LA POBREZA DEL ÉXITO
MATERIAL
Existen
males que no tienen su real apariencia, sino que se nos aparecen con los
ropajes de la virtud y se vuelven, en determinados casos, el único objetivo a
perseguir, dando como resultado males que le vienen aparejados. Es sabido que
existen valores morales y que a estos se le oponen sus correspondientes
antivalores. Al amor se le opone el odio, al trabajo la pereza, a la amistad la
traición, a la solidaridad el egoísmo y así de esta manera en lo consiguiente.
En
el rubro de la justicia pasa lo mismo, se nos puede presentar como justo un
hecho o un acto cuando en realidad en el fondo es todo lo contrario. La
justicia puede ser un instrumento de sometimiento o para que una determinada
clase política, social o ambas se encumbren en lo más alto de una sociedad en
detrimento del resto. Ahora bien, se debe distinguir entre legalidad y justicia
pues la primera puede estar condicionada por la segunda. En efecto, el
fascismo, el nazismo y el régimen presidencial no puede decirse que no fueran
legales pues las leyes se seguían, aunque se debe decir que siempre los
gobiernos, en lo particular, cometen delitos con toda impunidad. Es decir, que
no se debe pensar o creer que la legalidad y la justicia son en la realidad
hechos o actos puros, sino que tienen sus excepciones.
Si
bien la legalidad vigente determina la justicia real sabemos sin lugar a duda
que existe un concepto de justicia que va más allá del ius positivismo y que
radica en el ius naturalismo y se nos presenta como una estrella sideral que
nos exige actuar en consecuencia. Es decir, que los seres humanos al vivir con
toda su complejidad no deben atender únicamente a las leyes vigentes que son
impuestas por el Estado y no deben permitir una legalidad torcida que dé como
consecuencia una justicia retorcida. En el ámbito de la justicia no se debe quedar
una sociedad determinada en el Derecho positivo, sino que, debe buscar el
concepto, el valor, el ideal de lo que intuye como verdaderamente justo.
En
México, hay muchos nostálgicos que añoran el regreso del viejo régimen que
implantó, en apariencia un Estado legal, legitimo, democrático y justo cuando
en realidad se implantó un solo objetivo, alcanzar el éxito material a través
de todos los métodos ilegales. Dichos vulgares se acuñaron como consecuencia de
vivir con antivalores. “El que no transa no avanza”, “Chinga que atrás vienen
chingando”, “Vivir fuera del presupuesto, es vivir en el error” y “El PRI, roba,
pero deja robar”. Todo esto significa que la corrupción del Estado había
permeado desde la cúpula administrativa federal, es decir, desde el presidente
de la república en turno, pasando por los órganos judicial y legislativo
federales, pasando por gobernadores presidentes municipales y hasta los más
modestos presidentes auxiliares hacia la sociedad civil. Claro este tipo de
expresiones nos indican con toda certeza que se le hizo participativo al pueblo
de la corrupción total del Estado.
Durante
el Presidencialismo, el Derecho positivo en México sirvió; primero, para que
los funcionarios corruptos, de todos los niveles de gobierno, tuvieran toda la
impunidad posible y; segundo, para que el Derecho penal sirviera de juego
perverso contra la sociedad civil. No es una casualidad que los maestros de Derecho
penal, en las Universidades hayan recogido de la realidad lo que era la
aplicación de este rubro de le justicia y, decían los afamados docentes que el
Derecho penal era de las tres Ps pues únicamente se aplicaba a “los pobres, a
las putas ya los pendejos”, y con toda su crudeza y vulgaridad era cierto pues
como había un pacto político de corrupción con su correlato de impunidad, la
aplicación de la ley no tocaba a los altos funcionarios ni a todos aquellos que
tuvieran dinero para la corrupción impunidad. En esto convirtió el Partido
Revolucionario Institucional al Estado mexicano en un nido de decadencia
imparable. Y, esto se enseña en la Universidades públicas de mayor fama.
Hoy,
hay muchos que, al haber perdido esa fuente de corrupción e impunidad piden con
toda gritería el regreso de ese régimen y anuncian con toda trompetería la
inutilidad de este incipiente nuevo régimen. No hay tal. No volverán esas
oscuras golondrinas a tocar nuevamente el poder de la república; desaparecerán
y si los miembros del Partido Acción Nacional no cambian su rumbo de política
para entrar en el círculo de los valores ya anunciados tampoco volverán a
gobernar. Las circunstancias ya cambiaron y no hay forma de darle marcha atrás.
Ahora
bien, la oposición se lanza contra el Andrés Manuel López Obrador como si él,
fuera el responsable y culpable de las actuales circunstancias. No hay tal.
Este cambio tiene diversas fuentes, tanto internacionales como como nacionales y
la misma oposición con su corrupción, impunidad y ciega soberbia contribuyeron
a dar fin a un régimen que ya no tiene sentido de ser. Uno de los pilares del
cambio lo fue el pueblo que, desde antes de las elecciones del 1 de julio de
2018 ya se había dado plena cuenta de lo nefasto que resultaba para todos que
unos cuantos saquearan lo público y dejaran migajas de corrupción y de
impunidad al pueblo. La privatización orilló al pueblo a cambiar y este dio una
sorpresa mayúscula. En un solo día todo el viejo régimen había sido tocado en
su centro neurálgico y la caída ha sido gradual, dramática, trágica con cada
nuevo escándalo de corrupción.
Creer
que, por la simple acumulación de riquezas, ya sea legal, ilegal o injusta, y
que, con eso basta para ser apreciado como si esto tuviera un verdadero valor
apreciable más allá de la burda materialidad, es un craso error que hemos
pagado caro, por muchas décadas y esto no termina aquí, se extenderá como
maldición sobre las nuevas generaciones. Se debe reflexionar sobre el tema y,
en consecuencia, hacer el sacrificio de aportar, en la medida de lo posible,
para crear una nueva sociedad con valores, un nuevo tipo de gobernantes; en
suma, un nuevo Estado que sea democrático, legal, justo, legitimo donde se
privilegie las acciones positivas y que no se admire a los delincuentes de todo
tipo y se les tenga como ejemplos a seguir. Que, en la educación, se vaya al
saber más profundo posible.
Se
trata pues, y esta es la tarea más importante del pueblo mexicano, de refundar
al Estado mexicano sobre valores que se observen de común y a quienes se
aparten de la senda de la justicia como ideal y como práctica se les apliquen
las normas legales y sea reparado el daño y se cumplan las condenas
correspondientes. Dejar el viejo régimen no basta se debe crear un Estado
fuerte, bien constituido y con los vicios menos posibles en todos los ámbitos,
pero más en el público.
Que
las cosas materiales no sean la medida con que se pondere a los seres humanos.
Los seres humanos no crecen en su ser con la acumulación de riquezas sino con
el desarrollo de todas sus capacidades; es decir, con el crecimiento de su ser.
La pobreza del mero éxito material se nota inmediatamente en el hablar, en el
comportamiento humano, en el escribir y hasta en los gestos más mínimos. El
éxito material es para nosotros el fracaso más enorme que hemos construido y
heredado de generación en generación.
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