Bien,
no hablo sobre el idealismo de Platón o el Idealismo kantiano o sus derivados
sino de la forma común que tiene la gente de construir el mundo imaginario que
cree que le correspondería vivir en contra posición al mundo real. Un mundo
ideal a la manera del pregonado por John Lennon
con su clásica melodía: Imagine. No es malo crear mundo de ese tipo
cuando son posibles en alguna de sus partes o como simple desahogo de la vida
cotidiana; sin embargo, esto no se puede llevar al campo total de la realidad y
mucho menos a la política. Mundo de locos, ambiciosos, enfermos por el poder
donde se dan rienda suelta los instintos más bajos, las acciones y actos más
brutales. Allí se necesita estar hecho para toda clase de traiciones y el
pueblo llano en general no está dotado para lidiar contra los amos de la mentira.
Para
cambiar el escenario político hace falta que el pueblo intervenga (El
Neoliberalismo hace que la intervención ciudadana sea ineludible), sea con un
plan más o menos ya definido e ir perfeccionando el plan en su aplicación. Los
ingenuos creen que se puede cambiar sin más la política, los pesimistas lo
reputan imposible. No obstante se debe estar preparado para el cambio, desearlo
y poner manos a la obra con todas sus consecuencias. Las consecuencias sobre la
política non pueden ser otra cosa que la democratización y la ciudadanización
de la misma y el acotamiento del poder de los funcionarios públicos.
El
régimen político autoritario en México se niega a morir y tiene en los
gobernantes, políticos y dueños de las trasnacionales sus defensores acérrimos con
mismo objetivo: hacer los más grandes negocios cobijados por el endeble marco jurídico
y la aplicación de la ley muy débil y turbia. No es otro el grito desesperado
durante toda la historia del pueblo mexicano que “Muera el mal gobierno”. En
definitiva a la clase política no le interesa la democracia ni la República,
donde se debe tener objetivos comunes en bien del colectivo general y la
igualdad jurídica y la igualdad como seres humanos con las mismas oportunidades
de trabajo, educación, de seguridad pública, económica y todo lo que sea
concomitante o deriva de la democracia y el republicanismo.
Toda
la historia, con sus salvedades, se ha visto como la clase política se ha
abrogado para si el ejercicio de la soberanía dejando al pueblo solo el titulo honorifico.
Para mantener al pueblo sometido se han usado todo tipo de métodos: el engaño,
la simulación, las cárceles, las desapariciones forzadas, los asesinatos, la Doctrina
Estrada, la represión bajo un marco jurídico hecho a modo para que gobernantes
y políticos queden impunes. Los peores crímenes cometidos por el gobierno en
turno en sus tres niveles nunca han sido castigados. Esa es, la garantía que
tienen los gobernantes y políticos en México: la inmensa impunidad. Esto es, lo
que los políticos defienden con tanto ardor y dispuestos a cometer cualquier delito
por más sangriento o grave que este sea.
Ahora
bien, es posible cambiar este lamentable estado de la política con la participación
del sector pensante, de los políticos demócratas y republicanos, de los
estudiantes, de los artistas, de los pueblos diversos del mundo, de las organizaciones
civiles, de los luchadores sociales. Los buenos sacerdotes y todos aquellos que
sienten como imperioso el cambio hacia una República democrática. Todo esto de
manera generalizada en todo el territorio nacional y más allá. En efecto, sin
un plan definido no se puede cambiar la realidad de manera efectiva y positiva,
de la misma manera no se puede obrar sin las personas de acción, los grupos de acción.
Son tan importantes los que piensan el plan como los que lo ejecutan. No debe
haber supremacía entre uno y otro grupo sino trabajo coordinado. No hay
gobierno que pueda resistir un empuje de tal envergadura.
En
México se está formando este movimiento generalizado que va en busca del
cambio, del autoritarismo y la impunidad hacia la República democrática. Gobernantes
y políticos, en general, se oponen a los cambios con toda sus fuerzas y
poniendo en práctica todas las formas de represión y simulando medidas democráticas.
Sin embargo, si el movimiento democrático sigue creciendo no habrá forma de que
el gobierno y políticos puedan detenerlo. No hace falta que toda la nación mexicana
ejerza la soberanía nacional sino solo los mexicanos en los diversos sectores,
es decir, los más pensantes y de acción. Un pueblo que tiene el ejercicio de su
soberanía tiene todo lo necesario y suficiente para cambiar su forma de
gobierno sin importar lo que digan o hagan los políticos. En tiempos de crisis
no son los políticos sino el pueblo el que tiene la fuerza y los medios para
cambiar la realidad.
A
los idealistas y a los pesimistas se les recomienda la mayor prudencia y su unión
con los revolucionarios del pensamiento y de la acción. No es, solo la exigencia
nacional la que impulsa los cambios en la política mexicana sino del exterior también
se exige que el pueblo mexicano no se rezague respecto a las naciones más
avanzadas y comprometidas con la legalidad, la protección de los derechos
humanos, la democracia, la República y todo lo inherente al bienestar humano.
Al
final, la corrupción de un gobierno no puede ser la respuesta al buen gobierno
y tal gobierno no puede ser el promotor del cambio sino su enemigo. Todo aquel
que no participa en el movimiento democratizador de la política es, su cómplice
y su víctima. El pueblo tiene la más alta responsabilidad en la transición hacia
la democracia y el ciudadano concreto, individualizado la responsabilidad de
darle impulso constante a ese movimiento. El idealismo chabacano se impone
altas expectativas sin ningún costo, un movimiento consciente se impone objetivos
concretos a sabiendas de los peligros y costos.
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