La revolución
mexicana de 1910 dio como fruto la Constitución de 1917 que, pretendía
reivindicar a dos sectores muy dañados por la dictadura de Porfirio Díaz y con
permanentes carencias económicas, de educación y de todo tipo: los campesinos y
los obreros. El 5 de febrero de1917 se promulgó la Constitución emanada de la revolución
e incorporaba el Derecho Agrario y el Derecho Laboral; el primero tutelaba el
campo y en especial el ejido con lo cual se beneficiaba a los campesinos; el
segundo, beneficiaba a los trabajadores. A los campesinos se les dieron unas
100 millones de hectáreas, se crearon unos 30,000 ejidos. Para los obreros se
crearon el Instituto Mexicano del Seguro Social y el Instituto del Fondo
Nacional de la Vivienda para los trabajadores. El régimen oficialista
gradualmente fue controlando el sector campesino y el obrero a través de la
incorporación de los mismos, al partido único de Estado: el PRI.
Con la caída del
Muro de Berlín, el Neoliberalismo tenía necesidad de expandir su dominio en todos
los Estados nacionales que pudiera y era evidente que el que más a la mano era
México. Desde 1984 se venía implementando el Neoliberalismo por los gobierno
priistas. Las reformas privatizadoras se fueron implementando hasta barrer por
completo con el Derecho Agrario y el Laboral; el primero con la reforma que
hizo Carlos Salinas de Gortari en 1992 y el segundo con la reforma Laboral
llevada a cabo por Enrique Peña Nieto en el año 2013. Con esto concluyen,
básicamente, las reformas privatizadoras; a menos que, se privatice el aire y
el la luz del sol, por ejemplo, y que, van en contra de los beneficios sociales
logrados por la revolución mexicana de 1910.
Es cierto que, en
ningún momento se alcanzaron los fines propuestos en la Carta Magna en los artículos
27 y 123, en el ámbito agrario y laboral pero, ello no, porque no fuera
factible sino porque el régimen se volvió totalitario, anti democrático, y
ello, obstaculizó, freno e hizo que se pervirtieran estos fines sociales para
convertirse en fines particulares a favor de los líderes agrarios, caciques,
líderes políticos, organizaciones campesinas ligadas al partido oficial entre
otros; lo mismo pasó en el ámbito laboral, se encumbraron líderes sindicales
corruptos, grupos privilegiados, sindicatos ligados al régimen en una larga
cadena de complicidades. Todo ello trajo como consecuencia que ambos sectores
vivieran en el mismo atraso económico, educativo y social.
Hoy día, la
Constitución no solo ya no protege a estos sectores sino que los ha puesto bajo
la terrible presión de la competencia desigual con los mismos sectores de los
demás Estados nacionales. Por ejemplo, con los sectores agrario y obrero de Los
Estados
Unidos de Norteamérica. En este
contexto el régimen autoritario que, se niega a morir, ha logrado que millones
de mexicanos de estos sectores vayan a conquistar el territorio perdido en
1847.
Por todo ello, se
debe crear una nueva Constitución que realmente re funde el Estado mexicano
híper moderno, con fines sociales de manera integral que incluya a estos dos
sectores y, evidentemente, a todos sin fragmentar radicalmente a la nación
mexicana sino que la una con propósitos comunes y, que los mexicanos puedan
lograr tener éxito en todos los ámbitos laborales por su propio esfuerzo y se erradique
la corrupción oficial en la medida que no sea la reguladora de los actos de
gobierno y de los ciudadanos. Sin embargo, se debe poner un alto a los
gobernantes políticos a través de normas eficientes que permitan sanciones en
lo civil, administrativo y lo penal. Lo mismo se debe hacer en lo económico,
regular a las grandes trasnacionales poniéndole freno a su poder corruptor. La
democracia debe ser la base del gobierno no permitiendo la perversión de la
misma.
Ahora bien, para
que esto sea posible, el pueblo en general debe intervenir activamente a través
de organizaciones no gubernamentales, de asociaciones civiles, es decir, se
debe ciudadanizar la política. No se puede esperar que los mismos corruptos que
han tomado a los partidos para sus fines propios, sean los que se encarguen de
hacer esa nueva Constitución. En efecto, pensar que la clase política
monárquica mexicana que, no está así etiquetada en lo formal pero que en la
realidad así se comportan, sea la misma que pueda enmendar su esencia corrupta.
Los partidos tradicionales son agencias de trabajo, medios para mantener a los
corrutos y, traidores al pueblo menos defensores y representantes del pueblo.
Sin estos presupuestos seguiremos en una monarquía (en beneficio de pocos)
malhecha, defectuosa que se viste (simula) y reviste de república (cosa
pública, de todos), para seguir en el poder político y económico.