La
práctica del Derecho, es vista por el común de la gente como una cosa
incomprensible, enredada, difícil y no es, muy raro que los abogados también consideren
que poseen el saber máximo, la ciencia misma de las leyes. No obstante la
dificultad que representa cursar la carrera de Derecho en su nivel de
licenciatura para ejercer su práctica, esta debe tenerse por la escala más baja
del Derecho mismo.
Todo
aquel que obtenga el título y su correspondiente cédula profesional tan solo ha
pisado con pie poco ducho el umbral de la ciencia del Derecho. Si se toma en
cuenta la mala calidad de la educación en México se tendrá ya el primer obstáculo
para aprehender lo básico. A lo anterior, agréguese la falsa idea que tiene el
estudiante sobre la parafernalia que envuelve la práctica sin lograr ver tras
bambalinas la verdad real. Pero la cosa no acaba aquí, aproximadamente el 90%
de los maestros que enseñan el Derecho desconocen la practica en todas sus
formas. Son teóricos al ciento por cien. La teoría y la practica están en total
divorcio ni siquiera se les permite el concubinato.
De
vez en cuando se ve un grupo bien vestido de futuros abogados llegar a las
instalaciones de los tribunales a husmear el lugar con una alegría inmensa. No sé
qué agregado sustancial pueden allegarse con una visita turística.
Toda
la enseñanza del Derecho tiene como objeto el aprendizaje del Derecho como un
dogma. Se trata pues, de recorrer todo el plan de estudios con miras a conocer
lo que ya está hecho sin agregarle un ápice de conocimiento a lo establecido.
Sin embargo, se les crea a los alumnos la ilusión de estar entrando a la
ciencia misma del Derecho, sin ningún sustento.
La
práctica del Derecho por otro lado, tiene como bases más un tecnicismo en la
misma línea dogmática y la diferencia entre el buen abogado, el excelente
abogado u otros grados no está basada, por lo regular en el conocimiento dogmático
y su técnica dogmática sino en el trato y las relaciones que se puedan tener,
desde con los titulares de los juzgados hasta los comisarios de los juzgados. Esto
sin tocar otras prácticas mucho más dañosas.
Se
podría pensar que en la maestría y doctorado la cosa cambia. La misma suerte
corre la enseñanza en tales niveles. Es asombroso ver como se consiguen grados
sin conseguirse conocimientos nuevos. Esto quizá no sea lo más grave. Lo más
grave es, que ni siquiera se sospecha que se estén aprendiendo dogmas y se siga
creyendo con todo orgullo que se está en el suelo fértil de la ciencia del
Derecho. No hay tal.
Para
lograr la verdadera ciencia del Derecho se necesita abandonar la dogmática y
entrar a la crítica del Derecho para saber sus alcances, sus limitaciones y
encontrar las nuevas teorías que tengan como objeto las nuevas relaciones en
esta nueva época en donde las relaciones tradicionales de los sujetos del
Derecho han variado de forma significativa. La modificación del Estado por
parte del poder económico requiere una nueva teoría, un nuevo Derecho que vayan
acorde a estos momentos. De la misma manera, la ciencia, la tecnología y las
nuevas relaciones globales requieren sus correspondientes teorías y Derecho
para una mejor convivencia global.
Es
urgente en México reformar la enseñanza del Derecho e, ir en pos de la
verdadera ciencia para no seguir reciclando teorías ajenas que poco o cosa
alguna aportan a la realidad mexicana.
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