Es
muy común que se crea que las personas que han alcanzado títulos y grados
académicos, son los que saben y conforman el motor que mueve al mundo. Cosa
falsa. Quienes mueven al mundo y nos hacen bailar a su ritmo lo son, los burgueses.
Eso no quiere decir que sean inteligentes e infalibles; no, a menudo los vemos
actuar estúpida y mecánicamente. Sin embargo, son los que tienen las riendas de
la economía. Pero, volvamos a los que son “leídos y escrebidos”, dice, el buen
vulgo. Es significativo que al platicar con ingenieros, abogados, arquitectos,
doctores, maestros de todos los niveles académicos, incluso algunos con grados
de maestría y doctorado, se encuentre uno con que tienen anidada en la cabeza
la “docta ignorantia”, no saben más que un poco de su profesión y de una manera
acrítica; siguen los patrones trazados por otros sin chistar lo mínimo. Bastan
cinco a lo máximo diez minutos para darse plena cuenta de que su saber es un
saber chabacano y que no pueden traspasar el umbral de las vagas nociones. En
un dialogo sobre su ciencia se pierden fácilmente, no se diga sobre otros temas
más alejados de su epicentro académico. Dan traspiés en casi todo. Es lastimoso
verlos tratar de caminar entre las sendas espinosas y escarpadas del
conocimiento.
Una
sociedad que no se preocupa y ocupa por tener un sistema e4ducativo que
encamine a los estudiantes hacia las lejanas costas del conocimiento para ir en
busca del verdadero conocimiento, está condenada a pasar por la vida como mera
comparsa de otras naciones mejor preparadas.
Tal es el caso de la sociedad mexicana. Bien se puede ver que existe un
extendido pragmatismo en toda la
sociedad mexicana. Los estudiantes universitarios quieren obtener un título
para darse un tono de sapiencia; sus maestros se han refugiado en ese estúpido
conjunto llamado “Las vacas sagradas”, que al punto se ve que solo tienen la
teoría hueca en sus cabezas huecas y ninguna práctica.
Este
sistema educativo ha tenido sus efectos nocivos: el pragmatismo raquítico en la
política. Desde siempre se sabe que a los políticos no se les da eso del pensar
con claridad debido a su casi nula educación aplicada a los problemas reales.
Pero a últimas fechas se ha agravado la cosa dado que ha surgido un político
tipo. Sus características son variadas pero la fundamental, es la misma de
siempre; por un lado hacer tanto dinero en lo personal; por el otro, ser
pragmáticos, es decir, prácticos sin teoría o ideología propias.
No
hace más de un año Peña Nieto se declaraba pragmático y no puede ser de otro
modo, es pública su ignorancia y excesiva torpeza. Por estos días la revista
Time publicó sendas alabanzas hacia el presidente de México, la paradoja es que
el mismo aludido no es capaz de comprender ni español y mucho menos en ingles
lo que de él, se dice. Esto sería solo una anécdota si no fuera porque hay
legiones de doctos que muestran su ignorancia a cada paso de la vida.
La
lista de pragmáticos sigue. No hace mas mucho el senador Miguel Barbosa
declaraba que él era pactista y que pactaría (y de hecho ese es su fin), con
cualquiera y más con el gobierno. Siguiendo los pasos de Barbosa Jesús Ortega,
quien se manifiesta francamente por un Estado Absoluto, donde el ciudadano solo
tenga que integrarse a ese Estado sin crítica alguna. Le gusta esta legalidad
positiva a Ortega. Si tomamos el siguiente caso, el de Jesús Zambrano, la cosa
se complica porque este cabeza hueca solo es la fachada del pragmatismo, él no
tiene mérito alguno al lado de los dos anteriores. Es solo un vil comparsa. Eso
no tendría mayor complicación si no fuera porque llevan a cuestas los
postulados de la democracia, de la izquierda. De los panistas y demás políticos
no es menester tratar, siguen el mismo camino y destino.
Esta
es la radiografía del grupo que debería custodiar y acrecentar el conocimiento,
tanto teórico como práctico, y es lamentable que por una ilusión óptica crean
que van hacia el futuro de manera consciente mientras su psiquis descansa a las
riveras del olvido. Aquellos que aceptan la vida así, sin más; son tirados
hacia el pasado porque toda falta de actividad mental inconsciente es la
condena inevitable de vivir en el pasado. Para aquellos que han evitado la
pesada carga de la responsabilidad del pensar sobre la política y decidirse por
el pragmatismo, aunque es una vía un poco matizada, les corresponde la condena
de la auto ceguera, el autoengaño. El gobierno federal se ha entrampado en una
lucha mediática por convencer a la población critica de estar por el buen
camino y promete llevar la felicidad a los más necesitados. Craso error, la
política tiene como fin todo lo que tiene que ver con el poder; su consecución,
su ejercicio, su conservación etc. Se nos presenta al pronto un gobierno
insuflado de eudemonologia, es decir, el tratado sobre la felicidad.
No
sabiendo la parte central de la nación, los que deberían ser los pensantes, cuál
debería ser el Estado mejor, se contentan con irla pasando. No sabiendo los
políticos el fin de la política hacen piruetas de alegría pensando en que, con
dejar caer cacahuates a las masas se resuelven los problemas. Peri ni una ni
otra actitud soluciona problema alguno. Y, allí están los problemas nacionales
intocados, fuertes y fortalecidos por la inacción de quienes debería atacarlos.
El
saber certero debe ser la materia y fin de los profesionistas y el poder la
materia y fin de los políticos. Ni una ni otra cosa se cumple. Andan norteados
ambos subgrupos por un divorcio malsano. Ahora bien, las condiciones de lo que
es el saber están dadas y en primer y último caso deben buscarse si no las hay.
En política las condiciones del poder a mi parecer están dadas y se deben
circunscribir en la democracia real y no en esta incipiente democracia
descuidada por el pueblo y atacada por los políticos para sus fines
particulares. La democracia fundamentalmente no debe ser formal sino su praxis
critica.
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