Desde
mi muy corta infancia nunca me movió la idea de un Dios; por el contrario,
desde mi adolescencia me conmovió la tarea de los investigadores, los científicos
y los filósofos; su tarea me parecía y me parece grandiosa: traer a la luz la
verdad oculta en la negrura. Y, solo eso con todas sus consecuencias.
Mi
relación con la desastrosa idea de Dios no fue ni ha sido violenta o amarga,
simplemente no me importa. En el caso contrario, mi relación con el saber,
paulatinamente ha sido más apasionada, más estrecha, más madura, libre de la idea
descabellada del más allá; en ocasiones ha sido hasta violenta y amarga. En
suma, a pesar de todo, ha sido y es, un delicioso y maravilloso viaje terrenal. Y, solo eso.
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