Hasta
ahora, los mexicanos no hemos hecho otra cosa que justificar nuestras
circunstancias de servidumbre ante los extranjeros y en especial con los
Estados Unidos de Norteamérica, es hora de dejar ese estadio y mostrarnos a nosotros
mismos nuestra naturaleza humana muy particular. Los mexicanos no somos mejores
que ningún otro pueblo pero tampoco menos, sostener lo contrario únicamente se
puede hacer desde la ideología y como se sabe, la ideología esconde la verdad,
la distorsiona.
Quien
diría que nuestra historia como pueblo esta enlazada a la de los tebanos en
unos pequeños pero importantes hechos. Los espartanos en su guerra contra los
atenienses reclutaron a los tebanos para ir a las hostilidades. Estos últimos estaban
bajo el mando de ni más ni menos los fundadores del ejército profesional por
excelencia y simplemente los mejores de la antigüedad.
Derrotados
los atenienses los espartanos mantuvieron su hegemonía sobre sus aliados pero a
los tebanos la servidumbre no les hacía mucha gracia sino todo lo contrario pero,
fueron muy observadores y adoptaron la forma miliciana de los espartanos al
punto de crear su “Batallón Sagrado de Tebas”, (150 parejas de homosexuales) que
a la postre terminarían siendo decisivos para derrotar al ejercito de Esparta
comandado por el nieto de Leónidas.
Epaminondas
no se contentó con derrotar en batallas a los espartanos sino que fue el
iniciador del principio del fin del Estado ciudad de Esparta. Liberó a los
ilotas de la esclavitud en que eran mantenidos por los espartanos con lo que,
los privo de la mano de obra que mantenía al ejército espartano de su base económica
y los obligo a trabajar para mantenerse. El fin de los espartanos se había escrito.
A
los mexicanos les paso la misma servidumbre en diferentes circunstancias.
Cuando llegaron al centro de lo que hoy es México, se encontraron con que ya
estaban ocupadas las mejores tierras y, debieron conformarse, de momento, con ocupar
lugares casi inhóspitos, duros y difíciles, rodeados de pueblos guerreros. Se
las ingeniaron para adaptarse a las circunstancias y gradualmente ir a la
guerra como vencedores. En el proceso se volvieron tan fuertes como pudieron y
tan sanguinarios como los que más. Con un tiempo tan corto lograron dominar
gran parte del territorio actual de México. Dos pueblos importantes no pudieron
vencer a los michoacanos y, a los tlaxcaltecas. Su dominio duro había creado
las contradicciones para que en el futuro cercano cayera su imperio. De las
cenizas de este imperio surgió la actual nación mexicana.
Cierto
es que tanto tebanos como mexicanos no lograron por mucho tiempo mantener su hegemonía
por haber sido derrotados; los primeros por Filipo de Macedonia padre de
Alejandro Magno y los segundo, por los pueblos sojuzgados encabezados por menos
de mil españoles.
En
el caso de los pueblos de lo que hoy es México, se les tuvo que torcer y
retorcer con ideologías de supremacía, de idolatría, de religión católica para
poder enfermarlos y engañarlos para poderlos explotar a placer por los
españoles hasta la independencia. Claro, los intentos de dominación de un
pueblo sobre otro u otros siempre es un peligro constante. Sin embargo, la actual
servidumbre de los mexicanos, bien entendida, no debe ser otra cosa que un
estado de constante entrenamiento al estar cerca de los mejores (con sus reservas),
hasta lograr el pleno desarrollo de toda la potencialidad del pueblo de México;
es decir, para decirlo en términos aristotélicos, pasar de la potencia al acto.
No debe verse la servidumbre como una maldición sino como una circunstancia que
permite madurar las virtudes humanas y probarlas a cada momento para que no
caigan en desuso.
Ahora
bien, no se trata de destruir o sojuzgar a otros pueblos sino de contribuir a
la casusa humana, su posible grandeza y supervivencia como especie consciente
de su devenir en el Universo. Los problemas se irán esclareciendo aún más pues
ya se tiene la conciencia de que, en algún momento este mundo no será suficiente
para la vida. La exploración del espacio está prácticamente en pañales sin desdeñar
los grandes avances científicos. Volviendo al punto central, los mexicanos
tendremos que quitarnos la pesada coraza teológica e ideológica interna y
combatir las externas para poder traer al presente toda nuestra naturaleza
creativa en todos los campos del saber que son de la vida y llevarlos lo más
lejos posible de la barbarie. No solo es posible sino probable.
El
camino es largo, sinuoso, tortuoso ya están los sacrificios en puerta pero con valentía
alegre debemos avanzar sin dejar de atender las bravatas de los enemigos pero
sin dejar de reír por sus locos desvaríos ante nuestra fuerza. Ya no más justificación
medrosa sino praxis de nuestra naturaleza. No más intelectuales de la postración sino de
la creación.
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