jueves, 27 de febrero de 2014

ABRIENDO CONFRONTACIONES





Pero ¿por qué Galileo se metió en el problema?. ¿Por qué encontró oposición, considerando que setenta años antes el heliocentrismo no había causado agitación?.Porque en esos setenta años el clima de opinión dentro de la iglesia Católica había cambiado. Este cambio de clima, para ponerlo en términos simples, fue el resultado de la Reforma Protestante –un amplio movimiento de reforma dentro de la iglesia Católica, la cual alcanzó su clímax en la primera mitad del siglo dieciséis y culminó en la división áspera de la Europa occidental en la mitad Protestante y la otra Católica. Naturalmente los líderes de la iglesia Católica reaccionaron a semejante evento catastrófico, habiendo perdido la mitad de Europa como el resultado de lo que fue construido como una relajación de la política hacia los disidentes y la controversia, ellos se volvieron cautelosos. Guiados por los principios que emergieron del Concilio de Trento (1545-63), dieron pasos gigantes para convertir a la iglesia en centralizada, en burocracia autoritaria capaz de imponer la creencia ortodoxa. La burocracia de la iglesia fue un gran problema, más preocupada en la controversia que lo que la iglesia había sido. Y tomó una vista mucho más estricta de la interpretación bíblica, moviéndose(en los años después de Trento), hacia el literalismo y negando la adopción de cualquier interpretación no sancionada por la tradición de la iglesia o los padres de la iglesia. Un decreto sobre la interpretación de las Escrituras que emergió del concilio dice:

El Concilio decreta que en materia de fe y moral…. ninguno, dependiendo de su propio juicio y distorsionando las Sagradas Escrituras, de acuerdo a sus propias concepciones, no se atreva a interpretarlas contrariamente al sentido de la Sagrada Madre Iglesia, a quien pertenece juzgar su verdadero sentido y significado, sostenido     o contrariamente al acuerdo unánime de los padres.

Estas reglas enfáticas fueron una repudiación de la noción Protestante de que las Escrituras están solas con su propia autoridad para la creencia y práctica cristiana, de ninguna manera dependiente de la tradición de la iglesia.

Los problemas de Galileo comienzan pronto, después de la publicación del “Mensajero Estelar”, En 1611, el hace una visita en persona a Roma para suplicar por el caso de sus descubrimientos telescópicos. Los Jesuitas en el Colegio Romano confirmaron sus observaciones telescópicas (pero no la interpretación heliocéntrica que les dio), y lo trataron como una celebridad. De cualquier forma, de regreso en Florencia Galileo intentó apremiar el caso del heliocentrismo comenzando por irse a la oposición. La cosmología siempre ha sido moderadamente un punto sensitivo, y el asunto de Giordano Bruno, diez años antes quizá había incrementado el peligro. Poniendo una amenaza al sentido literal de ciertos pasajes de las escrituras, el heliocentrismo llegó a ser de interés alrededor de la oposición a Galileo entre los conservadores Dominicanos florentinos que podría unirlos. Tres años después, la controversia sobre las manchas entre el astrónomo Jesuita Cristopher Scheiner y Galileo resultó en una refrescante relación entre Galileo y sus amigos jesuitas y apoyadores.

Casi al mismo tiempo, Galileo estaba atrapado en un debate con respecto a la posible movilidad de la tierra que había comenzado durante el desayuno en la corte de los Medicis (reportado a Galileo por su amigo y estudiante Benedetto Castelli). Particularmente algo preocupado por Galileo y su campaña cosmológica por el grado al cual los participantes en este debate estaban preparados para decidir el punto de acuerdo a las Escrituras. Había claramente una necesidad, percibida por Galileo, para una sofisticada discusión de los principios de interpretación (o exegesis) aplicable al contenido alegado en las Escrituras. Galileo vio como suministrar esa discusión en una carta abierta a Castelli –una carta a mano que pronto estaba circulando en múltiplescopias. Galileo afirmaba en esta carta que el solo propósito de la Biblia era persuadir a los lectores “de esos artículos y proposiciones las cuales son necesarias para … la salvación y superar toda la razón humana”. Cuando el texto bíblico sobrepasa esos límites dirigiendo la materia que está dentro del alcance de la experiencia sensorial y el conocimiento racional. Dios no espera dar esa capacidad para abandonarla. En este orden debe ser ampliamente entendidos, los escritores bíblicos acomodados ellos mismos a las concepciones populares, consecuentemente, en materia de disputa científica, la interpretación no necesita ser limitada a la “aparente significado de las palabras”. Se sigue que los teólogos, antes de comentar entre ellos mismos una interpretación de tal pasaje, pueden estar notificados de examinar los argumentos demostrativos de científicos y filósofos naturales.

Galileo se había embarcado en un curos peligroso. En su carta (subsecuentemente extendida y publicada como la Carta a la Gran duquesa Cristina), articulaba principios de la interpretación bíblica emanados de Agustín (354-430), y aceptadas dentro de la organizada Cristiandad. Sin embargo, advertido por un laico que tales materias no eran bienvenidas por los teológicos y otros oficiales de la burocracia de la iglesia, particularmente cuando eso advertía estar en marcha (en su buena volunta para empujar al lado la opinión de los padres de la iglesia, también el sentido literal de las Escrituras) así como, obviamente contra la opinión exegética prevaleciente como la que se había desarrollado dentro de la iglesia desde Trento.

La carta de Galileo provocó una fuerte reacción, aun en gran parte local. El obispo de Fiesole (un pueblo en la colina afuera de Florencia) llamado por el encarcelamiento de Copérnico. El obispo ignoraba que Copérnico había muerto hacia setenta años; solo sabía que este Copérnico era una amenaza y debía ser sacado de las calles. Un poco después, un miembro, el más anciano, de la orden Dominica, Nicolo Lorini aseguró una copia de la carta de Galileo  la envió a la Inquisición (la agencia en Roma encargada de la correcta creencia y el trato en materia de herejía, también conocido como el “Santo Oficio”). En la cubierta de la carta, Lorini acusaba a Galileo de adoptar un imprudente y posiblemente principios heréticos sobre la exegesis bíblica.

Galileo no sabía de esta acusación específica, pero estaba consciente que el problema estaba amenazando y decidido fue a Roma una vez más a preparar su propio caso personalmente dentro de los corredores del poder.  Estaba convencido de tener los argumentos científicos decisivos e ingenuamente supuso que tales argumentos podrían acarrearle la victoria sobre la oposición geocéntrica. Además, los recuerdos de la visita triunfante en Roma hacia unos pocos años antes le alentó el optimismo. Una vez en Roma (al final de 1615 y al inicio de 1616), Galileo estaba hecho totalmente una figura argumentando su caso con pasión donde quiera que tuviera oportunidad representándose así mismo. Discutía frecuentemente en medio de quince o veinte invitados que hacían acalorados asaltos sobre él, ahora en su casa, ahora en otra casa. Pero estaba bien preparado para que se rieran; y si bien su novedad de su opinión no dejaba a las personas persuadidas, aun revelaba el frenesí de la mayoría de los argumentos con los cuales sus oponentes trataban de vencerlo. Lunes, … en la casa de Federico Ghislieri, llevó a cabo un maravilloso banquete; y lo que más me gusto fue que, antes, preguntando los argumentos contrarios, los amplio y los resistió con nuevos motivos que parecían invencibles, así que, en subsecuentemente los demolió, el hizo parecer ridículos a sus oponentes.

El embajador florentino en Roma, quien tenía la obligación de proteger a Galileo, no estaba contento. Informando al gran duque de Toscana, escribió que Galileo “es vehemente y testarudo y muy trabajador en su materia; y cuando él está cerca, es imposible escapar de sus manos, Y este asunto no es una broma, pero puede llegar a tener grandes consecuencias, y el hombre (Galileo) está aquí bajo nuestra protección y responsabilidad”.

Galileo recibe plena atención pero no convence a la gente entre quienes se encuentra (aunque ciertamente tenia quienes lo apoyaban). Su arrogancia, estilo impetuoso parecía, en balance, haber sido más efectivo en meterlo en problemas y hacer enemigos antes que (como el esperaba) calmar las aguas. En efecto, cerca del fin de febrero de 1616, mientras Galileo estaba aún en Roma, la Inquisición, finalmente actuando sobre los cargos hechos diversos años antes por Lorini, censuró dos posiciones que encarnaban lo esencial del sistema  heliocéntrico: que el Sol esta en reposo en el centro del universo y que la tierra está en movimiento alrededor de este. Los consultores de la Inquisición declararon esas proposiciones por ser “filosóficamente absurdas”, y cualquiera de las dos “formalmente herética” (la proposición primera), o “al menos errónea en la fe” (la posterior. El decreto publicado puso al Revoluciones de Copérnico en el Índice de los Libros Prohibidos “mientras se corrige”. Allí permaneció hasta 1835.
                                                  
¿Qué yacía tras esta decisión de la Inquisición?. En los más simples y específicos términos, el problema erasí o no consistente la hipótesis heliocéntrica con la enseñanza tradicional de la iglesia (basada en una lectura literal de los pasajes bíblicos que parece dirigirse, directa o indirectamente en materia cosmológica). El punto más grande que yacía tras de este problema fue de la autoridad epistemológica: ¿son las afirmaciones de verdad cosmológicas dependientes de la ciencia o de la teología en conclusión, sacado de la razón y la experiencia de los sentidos o del contenido de la revelación bíblica como interpretada por los padres de la iglesia?. Y ambas deben ser tomadas en cuenta, ¿cómo compiten las afirmaciones teológicas y cosmológicas para ser adjudicadas?, La razón y el sentido, Galileo afirma, enseñaba la movilidad de la tierra. Pero la revelación literalmente interpretada, decían los lideres teológicos, enseñaban su fijeza. La mitad de una docena de pasajes de la Biblia fueron apelados por los teólogos. Dos de ellos hablaban del punto con particular claridad:

Eclesiastés 1:5: El sol sale y se pone y se apresura al lugar de donde surge.

Salmo 93:1:… el mundo (i.e la tierra) establecida; nunca puede ser movida.

Hay manifiestamente expresiones de cosmología geocéntrica. Un tercer pasaje también produce fácilmente una interpretación geocéntrica:

Joshua 10:12-13: Entonces Joshua habló al Señor en el día cuando el Señor dio a Amorites a los hombres de Israel y dijo en vista de Israel, “Sol, tu detente en Gibeon y tu Luna en el valle de Aijalon”. Y el sol permaneció quieto y la Luna se detuvo, mientras la nación tomaba venganza de sus enemigos.

Nota que Joshua manda al sol detenerse en violación de lo que obviamente era usualmente su estado natural de movimiento. Si fuera el cosmos heliocéntrico, Joshua hubiera estado obligado a ordenar a la tierra cesar su rotación sobre su eje.

Sumado a esos textos bíblicos fue más allá de una consideración epistemológica. Esto fue sostenido por los líderes teológicos, ambos Católicos y Protestantes, que las ciencias naturales fueran un principio incapaz de determinar la verdad del sistema del mundo con certeza. Solo el Creador sabía lo que yacía detrás del movimiento celestial: el intelecto humano no tiene acceso a este conocimiento divino. No podemos escalar los cielos para encontrar lo que realmente sucede y la clase de evidencia desde nuestro punto de vista terrenal simplemente no arregla la materia. La misma lección fue enseñada por la tradición astronómica ptolemaica, la cual había estado dominada por las fuertes tendencias “instrumentalistas” – tratando los modelos matemáticos para los planetas como meros instrumentos matemáticos, diseñados para predecir posiciones observadas pero no para describir la realidad celestial.

Dados esos argumentos, ¿qué podría nivelar la hoja vista como miembro de la Inquisición?. En el lado de la cosmología geocéntrica estaban claras las declaraciones bíblicas para efectos de que el Sol se mueve mientras la tierra esta fija. De parte de la cosmología las pruebas no científicas, sino los argumentos y las opiniones científicas, afirmando dentro de un clima que en caso de lanzar la duda sobre la habilidad del intelecto humano para siempre descubrir la verdad del sistema cosmológico. Esto no fue (como los miembros de la Inquisición lo vieron) divinamente inspirado en las certezas bíblicas contra el convencimiento de las demostraciones científicas, pero las certezas bíblicas contra las probables conjeturas científicas. Desde la perspectiva de la iglesia, no pudo haber una elección cómoda.

Esto sedujo, desde una perspectiva moderna, para los propósitos que los principales teólogos de la iglesia debía modificar su interpretación de los relevantes textos bíblicos en orden para meterse en el paso de la opinión científica. Pero debemos guardar en mente que la posición adoptada por la Inquisición era un paso con la mayoría, sino al último, la opinión científica. Y esto hubiera sido el más extraordinario evento de sus miembros tomando medidas elaboradas para abandonar sus propias profundas opiniones de interpretación bíblica, también las opiniones de la cosmología tradicional de los padres de la iglesia mientras, simultáneamente, rechazando la mayoría de las opiniones de astrónomos calificados.

Retornemos brevemente al curso de los sucesos. La Inquisición formalmente censuró en 1616 el heliocentrismo, declarándolo falso y herético. Pero Galileo no enfrentó peligro personal. Fue acusado sin delito, no fue declarado herético. Simplemente fue citado por el Cardenal Roberto Bellarmino, representante de la Inquisición e informado de que el heliocentrismo había sido declarado falso y herético y no debía ser sostenido ni defendido. Un sobreviviente de una declaración jurada por  Bellarmino la declaración de Galileo tenía:

Siendo notificado de la declaración hecha por el Santo Padre y publicada por la Sagrada Congregación del Índice, que contenía que la doctrina atribuida a Copérnico (que la tierra se mueve alrededor del sol y el sol yace en el centro del mundo sin moverse del este al oeste) es contraria a las Sagradas Escrituras y por lo tanto, no puede ser defendida o sostenida.

De cualquier modo, el archivo de Galileo en la Inquisición contenía otro documento que figura prominentemente en la historia del asunto Galileo. Este documento, un memorándum fechado el 26 de febrero de 1616, asegurando que la reunión entre Galileo y Ballarmino fue también atendida por el comisario general de la Inquisición, Angelo Segizzi, quien ordenó a Galileo “abandonar completamente… la opinión de que el sol está quieto en el centro del mundo y la tierra se mueve y de aquí en adelante no sostener, enseñar o defenderlo de cualquier manera, ni oralmente o en escritos”. La importancia de este documento si es auténtico es que el punto ordenado por Sigizzi, amenazaba toda la discusión del heliocentrismo, fue sutil pero significativamente más allá de la orden publicada por Bellarmino el cual simplemente no gusto a Galileo, no para “defender o sostener” (como verdad) la hipótesis heliocéntrica. Pero, ¿es autentico el documento?. Probablemente, si bien la opinión contraria ha sido vigorosamente defendida. De una u otra manera, encontró su camino el archivo de Galileo en la Inquisición, allí permaneció, esperando ser usado en contra de Galileo en el juicio de 1633.

El decreto de 1616 trajo un alto en la campaña pública de Galileo en defensa del heliocentrismo. Galileo regresó a Florencia, donde volvió a la necesidad de búsqueda de otros intereses científicos. Hacia el fin de 1618 tres cometas pasaron a través de los cielos Europeos en rápida sucesión. Esos cometas causaron considerable agitación y sacaron cierta cantidad de comentarios sobre la naturaleza de los cometas, incluyendo intentos por extraer del fenómeno de los cometas, argumentos conclusivos contra el heliocentrismo. Galileo cayó en controversia con un profesor jesuita de matemáticas, Orazio Grassi, quien había escrito sobre el tema; y los dos pronto estuvieron atacándose uno al otro en tratados seudónimos y a través de intermediarios. La controversia terminó en la publicación de Galileo de un tratado, El Ensayador (1623) – entre otras cosas un cortante ataque a Grassi en el cual Galileo lo acusaba de comportamiento rudo, fraude y robo intelectual. El Ensayadorestableció en adelante la fundación de un informe mecanicista de la naturaleza y después emergió como un acontecimiento histórico en el desarrollo de la ciencia del siglo diecisiete pero su importancia para Galileo y el heliocentrismo yace en el envenenamiento de las aguas entre Galileo y los jesuitas los cuales Galileo había controlado, hasta ahora, manteniendo relaciones amigables. 


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