La
concepción de la estructura del Estado y su funcionamiento es una tarea que los
seres humanos no deben dejar de hacer a la par de las necesidades reales y no
sobre las concepciones puramente ideales. La vieja concepción de los pesos y contra
pesos que deberían mostrar los llamados poderes Legislativo, Ejecutivo y
Judicial, ha mostrado todas sus limitaciones y todas sus debilidades. La teoría
del gran Montesquieu se tambalea ante el embate de la realidad actual. Dejar a
los órganos que no poderes el ejercicio de la soberanía sin injerencia ni
control alguno por parte del soberano formal, el pueblo, es su fracaso mayúsculo.
Los
que integran los tres órganos creyendo maliciosamente que en verdad integran
poderes soberanos han caído en los excesos en la mayoría de las veces hasta
darle al traste el funcionamiento del Estado en detrimento del pueblo. En política
no existen las casualidades como medula del funcionamiento del Estado.
En
este contexto en ningún momento se ha podido aplicar la división de poderes en el
Estado mexicano y con cada estadio oscila entre la tiranía, el dominio de un
solo partido, el presidencialismo, el caudillismo y faltamente el partidismo. La
naturaleza humana tan proclive al egoísmo individual y de grupo ha evitado que
el Estado mexicano pueda tener una estructura orgánica e institucional al
servicio del pueblo y ha servido para el enriquecimiento de pocos a través del
saqueo de todo lo público. Este saqueo se ha dada bajo el llamado Estado de
derecho y de la política. Esto hace pensar sobre las limitaciones en esos dos
rubros y un análisis de tales cuestiones lleva a pensar que la estructura real
del Estado mexicano depende más de las voluntades particulares o de partidos
que del pueblo. No me pasa desapercibido que en toda la historia de la
Humanidad siempre han existido dos clases opuestas vinculadas entre sí muy
estrechamente. La que domina y su antípoda. Sin embargo, y sin despreciar la
rica experiencia de la historia me permito hacer hincapié en que rechazo el
determinismo como piedra fundamental del, hasta hora, devenir humano.
Los
seres humanos se han movido por ideales que a veces nos parecen absurdos, tales
como la libertad, la justicia, la solidaridad entre otros; no obstante que a la
luz de los hechos estos se ven precarios
cuando no anulados, esto no debe de ser óbice para que se sigan y persigan tales
ideales que son como nuestra estrella del norte que nos indica el rumbo a
seguir. Hasta ahora, ha existido en los seres humanos el deseo desbordado por
el poder y de eso precisamente se trata la política. Ahora bien, lejos del
idealismo de un mundo feliz, se trata pues, de ver en toda su desnudez como está
estructurado el estado mexicano y cuáles deben ser las reformas necesarias para
su buen funcionamiento. Por desgracia se ha fingido malévolamente por la mayoría
de políticos que el Estado mexicano ha llegado a su máximo desarrollo
estructural mientras lo mantienen en formación defectuosa y funcionamiento
parcial.
Fíjense
ustedes, que la realidad de la estructura del Estado no debe ser antagónica
sino de unidad y colaboración. Esto tan
básico de entender es muy difícil de poner en práctica porque los intereses
particulares, de clase y de partido se han interpuesto a los intereses
generales. Al no existir división de podres en México por fuerza necesaria no
han existido los pesos y contra pesos que tanto ponderan y alaban los teóricos
del Estado. Han procedido de manera superficial, errada y hasta
tendenciosamente a la hora de hacer teorías. No sé dónde ven la división de
podres y sus derivados pesos y contra pesos. Teniendo en sus manos los hechos
han cerrado los ojos o mirado en diversas direcciones.
La
sociedad mexicana se ha dado cuenta que un Estado en donde se imponga una teoría
errada y una práctica de intereses particulares no puede llamársele democracia
y por esos exige la acotación del ejercicio del poder de los órganos,
instituciones, partidos políticos y los llamados poderes facticos. Este
conjunto de actores políticos tienen casi todo el ejercicio del poder popular
con exclusión del pueblo. Unos se han imaginado y han llevado a la práctica que
al ser electos tienen el sagrado deber de tomar decisiones por el pueblo sin
consultar a este ni rendirle cuentas. Le llaman democracia representativa pero
sin representar al pueblo. Otros ha preferido vivir del erario sin rendir
cuentas del dinero que se les otorga para el bien común y han vuelto así lo público,
privado. Los que detentan el poder económico han visto a la democracia como un artículo
más de consumo que se pude comprar a placer para sus propios fines.
Tal
es la perversión del Estado mexicano y de la democracia. La lucha por imponer límites
a este conjunto de órganos, instituciones, partidos políticos y poderes
facticos parece pérdida; con todo, son los seres humanos en su conjunto los que
logran los cambios y hasta ahora, no se ha podido dominar en su esencia a los seres
humanos. Las ideas de libertad, justicia, democracia no han muerto siguen tan
vivas y radiantes como hace miles de años.
Ahora
bien, por dónde empezar esta reflexión y propuesta de cambios en el Estado
mexicano. En la realidad misma. La estructura orgánica e institucional en México
está divorciada de la teoría y bien se puede ver que existe una Unidad y Colaboración
entre los órganos e instituciones que permiten el funcionamiento del Estado. Basta
con analizar la Carta Magna para ver que existen diversos artículos que imponen
a los órganos a trabajar en Unidad y en Colaboración. El nombramiento de funcionarios
de primer nivel a menudo requiere de la colaboración entre el órgano ejecutivo
y una parte del Legislativo que resulta ser el Senado. En el funcionamiento de
la Federación, las partes integrantes de la misma y los municipios y delegaciones
se ve a manudo en la práctica que existe colaboración. Póngase de ejemplo los
exhortos, oficios y todo lo que conlleva al funcionamiento del órgano judicial
y se verá que los tribunales que componen a estos órganos federales o estatales
no se puede dar sin la colaboración entre ellos y mismos y los órganos ejecutivos
federales. Estatales, del distrito Federal, sus delegaciones, municipios y demás
dependencias que los integran.
Si
bien esta Unidad y Colaboración no es la más eficaz si es, a lo menos la
existente y sobre la cual se debe pensar y repensar las reformas que tiene
menester la sociedad para reformar el Estado en beneficio de un mejor
funcionamiento y acotación del poder público y sobre lo público.
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