En
México la corrupción ha logrado penetrar a toda la sociedad, en todos los
niveles y a todos los órganos e instituciones. El grado de corrupción en todo
el Estado mexicano está sobre diagnosticado. Ante este panorama se puede pensar
que es, ridículo y hasta una imbecilidad que no se pueda cambiar este régimen
corrupto. No obstante, existen factores que impiden pasar a sanear el sistema e
imponer la democracia, la justicia, el combate a la corrupción y la rendición
de cuentas entre otras muchas cosas más, concomitantes o como derivados de una
República democrática.
El
régimen político corrupto en México esta sostenido por los propios órganos,
Legislativo, Ejecutivo y Judicial así como demás organismos e instituciones de
gobierno. La corrupción ya era un enorme problema durante el gobierno del
partido único y se creyó que con el surgimiento de otros partidos y el acceso
de los mismos al poder se daría un paso hacia la democracia. Resultó que los
partidos de oposición al llegar al gobierno ingresaron al sistema de corrupción
robusteciéndolo a grados inauditos. La democracia solo fue un espejismo y una
esperanza malograda.
Por
si esto fuera poco se adoptaron las órdenes de los organismos exteriores y se
implantaron las reformas estructurales que no son otra cosa que la
privatización de todos los bienes y servicios así como la explotación de todos
los recursos naturales, flora y fauna, minería y energía y la concesión
(privatización), del territorio mexicano por sobre los titulares de los
derechos agrarios, de terrenos privados y todo aquello que sea comercialmente
rentable.
Por
el momento y al parecer, no se puede detener de sopetón el avance y la
hegemonía del Neoliberalismo pero, haberlo impuesto en México bajo las
condiciones de corrupción imperantes solo podía tener como consecuencia la
profundización de la corrupción y su institucionalización descarada. Se sabe
que los presidentes mexicanos han sido corruptos y tiránicos pero el actual ha
llegado al grado de serlo públicamente sin tener el mínimo recato o vergüenza.
Ahora bien, si el gobierno en sus tres niveles fuera el único corrupto, a pesar
de lo grave no sería tan difícil de cambiar, sin embargo, a los gobernantes se
le suman los políticos que pretenden llegar al poder. En efecto, los partidos
políticos fungen más como plataformas de planeación para acceder a los
beneficios privados del sistema corrupto que como entidades políticas en busca
y lucha por la democratización del poder. No hay día alguno en que no se sepa
de un acto de corrupción por parte del presidente de la República, su gabinete
y políticos de todos los partidos.
La
cosa se agrava en virtud de estar, gobierno y políticos, apuntalados por la
iniciativa privada. Son los empresarios de todos los rubros los que tienen el
mayor interés porque se privaticen todos los bienes, servicios y todo lo que se
les prometa ganancias. Es bien sabido que, en las obras públicas,
adquisiciones, concesiones y todo lo que tenga que ver con el funcionamiento
del Estado los gobernantes y políticos al lograr concretar alguna obra tienen
como beneficio el cobro del veinte por ciento para su beneficio personal. Se ha
hecho público que el presupuesto anual en México es de cuatro billones de
pesos, bien, el veinte por ciento, de esta cifra es el tamaño de la corrupción
y mucho me temo que hay cifras que no se conocen.
Las
grandes trasnacionales mexicanas y extranjeras sostienen este régimen corrupto
porque a pesar de saber la gravedad de estos actos ilícitos saben muy bien que
salen ganando. Los grandes negocios dejan para estos tres sectores:
gobernantes, políticos e iniciativa privada, pingues ganancias nunca antes
vistas.
Para
que las cosas no pasen a mayores, ya que se ha pasado, de una sociedad cerrada
a una sociedad abierta que reclama, se tiene al sistema judicial para darle
cariz de legalidad a los actos ilegales de corrupción, teniendo los imputados,
a lo más una sanción laxa que se puede no cumplir nunca.
Por
el otro lado, se tiene al pueblo ignorante, pobre y pasivo (sin que estos
rubros tengan un significado peyorativo). Se mantiene al pueblo ignorante para
que no tome consciencia de sus derechos humanos, garantías individuales,
derecho al trabajo, a la seguridad pública, a la educación y a todos los rubros
que deben estar a la mano del pueblo. Por la pobreza se hace permanente el sistema político ya que
permite a los gobernantes y políticos simular la democracia y la compra de
voluntades a precios irrisorios. La pasividad proviene de diversos factores: la
incesante necesidad de alimentarse día a día sin lograr satisfacer más allá de
dos días lo necesario en alimentación, el pago de colegiaturas, pasajes,
vestido, calzado y las demás cosas necesarias de la vida cotidiana, la
desesperanza, las leyes, la tradición, la religión, la fuerza del Estado
concretizada en la violencia llamada legitima, las cárceles, la represión, las
desapariciones forzadas, los asesinatos y el terror pánico.
Los
mexicanos que tienen consciencia y que luchan día a día por imponer la
democracia aun no llegan al número necesario para cambiar este régimen corrupto
por uno que permita el desarrollo de la nación mexicana con todo su potencial.
Es por ello, que es imperioso que, más mexicanos tomen consciencia y se unan a
la lucha por la transformación de la República, de facto, monárquica, a una
República democrática en donde impere la ley y, la desigualdad no tenga y
mantenga a los seres humanos en la indignidad. Es tan indigno que unos cuantos
tengan bienes materiales exorbitantes como que la mayoría no los tengan. En
ambos casos se pierde la humanidad. No se crea que los millonarios son más humanos
por la mera tenencia de lo material en abundancia como se cree de común. Eso,
no es, más que un prejuicio que los hace nadar entre cosas y todo es
mediatizado por lo material al punto de hundirlos en la ceguera más espantosa y
vil.