Cuanto
existe, las cosas, los objetos ideales y los valores tienen sentido en el ente metafísico
radical por excelencia, la vida humana. Durante mucho tiempo hasta la Edad Media,
se trató de que la vida fuera lo principal y que la economía estuviera al servicio
de los seres humanos. No es que, los seres humanos no tuvieran grandes problemas
pues la humanidad siempre navega en mares procelosos pero trataban de hacer que
la vida humana fuera digna a su manera.
La
producción de bienes y servicios en la Edad Media no era excesiva sino exacta
para la vida diaria. Claro, el mercantilismo estaba en pañales. La idea de acumulación
de riqueza de manera ilimitada a través de la producción capitalista no se había
arraigado aun. La idea de cobrar intereses por dinero prestado era ajeno al
catolicismo; sin embargo, las ideas de Martin Lutero sobre la libre interpretación
de la Biblia y las ideas de predestinación (salvación o condena era anterior y
no se podía hacer cosa alguna para salvarse o no), florecieron al punto de
llegar a conformar la ideología teológica de la búsqueda de la salvación por
señales como el éxito material a través del trabajo. Si las personas eran
exitosas en el trabajo era señal de que estaban encaminadas a la salvación, en
caso contrario, se estaba dispuesto a la condena. La libertad de interpretación
sirvió, en general, a los inmigrantes que llegaron a las costas de lo que ahora
son los Estados Unidos de América para justificar la invasión, muerte masiva de
los naturales para obtener éxito material. Y, aun esa ideas siguen permeando
hacia los demás pueblos latinoamericanos.
Se
abandonó la idea y practica de aumentar el ser con el desarrollo pleno del ser
humano. El ser solo puede agrandarse con el ser mismo. Se pasó a tasar a los
seres humanos casi exclusivamente desde lo que tiene como propiedad, posesión plena
e incluso la precaria. La vida se le quitó su centro de gravedad en la vida
misma y se colocó en la acumulación ilimitada de la riqueza material. Las
vulgares propuestas de “Cuanto tienes tanto vales”, “Poderoso caballero don
dinero”. No es que, se le quiera quitar la importancia a lo material sino
tratar a lo menos de que no sea el campo casi exclusivo donde se tase la vida
humana pues con ello se degrada la vida.
El
régimen priista nunca tuvo como fin tener como ejes rectores los más altos
valores sino los antivalores que se fueron profundizando con la implementación del
Neoliberalismo, es decir, de la privatización de todo lo público, de todo lo
que le costó a millones de personas de cientos de generaciones. La misma idea febril
de utilitarismo que se ve en los Estados Unidos de Norteamérica se ha plantado
en México a través no de la ideología teológica sino de las leyes: es decir,
desde el Estado. Esta manera fría, sin convicción interna genuina sino bastarda
no puede tener como resultado más que el rebajamiento de la vida y el
encumbramiento de lo material. La vida se pone al servicio de la economía, del
mercado porque los seres humanos pasan a ser otras tantas mercancías.
No
importa cuántos muertos o matanzas haya ni quien o quienes las realizan siempre
y cuando la macroeconomía, es decir, la economía de las trasnacionales, de los
ricos esté asegurada, aunque sea precariamente, mientras la microeconomía no
importa, es decir, la vida de los desposeídos no importa; porque además hay
demasiados y únicamente sirven si consumen. Quienes tienen es, valen quienes no
son otro números, meras estadísticas. La vida humana la tornaron en mera sierva
del libre mercado.
La
descomposición del Estado moderno en México era necesaria para poder quitarle a
los mexicanos todos los derechos alcanzados medianamente y que llaman
populismo, paternalismo pero se evita decir despojo de los ricos hacia el resto
de seres humanos porque eso que se les desposee va a parar a manos y haber de
los mega ricos. De esta manera se crean pocos pudientes materialmente y
millones de pobres en poco tiempo.
Estamos,
en estos precisos momentos, en esa época de transición en que se ha liquidado un
régimen, el priista, y se está en el campo de batalla para crear un nuevo
modelo político como base de un nuevo orden a través de un nuevo modelo de
Estado. No es de extrañar que dos ideologías estén enfrentadas. Por un lado, la
ideología oficial de mantener el continuismo (el PAN, sigue la misma pauta), y
la de crear e imponer un modelo un tanto diferente al oficial y que tenga como
fin primario la lucha contra la corrupción y de ahí partir hacia el nuevo régimen.
En
medio de esta lucha esta la vida o se dignifica que es la aspiración general o
se sigue con la cruda ideología y su práctica de no importar mientras se tenga
contentos a los dueños de las grandes trasnacionales que hacen las veces de
dueños o poseedores de la verdad en la que se debe vivir. El dilema está
presente. ¿Puede un pueblo auto determinarse?, y si esto es posible ¿en qué
medida?. Es decir, el pueblo puede volver a darle dignidad a la vida humana,
despojarla de un rasero ajeno. Valorar la vida por la vida misma. La vuelta al
ser aunque sea en lo básico. No es una simple lucha política pues la misma
puede traer consecuencias tan diversas tanto como triunfen los intereses
privados descarnados o un sistema político con cimientos humanistas.
El
libre mercado no es otra cosa que el despojo de lo público a través del
sometimiento de los gobiernos a los dueños de las trasnacionales; es la postración
de la vida, de la libertad y la explotación hasta el agotamiento de todo el
planeta. Si se pudiera restituir a la vida un poco de dignidad, si se pudiera
valorar a los seres humanos en cuanto a seres humanos y no como mercancías se habrá
logrado una pequeña victoria.
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