Los
cambios en todos los ámbitos de la vida se gestan y desarrollan aún en contra
de nuestra voluntad particular. Ni los considerados grandes hombres de negocios
se escapan a este proceso, más aún son los conductores primarios de nuestros
tiempos. Esos burgueses tan sonrientes y dinámicos ni siquiera imaginan que,
son presas del sistema económico. No tienen momentos propios para dedicarles a
su propia vida. Todo el tiempo están febrilmente haciendo negocios que les
reditúen el último e ínfimo centavo para acrecentar sus fortunas. Se pavonean
en la arena económica, mostrando el músculo verde con la tosca cara del Tío Sam.
Su sueño fugaz de gloria nunca les llega solo periódicamente se agolpan en
torno a Forbes para ver si están incluidos en la lista de los más ricos. La
paga del Diablo.
Este
es el fondo de nuestra vida, de nuestros tiempos. En el mismo espacio conviven
tocándose interrumpidamente los viejos los maduros y los jóvenes. Cada
generación con sus sueños e ideales propios. Cada generación con sus valores y
sus vidas escritos en capítulos diferentes de la vida. Los viejos sin entender
a los jóvenes y los adultos marchando a paso apresurado. La vida se va. Y, se
va en una crisis profunda y larga. Ni más ni menos que estamos en crisis
permanente desde principios de los años ochenta. Treinta años de crisis y no
vemos el horizonte. Culpamos al Estado y en concreto a los malos gobiernos.
Pero han sido malos gobiernos por el abandono del pueblo y en particular de
aquellos estratos de la nación que como las tortugas se han enconchado bajo el
duro caparazón de la indiferencia. Es duro aceptar que tenemos que interactuar con
las demás naciones forzados desde afuera. Sentimos el peso de la vida y como se
dice en México nos doblamos pero no nos quebramos. Con todo, esto, no es
suficiente. Los gobernantes han abandonado todo nacionalismo, todo patriotismo
pensando que en la globalización estos es obsoleto. Quizá lo sea pero eso no
significa que se deje el futuro de la nación mexicana en manos de los
extranjeros (con los cuales debemos convivir cortésmente) sino por el contrario
en la hora más profunda de la crisis o cadena de crisis es menester que los
mexicanos pongamos todo nuestro valor y toda nuestra inteligencia en acción
para mostrarnos a nosotros mismos que en el fondo, tras bambalinas hay un
pueblo fuerte, temible y poderoso. Somos capaces de los logros más extraordinarios
pero también de los actos más atroces. No se pudieron vencer a los pueblos
prehispánicos por las armas sino con el engaño, con ahondando la división
existente y envenenando a los pueblos con el veneno más poderoso y sugestivo:
el catolicismo.
En
la hora de la melancolía las nuevas generaciones deben tomar la batuta y tocar
su sinfonía para todos los demás. No hay otros que puedan decir a los mexicanos
como vivir su vida. En caso (como ahora sucede), de darles la batuta a los
extraños se estará dejando la dirección de nuestra vida a intereses ajenos a
nosotros y nuestra vida no será nuestra sino suya. Es muy significativo que el
gobierno en turno haya tirado la toalla y nos diga que lo de hoy es la entrega
sin reservas de nuestra vida toda a los otros. Que nosotros no podemos. El
proyecto de nación (si es que algún día lo hubo), fue tirado por la borda por
este gobierno pragmático. La nostalgia no es una opción válida.
Si
miramos a los estadounidenses y su crisis del 29, a los soviéticos, alemanes,
franceses y toda Europa después de la Segunda Guerra Mundial veremos que
tuvieron una capacidad de respuesta formidable para reconstruir su mundo, ni
que decir de los japoneses. Los mexicanos estamos en constante potencia con
chispazos de actos brillantes. Nos ata el pasado, la religión, nuestros
gobernantes, nuestra idiosincrasia cargada de mitos y traumas mal empleados.
Si
se culpa a los gobiernos se estará tirando la toalla en el ring de la vida.
Todavía no hemos subido a dar la penúltima batalla. Solo hemos hecho rounds de
sombra y hasta a nosotros mismos nos causa risa semejante farsa o por lo menos
vacilada. Estamos en crisis y es la hora de las horas si queremos un medio día.
Yo no veo mediocridad sustancial sino ataduras propias y ajenas. Pero sobre
todo veo un pueblo que cuando se decida irrumpirá en la escena benéficamente.
Hay un dicho popular que reza: ”El valiente vive hasta que el cobarde quiere”. Los
michoacanos nos han puesto la grandiosa
muestra de que bajo esa aparente mansedumbre existen seres humanos que
de un manotazo cambian el panorama sombrío en días luminosos que abren los ojos
hasta a los más reticentes. Tuvo, el gobierno federal ir a participar en la
limpia que iniciaron los michoacanos en contra del crimen organizado. Fue a retomar
su mandato constitucional de gobierno pero también fue a recoger los frutos
como si fueran propios y no de esa parte del pueblo mexicano.Este gobierno,
como todos los de los últimos treinta años, son un estorbo para la larga marcha
que aún nos queda. Todo echan a perder, todo lo venden y todo lo pactan. Cortan
todo camino hacia las altas cumbres. Medrosos, no tienen empacho en venderse y
vender al Estado mexicano al menor precio posible. Por eso, la respuesta no
puede ni debe venir del gobierno calmoso y ladino sino del pueblo vivaz,
dinámico, animoso pero por sobre todo valeroso y consciente. No son los
gobernantes los creadores de lo más hermoso de la vida sino del pueblo en sus
diversos estratos los que han forjado el tesoro llamado nación mexicana. De
allí debe venir la respuesta vigorosa a esta crisis. Solo en las crisis sale a
relucir lo mejor de los seres humanos. Allí se muestra el valor y la
inteligencia. Allí hace falta lo demás es un sueño mexicano mal entendido. En
el lujo y la opulencia se degenera, en el peligro se muestra la frialdad
requerida. Si se busca la respuesta a todo ello fuera sería un error. Tenemos a
Miguel Ángel Granados Chapa, a nuestra Carmen Aristegui, a nuestra Elena Poniatowska
y a nuestro Carlos Monsiváisy Octavio Paz por nombrar solo algunos. Si se
analizan sus vidas son pura vida dinámica, animosa, valiente, inteligente e
indóciles a la petrificación ante el Estado. ¡Que algunos ya están muertos!, yo
los veo más vivos que muchos. Los veo saludables, alegres mientras a mi lado
pasan sombras humanas.
Sin
embargo, hay que tener cuidado con el oficialismo y sus adeptos. Tenemos el
caso de Enrique Krauze que en su libro Fidel Velázquez, Los Trabajos y los
Días, pone a este personaje como el gran remanso de la vida de los mexicanos.
Las primeras líneas son la pauta para intuir la dirección de dicha obra: “La
historia no será reprobatoria, ni siquiera severa, con los trabajos y los días
de don Fidel Velázquez”, hace un mal símil entre la obra de Hesiodo y la vida
de Fidel Velázquez, vaya despropósito o póngase las palabras de Emilio Chuayffet,
flamante Secretario de Gobernación con motivo del centenario del nacimiento de
Octavio Paz, dice sobre la obra de Paz: “Siguiendo esta misma
línea, el compromiso que hacemos con el legado de Paz debe ser el de educar
para la libertad, para la igualdad y, sobre todo, para la solidaridad. Como
pensaba el gran Octavio, la formación es “el nexo que comunica, las humaniza y
las armoniza.” Oficializar a Paz es matar a Paz en la paz del
sepulcro gubernamental. Si este gobierno fuera democrático otro gallo nos cantaría.
Semejantes tonterías, no pueden ser más que deleznables
para los mexicanos, ambos ponen velos y trampas para el pensamiento y la acción
libre. Krauze lo dice en el 2000, Chuayffet en 2014, sin cambios en el discurso.
Hacen falta que más mexicanos se unan a esta obra creadora de la vida mexicana.
En estos tiempos, nuestros tiempos somos tú y yo la respuesta a esta crisis.
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