La
abogacía, es decir, la práctica jurídica ante los tribunales, es la parte más
baja y vulgar del Derecho. Es bien sabido que la impartición de justicia en
México es un total desastre y calamidad, tanto por su lenta marcha como por su
innegable corrupción. No se puede entrar a los juzgados sin salir impregnado
del tufo de las malas prácticas y las aborrecibles conductas que allí se dan.
Debería ser un delito menor la abogacía y un delito mayor funcionario dentro
del órgano judicial. Al parecer, reciben patentes de Corso tales funcionarios.
Tan
feos y aborrecibles hechos tienen su base en el mero pragmatismo, en la
ausencia de consciencia, en la ignorancia del quehacer del abogado; eso se
corrobora al encontrar que la característica más apreciada, tanto por el vulgo
como por el mismo abogado, es el de la efectividadpara
ganar casos a como dé lugar, en otras
palabras, su capacidad de entender el funcionamiento de los tribunales y
aditivo para el efectivo funcionamiento de los juzgados lo es, la corrupción
imperdonable de los funcionarios de los juzgados de todo tipo pero más profunda
en los del fuero común.
Como
efecto del pragmatismo se tiene el abandono del pensamiento profundo de los
fines del Derecho personificado en sus actores. La justicia es muy difícil
encontrarla en las decisiones judiciales. Amargamente se quejaba un filósofo
maestro mío de que las verdades jurídicas nunca casaban con la verdad real. En
efecto, las verdades judiciales raramente empatan con los hechos reales. Se
tuerce la realidad a tal grado que vista desde fuera no puede verse sino como
un adefesio torturado a mas no poder.
En
las decisiones judiciales el legislador a puesto ya, de antemano, un estrecha
vereda para la valoración de las pruebas y cuando se deja al arbitrio del
juzgador la valoración y aun la búsqueda de la verdad, los jueces son timoratos
y cuando no se compran voluntades para obtener sentencia favorable.
No
se hacen nuevas teorías acordes a la realidad actual y no habiendo nuevas
perspectivas teóricas se viene funcionando en Derecho con teorías viejas y
desatinadas. Esto apenas y si es un esbozo del sistema judicial en México. Todo
el sistema está débil, lento y corrompido por todos lados; todo se cae o mal
funciona. Esta para llorar pero como buenos actores en su sentido literal los
abogados nos sentimos ridículamente importantes sobre el escenario. Todo esto
grita una profunda reforma. Claro a los gobernadores (verdaderos mandones sobre
los órganos estatales, judicial y legislativo) no les convienen las reformas ni
la autonomía de dichos órganos. Al parecer seguiremos, fatalmente, padeciendo
dicho mal. Se olvida de donde se viene y a donde se va con ese pragmatismo
lustroso pero hueco de todo vitalismo y de todo pensamiento valioso.
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