martes, 5 de junio de 2018

EXTRAÑOS EN LA DEMOCRACIA




Se puede renegar y hasta maldecir por vivir entre seres humanos (Los seres menos confiables del mundo), pero también gozar de las singularidades que hacen arquear las cejas al ver los más altos valores practicados por los mismos. A Isaac Asimov, lo leí hace demasiado tiempo y siempre ha sido para mí sorprendente navegar por el mar de sus ideas. Hace ver sus puntos de vista tan simples que no tengo menos que sentir una punzada en el corazón al ver la enorme diferencia que tiene con el resto. Asimov es uno de los gigantes sobre los que avanza la humanidad. Científico y escritor de alto vuelo, de primera línea.

El curso de los hechos actuales es extrañamente similar a su cuento “Un extraño en el paraíso”. Enviar a un robot con un cerebro positrónico a Mercurio con el fin de observar el Sol y, a Mercurio evidentemente, es como pasar de una larga noche en la política mexicana a un paraíso. Como se sabe la gravedad en Mercurio es aproximadamente de 38% al de la Tierra. Un objeto o una persona de 100 kilogramos aquí, allá pesaría tan solo 38. La idea de la gravedad es, aparentemente tan extraña a la democracia como se quiera y sin embargo, a mí se ve vino a la mente comparar el régimen anterior con el que abre el Neoliberalismo. Y, no es que propiamente estemos en el paraíso de la política pero al menos se abre toda una gama de posibilidades de ser.

En “Un extraño en el paraíso”, el robot que construyen dos “hermanos”, es torpe en los campos de Arizona y se espera que fracase en su misión a Mercurio. Nunca se había intentado y esto desencadena zozobra. Este robot con “cerebro humano”, al parecer será un fiasco, un fracaso pues lleva imbíbito haber sido creado por humanos. Y, al parecer nuestro destino manifiesto es el fracaso; no del todo, no en todo y no para siempre. En todas las épocas hay personas que se sienten fuera de lugar y de tiempo; puede ser que los demás los miren hasta torpes y causen cascadas de carcajadas. Es como si estuvieran diseñados para vivir en otros ámbitos. Necesitan un golpe de acontecimientos para ser transportados a su Proyecto Mercurio. Y, creo que muchos mexicanos estamos en este umbral mirando la tierra prometida: la democracia, negada, arrebatada y custodiada por leyes aparentemente rectas, vigilada por políticos corruptos, minada con cárceles y bayonetas siempre ensangrentadas. Y, sin embargo la llama de la libertad nunca murió en estos campos devastados: el hambre voraz por el sabor y el saber de la vida se abrió paso por caminos insospechados aun por los propios tiranos.

Quizá sea una idea romántica acariciada durante largo tiempo o quizá sea vivir fuera del mundo apretujado del totalitarismo; quizá sean nuevas noches y amaneceres que hasta hace no mucho eran insospechadas las que nos guían. Sentir arder el Sol en nuestra propia piel como si tuviéramos un hambre devoradora de luz y mirar el cielo preñado de luces viajeras de un origen demasiado arcaico como para siquiera adivinarlo. Un momento, solo un momento aquí en la tierra como dijera Nezahualcóyotl. ¡Pero qué momento!.

Sentir viva la Tierra y poder oler sus elementos primarios es como estar en Mercurio, despojado de la pesadez de la gravedad del sistema político priista, libres y en el paraíso. Esa sensación de libertad que inyecta su dosis de dicha y que santifica sin divinidad el horizonte y el suelo; la serpiente, el nopal y el águila en todo su esplendor. Un mundo que se creía perdido para siempre. Recuperar las alas es tener a disposición a las alturas.  

La realidad ya no es natural, se construye y en ese devenir los mexicanos debemos tomar la más profunda consciencia y la más profunda responsabilidad para con la naturaleza, la flora y fauna y, por todo lo que hacemos. No somos más pero no somos menos sino humanos de pleno derecho y, a pesar de los pesares un buen día podremos decir como en el final del cuento de Asimov: William? -¿Juntos? Anthony lo agarró del brazo. Juntos, hermano. En nuestro caso, juntos hermanos.

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