Brasil
es hoy, el símbolo más evidente del Estado nación al servicio del gran capital
privado. Alega la presidenta de Brasil que se ha invertido mucho más dinero en
educación que en la construcción de estadios. Aun si esto fuera verdad no
justifica las multimillonarias cantidades que gana la Federación Internacional
de Futbol Asociado (FIFA) sin invertir un solo peso en dichas instalaciones
mientras el pueblo esta carente de los servicios más elementales. En lo
individual no se puede aducir que a una persona enferma ya no se le destina
mejor medicina en virtud de gastos innecesarios en otros rubros; como tampoco
se justifica que se destine mucho más dinero a la construcción de estadios al
servicio del gran capital mientras el cuerpo social, enfermo se le regatea
inversión para su saneamiento.
El
futbol es un gran negocio trasnacional que no proporciona ningún beneficio a la
nación brasileña o, a cualquiera otra de las que participan en el mundial de
futbol, dado a que las ganancias están de antemano destinadas a la FIFA y
aunque los estadios quedaran en Brasil, los brasileños no tendrán beneficio
sustancial alguno, dado a que el negocio de futbol se traslada a los dueños del
futbol brasileño.
Es
estúpido insuflarle a los diversos pueblos jugarse el estúpido orgullo futbolero
mientras se les exprime hasta el último centavo posible en un desesperado
consumo de todo tipo de recuerdos insípidos e inútiles para el buen desarrollo
humano. Los gobiernos hoy, son ya, instrumentos del gran capital para someter y
explotar legalmente a los diversos
pueblos. Más aun, la diversidad en que está dividida la humanidad solo sirve
para tener sujetos a los pueblos a los designios de las trasnacionales. De este
modo no se unen los pueblos sino que compiten entre si por el trabajo y por
agradar a los dueños del gran capital.
La
FIFA es el claro ejemplo del saqueo periódico internacional a través del
deporte profesional sin invertir dinero alguno. En consecuencia, los gobiernos
en turno tienen que crear todo un aparato que transmita el discurso oficial que
justifique o trate de justificar las grandes inversiones y cuando el discurso
falla, los gobiernos tienen el uso legítimo de la fuerza, no sin antes poner
fuera de la legalidad o por lo menos poner entre dicho las manifestaciones
sociales.
Véase
también el discurso que se ha formado alrededor de los más destacados
futbolistas de antaño y de ahora; se les califica, por comentaristas
medianamente cultos, de jugadores de fuera de serie y en muchas ocasiones de
“genios” y toda clase de apelativos en aras de justificar el espectáculo y
negocio futbolero. Sin embargo, esos jugadores “genios” muestran ser unos
verdaderos gansos a la hora de dar entrevistas de un minuto, donde se evidencia
que repiten lacónicamente un discurso general construido por generaciones de
jugadores con muy baja educación y preparación académica y cultural en lo
general.
Mientras
los futbolistas sigan siendo mejor pagados y mejor catalogados que los
verdaderos forjadores de las economías, es decir, los integrantes civiles de
los diversos Estados, se seguirá prefiriendo el consumismo sin sentido, la
explotación que genera ganancias para pocos en contra del bien común. A pesar
de todo, la moneda llamada destino sigue en el aire esperando la última palabra
de los seres humanos, de los ciudadanos organizados y conscientes que dirijan
la nave hacia nuevos derroteros y el juego vuelva a empezar.