No
existe libertad de culto en virtud de imponerse por los padres, la familia, la
sociedad y los teólogos la religión que se debe seguir desde la niñez. La ilusión
de ser libre para profesar determinado culto religioso se crea por todos los
engranajes de la maquinaria dentro del Estado y por el Estado mismo durante un
largo tiempo. La penetración tan profunda que se logra durante este proceso es
tal que, quedan ocultos los motivos, los engaños, se atrofia el discernimiento
correcto y se cercena la libertad de una forma atroz que en adelante se toma
por un extravío, una locura y pecado todo cuestionamiento y crítica hacia los
dogmas teológicos.
La
locura teológica llega a los extremos de odiar al que profesa culto diferente y
avanza insensiblemente hasta el asesinato, las matanzas, el loco intento de
aniquilamiento del otro. ¡Y, a esto se les ha llamado religiones de amor!. Tras la fachada están todos los teólogos con
sentimientos de odio hacia los que profesan otros cultos religiosos, los necios
y los que tienen consciencia de la falsedad de la libertad de culto. ¿Cómo puede
tener libertad un menor de edad que no tiene la madurez mental?, ¿cómo puede
haber libertad si desde que se dan los primeros pasos, a todas horas hay ojos
vigilantes y manos correctoras de cualquier variación del culto?, ¿cómo puede
haber libertad ante una mayoría aplastante que sanciona toda crítica y es
capaz, sin ningún remordimiento de matar a los que disienten?. No se siente ya
la carga psicológica por el largo adoctrinamiento, lo irracional se ha vestido
de racionalidad y se presenta como lo bueno.
Que
no se imponga el culto religioso y que sean las personas maduras las que
escojan el que mejor les parezca y entonces, se verá resultados totalmente
diferentes a los que hoy imperan. Claro, eso les haría perder el poder a los teólogos
y eso, traería como consecuencia su inutilidad evidente.
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