La
cúspide de la privatización de los servicios y bienes públicos en México se realizó
el año 2015 y también fue la cúspide de
la debilitación del gobierno en todas las áreas que no fueran necesarias para
mantener esa privatización. De este modo
era menester mantener al ejército, la marina y todas las fuerzas públicas
apuntalando esas reformas llamadas estructurales. No fue suficiente la privatización
sino se garantizaba su seguridad a través de la continuidad del régimen. El
fraude electoral en el estado de México en el 2017 es parte del paquete de
seguridad ofrecida por el gobierno a los dueños de lo público convertido en
privado.
Para
las elecciones del 2018, el gobierno de Enrique Peña Nieto debe mantener la
continuidad del régimen para evitar dos circunstancias; la primera, es mantener
las privatizaciones marcadas por la corrupción en plena vigencia y seguras de
no ser tocadas, por lo menos hasta que sean hasta el siguiente sexenio; después
ya se verá; segundo, mantener la impunidad personal y de sus cómplices por tan
desaseadas privatizaciones.
El
mecanismo es el mismo. Se debe extender la acción del ejército, la Marina y la policía
federal en pie de guerra para sostener las privatizaciones. El terror a lo
Maximilien Robespierre aplicado al pueblo debe ser suficiente para ese
continuismo y esa impunidad. La dosificación de ese terror debe ser tal que
vaya controlando a los inconformes, debe ser tal que se evite la persecución de
los corruptos.
Se
dice que La Ley de Seguridad Interior es necesaria para la actuación del ejército
y Marina pero eso resulta sospechoso y,
falso pues ya habían transcurrido 11 años en los cuales no había sido necesaria
esta ley. De las constantes violaciones de derechos humanos, desapariciones
forzadas y masacres, ejercito y Marina no han entregado cuentas ni han sido castigados
los responsables y pocos culpables. Porque responsable es Peña Nieto como
comandante de todas las fuerzas armadas y culpables aquellos que han sido
declarados por los tribunales.
Ahora
bien, la corrupción es un problema para Peña Nieto y compañía y, la atendió
poniendo un candidato panista en lo formal pero priista en la realidad que no
cargue con la podredumbre del régimen. Pero no es suficiente esta estratagema,
es imperioso que la protesta social se criminalice, se tenga la oportunidad de
reprimir a través de la Ley de Impunidad
y represión Interior. Es evidente que el desastre de Atengo en el estado de México
dejo una enseñanza permanente en Peña Nieto. La represión debe ser legal y
selectiva. En efecto, otorgado el poder económico y político a las
trasnacionales se les debe garantizar que el imperio económico no sea tocado.
Ley y fuerza pública puestas al servicio de la iniciativa privada. A las
trasnacionales no les importa la democracia sino las ganancias.
Se
puede alagar que, la oposición es mayoría y que no permitirá el continuismo ni
el menoscabo de lo público. El Partido Acción Nacional, es decir, la derecha,
se ha vuelto tan corrupto como el Partido Revolucionario Institucional y en
ocasiones lo ha rebasado. Por su parte el Partido de la Revolución Democrática,
partido formalmente de izquierda, se ha convertido en el sirviente, en el
lacayo de la derecha y, lo único que se puede esperar es que, luche con todas
sus fuerzas y rabia a favor del panismo. Todo esto únicamente fortalece al régimen
actual pues no han propuesto ni propondrán realmente un cambio de régimen sino
solo de quien lo encabece. Para eso está hecha esta alianza anómala.
En
resumen, el régimen Presidencial está agotado y rebasado al haber entregado el
poder político y económico a las trasnacionales. No obstante, el gobierno actual debe garantizar sino el
control total del pueblo mexicano si por lo menos el manejo del mismo, bajo
circunstancias que puedan ser manejadas las ganancias con el mínimo riesgo. Para
ello era necesario legalizar la represión de las protestas públicas ante el
continuismo solo posible a través de la profundización de la corrupción de la política.
Es sabida la capacidad de corrupción del régimen para llevar a cabo fraudes
electorales y su capacidad de mutación en los métodos. No se debe esperar un
siguiente fraude al estilo estado de México sino uno con sus propios métodos inéditos.
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