El
triunfo de Alejandro González Iñarritu y de Emmanuel Lubezky en la entrega de
los Oscares, tiene diversos elementos y diversas interpretaciones imposibles de
abordar en un solo escrito. Sin embargo, muestra que, lejos de la ideología predominante,
entre las naciones llamadas de Primer Mundo, los mexicanos somos humanos simple
y llanamente y que tenemos defectos y virtudes como todos los demás humanos y
que no somos de menor o mayor calidad humana. Los mexicanos podemos estar a la
par de cualquier otro pueblo por muy avanzado que este sea considerado siempre
y cuando se brinden las condiciones para ello. La vieja ideología como
instrumento de dominación que se esgrimía para considerarnos de segunda y
tercera categoría ha recibido el golpe más eficiente y demoledor (Ya otros
mexicanos habían mostrado este error ideológico) con lo conseguido por estos dos mexicanos.
No
obstante, la cosa va más allá de la simple consecución de los premios y
reconocimientos muestra una camada de mexicanos desvinculados con el poder político
de mexicano. Y, no puede ser de otra manera, los mexicanos que más han estacado
se han formado fuera del sistema político, económico y social de México. No le
deben cosa alguna al sistema priista. Se han forjado con otras ideas, con otros
materiales culturales, con otros anhelos de todo tipo y los resultados ahí están.
Es
cierto que esto también puede verse como una integración de los mexicanos a la sociedad
estadounidense en sus gustos, anhelos, logros y forma de ver la vida e incluso
como una conquista gradual en lo cultural que se puede extender hacia otros ámbitos
de la vida y creo que eso está ocurriendo pero en ambas direcciones, los
mexicanos también influyen de manera importante en la vida, la política, lo social
y en el cien evidentemente. Se trata en la teoría de mantenerse independientes
pero en colaboración con los estadounidenses sin perder la identidad nacional. Por
buena fortuna o mal fortuna estamos íntimamente ligados ambas naciones en todos
los rubros de la vida. Eso no debe arredrarnos si queremos mostrar que la potencialidad
puede tornarse en acto.
Hubiera
sido deseable que González Iñarritu hubiera sido más contundente en su proclama
contra el sistema político priista, sin embargo, se debe entender que la
entrega de los Oscares no es, un acto político y que, su deseo expresado de
cambiar el régimen político, es, congruente con el contexto y sus ideas. Es de
agradecer que el director de cine mantenga sólidos nexos con la nación mexicana
tal y como lo expresó. Antaño, los artistas estaban bajo la bota tiránica y
autoritaria del Priato sin oportunidad de expresar y mucho menos, actuar en
contra del sistema. Los tiempos y los mexicanos en su parte más avanzada han
cambiado profundamente.
Todavía
la víspera Enrique Peña Nieto, quiso congraciarse con González Iñarritu y Lubezki
felicitándolos y resultó que no recibió los halagos y los aplausos a los que
tan afecto es. Eso es, muy significativo y muestra la claridad del pensamiento
y acción política del cineasta. Por lo demás corresponde a los demás mexicanos
seguir luchando sin descanso por imponer la democracia plena y sin
restricciones.
Vicente
Fox con toda su incultura y sus evidentes limitaciones ve claramente que, Peña
Nieto no es, más que un títere inanimado que, le es imposible insuflar ánimo y articulación
alguna. Como bien gerente que fue, Fox, ve la ineficiencia gubernamental y ve
con horror la pasividad y que los escándalos no cesan a casi cinco meses de la desaparición
de los estudiantes de Ayotzinapa, Guerrero. Su miedo y su temor a que llegue el
“jaque mate” se funden en el ferviente rezo “que esperemos que no llegue”. El sistema
político está entre el “jaque” y el “mate”, simplemente no tiene asidero pero
no va a cambiar por sí solo, los gobernantes, políticos y dueños del gran
capital lo sostienen de todas las maneras posibles; implantar la democracia
significa terminara el negocio que significa la inmensa corrupción institucionalizada.
Eso es atentar contra toda la tradición impuesta por el régimen priista.
La
búsqueda por la justicia de los cuarenta y tres jóvenes desparecidos se debe
extender a la imposición de la democracia y para ello, hace falta que más mexicanos
se sumen al compromiso de transitar hacia la democracia.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario