miércoles, 26 de febrero de 2014

IURE (CON DERECHO)




La abogacía, es decir, la práctica jurídica ante los tribunales, es la parte más baja y vulgar del Derecho. Es bien sabido que la impartición de justicia en México es un total desastre y calamidad, tanto por su lenta marcha como por su innegable corrupción. No se puede entrar a los juzgados sin salir impregnado del tufo de las malas prácticas y las aborrecibles conductas que allí se dan. Debería ser un delito menor la abogacía y un delito mayor funcionario dentro del órgano judicial. Al parecer, reciben patentes de Corso tales funcionarios.

Tan feos y aborrecibles hechos tienen su base en el mero pragmatismo, en la ausencia de consciencia, en la ignorancia del quehacer del abogado; eso se corrobora al encontrar que la característica más apreciada, tanto por el vulgo como por el mismo abogado, es el de la efectividadpara ganar casos a como dé lugar, en otras palabras, su capacidad de entender el funcionamiento de los tribunales y aditivo para el efectivo funcionamiento de los juzgados lo es, la corrupción imperdonable de los funcionarios de los juzgados de todo tipo pero más profunda en los del fuero común.

Como efecto del pragmatismo se tiene el abandono del pensamiento profundo de los fines del Derecho personificado en sus actores. La justicia es muy difícil encontrarla en las decisiones judiciales. Amargamente se quejaba un filósofo maestro mío de que las verdades jurídicas nunca casaban con la verdad real. En efecto, las verdades judiciales raramente empatan con los hechos reales. Se tuerce la realidad a tal grado que vista desde fuera no puede verse sino como un adefesio torturado a mas no poder.

En las decisiones judiciales el legislador a puesto ya, de antemano, un estrecha vereda para la valoración de las pruebas y cuando se deja al arbitrio del juzgador la valoración y aun la búsqueda de la verdad, los jueces son timoratos y cuando no se compran voluntades para obtener sentencia favorable.

No se hacen nuevas teorías acordes a la realidad actual y no habiendo nuevas perspectivas teóricas se viene funcionando en Derecho con teorías viejas y desatinadas. Esto apenas y si es un esbozo del sistema judicial en México. Todo el sistema está débil, lento y corrompido por todos lados; todo se cae o mal funciona. Esta para llorar pero como buenos actores en su sentido literal los abogados nos sentimos ridículamente importantes sobre el escenario. Todo esto grita una profunda reforma. Claro a los gobernadores (verdaderos mandones sobre los órganos estatales, judicial y legislativo) no les convienen las reformas ni la autonomía de dichos órganos. Al parecer seguiremos, fatalmente, padeciendo dicho mal. Se olvida de donde se viene y a donde se va con ese pragmatismo lustroso pero hueco de todo vitalismo y de todo pensamiento valioso. 

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