domingo, 10 de diciembre de 2017

EL NUEVO ESTADO MEXICANO



El Estado moderno en México se terminó con las “Reformas Estructurales” de Enrique Peña Nieto, y que no son más que, la profundización y ampliación de la privatización de lo público. Eso que es producto del esfuerzo de muchas generaciones de mexicanos se vuelve privado por ministerio de Ley. Con esto también se dio muerte a los últimos vestigios del Presidencialismo ya con una larga agonía desde la perdida de la presidencia a manos de los panistas en el año 2000. Doce ad sin quien alimentara los ritos priistas fueron suficientes para cavar la tumba. Faltaba el enterrador.

La puesta en escena de Enrique Peña Nieto al destapar al candidato del Partido Revolucionario Institucional, José Antonio Meade, se asemejó en la forma a los ritos en los mejores años del Presidencialismo pero en el fondo no fue otra cosa que un grito silencioso y desesperado al no tener otro recurso que la imitación hueca. Los tres grandes sectores que aglutinaban a la nación mexicana en torno al partido único de Estado, Obrero, Campesino y Popular son antiguallas con mal funcionamiento; la otrora poderosas, Confederación de los Trabajadores de México (CTM), la Confederación Nacional de Organizaciones Populares (CNOP) y la Confederación Nacional Campesina (CNC), son reminiscencias de un México del recuerdo, de la historia.  Nunca volverán a ser lo que fueron porque tenían como alimentar y cumplir la voluntad casi todopoderosa del presidente en turno y dar continuidad y fortaleza al Presidencialismo, muerto este, los tres grandes tentáculos han quedado acéfalos.

La herencia del PRI fue la ampliación y profundización también de la corrupción e impunidad ejercida en todos los partidos en el gobierno con sus matices. La tremenda caída del partido oficial trajo consigo una crisis política al resquebrajarse el monopolio de la política y pasar buena parte del ejercicio político a los demás partidos. A esto debe sumarse la perdida de la rectoría de la economía. Son las grandes corporaciones las que determinan el mercado. Las crisis se padecen pero difícilmente las entiende el pueblo. Las crisis políticas son al pueblo lo que la enfermedad al paciente.

Es muy interesante ver como los políticos han reaccionado ante esta crisis de poder. Se han enfrascado en proponer ideas viejas, discordantes con las nuevas circunstancias, con las nuevas relaciones entre los gobernados, gobierno y trasnacionales. No logran encontrar el hilo conductor que los saque de Laberinto del Minotauro. El monstruo exige sacrificios y estos son inmediatos. Hace falta un Teseo de la política bien ayudado por su correspondiente Ariadna.

Ahora bien, al filósofo no le es licito ser adivino pero si le es posible delinear de manera general los resultados con base en las observaciones de los hechos más significativos. Por ello se puede adelantar que no se está buscando por ningún político la construcción del nuevo Estado mexicano en esta era llamada por Lipovetsky “híper moderna”, denominación que sigo por las razones expuestas por el filósofo francés sin que sea seguro que en definitiva sea nombrada de esta manera. En efecto, lo único que quieren los políticos tradicionales es seguir perteneciendo a la clase política que detente el poder sin ningún cambio y sin ninguna amenaza. Que el pueblo, los ciudadanos sigan en “Capitis Diminutio”, es decir, en la adolescencia, y, eso es imposible.

Los ciudadanos deben y pueden cambiar este lamentable estado y circunstancias como lo concibe José Ortega y Gassert, y, es posible encaminar al nuevo Estado hacia un nuevo derrotero, no libre de peligros pero si libre de miedo y de temor barato. Morir vamos todos, vivir, pocos.


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