejar de investigar, perseguir e impartir justicia.
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