sábado, 7 de febrero de 2015

LAS ALTAS EXPECTATIVAS DEL IDEALISMO



Bien, no hablo sobre el idealismo de Platón o el Idealismo kantiano o sus derivados sino de la forma común que tiene la gente de construir el mundo imaginario que cree que le correspondería vivir en contra posición al mundo real. Un mundo ideal a la manera del pregonado por John Lennon  con su clásica melodía: Imagine. No es malo crear mundo de ese tipo cuando son posibles en alguna de sus partes o como simple desahogo de la vida cotidiana; sin embargo, esto no se puede llevar al campo total de la realidad y mucho menos a la política. Mundo de locos, ambiciosos, enfermos por el poder donde se dan rienda suelta los instintos más bajos, las acciones y actos más brutales. Allí se necesita estar hecho para toda clase de traiciones y el pueblo llano en general no está dotado para lidiar contra los amos de  la mentira.

Para cambiar el escenario político hace falta que el pueblo intervenga (El Neoliberalismo hace que la intervención ciudadana sea ineludible), sea con un plan más o menos ya definido e ir perfeccionando el plan en su aplicación. Los ingenuos creen que se puede cambiar sin más la política, los pesimistas lo reputan imposible. No obstante se debe estar preparado para el cambio, desearlo y poner manos a la obra con todas sus consecuencias. Las consecuencias sobre la política non pueden ser otra cosa que la democratización y la ciudadanización de la misma y el acotamiento del poder de los funcionarios públicos.

El régimen político autoritario en México se niega a morir y tiene en los gobernantes, políticos y dueños de las trasnacionales sus defensores acérrimos con mismo objetivo: hacer los más grandes negocios cobijados por el endeble marco jurídico y la aplicación de la ley muy débil y turbia. No es otro el grito desesperado durante toda la historia del pueblo mexicano que “Muera el mal gobierno”. En definitiva a la clase política no le interesa la democracia ni la República, donde se debe tener objetivos comunes en bien del colectivo general y la igualdad jurídica y la igualdad como seres humanos con las mismas oportunidades de trabajo, educación, de seguridad pública, económica y todo lo que sea concomitante o deriva de la democracia y el republicanismo.

Toda la historia, con sus salvedades, se ha visto como la clase política se ha abrogado para si el ejercicio de la soberanía dejando al pueblo solo el titulo honorifico. Para mantener al pueblo sometido se han usado todo tipo de métodos: el engaño, la simulación, las cárceles, las desapariciones forzadas, los asesinatos, la Doctrina Estrada, la represión bajo un marco jurídico hecho a modo para que gobernantes y políticos queden impunes. Los peores crímenes cometidos por el gobierno en turno en sus tres niveles nunca han sido castigados. Esa es, la garantía que tienen los gobernantes y políticos en México: la inmensa impunidad. Esto es, lo que los políticos defienden con tanto ardor y dispuestos a cometer cualquier delito por más sangriento o grave que este sea.

Ahora bien, es posible cambiar este lamentable estado de la política con la participación del sector pensante, de los políticos demócratas y republicanos, de los estudiantes, de los artistas, de los pueblos diversos del mundo, de las organizaciones civiles, de los luchadores sociales. Los buenos sacerdotes y todos aquellos que sienten como imperioso el cambio hacia una República democrática. Todo esto de manera generalizada en todo el territorio nacional y más allá. En efecto, sin un plan definido no se puede cambiar la realidad de manera efectiva y positiva, de la misma manera no se puede obrar sin las personas de acción, los grupos de acción. Son tan importantes los que piensan el plan como los que lo ejecutan. No debe haber supremacía entre uno y otro grupo sino trabajo coordinado. No hay gobierno que pueda resistir un empuje de tal envergadura.

En México se está formando este movimiento generalizado que va en busca del cambio, del autoritarismo y la impunidad hacia la República democrática. Gobernantes y políticos, en general, se oponen a los cambios con toda sus fuerzas y poniendo en práctica todas las formas de represión y simulando medidas democráticas. Sin embargo, si el movimiento democrático sigue creciendo no habrá forma de que el gobierno y políticos puedan detenerlo. No hace falta que toda la nación mexicana ejerza la soberanía nacional sino solo los mexicanos en los diversos sectores, es decir, los más pensantes y de acción. Un pueblo que tiene el ejercicio de su soberanía tiene todo lo necesario y suficiente para cambiar su forma de gobierno sin importar lo que digan o hagan los políticos. En tiempos de crisis no son los políticos sino el pueblo el que tiene la fuerza y los medios para cambiar la realidad.

A los idealistas y a los pesimistas se les recomienda la mayor prudencia y su unión con los revolucionarios del pensamiento y de la acción. No es, solo la exigencia nacional la que impulsa los cambios en la política mexicana sino del exterior también se exige que el pueblo mexicano no se rezague respecto a las naciones más avanzadas y comprometidas con la legalidad, la protección de los derechos humanos, la democracia, la República y todo lo inherente al bienestar humano.

Al final, la corrupción de un gobierno no puede ser la respuesta al buen gobierno y tal gobierno no puede ser el promotor del cambio sino su enemigo. Todo aquel que no participa en el movimiento democratizador de la política es, su cómplice y su víctima. El pueblo tiene la más alta responsabilidad en la transición hacia la democracia y el ciudadano concreto, individualizado la responsabilidad de darle impulso constante a ese movimiento. El idealismo chabacano se impone altas expectativas sin ningún costo, un movimiento consciente se impone objetivos concretos a sabiendas de los peligros y costos.  




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