No
se pueden cometer pecados si no se tiene religión alguna. Los judíos no pueden
cometer pecados en el catolicismo y no pueden ser excomulgados por evidentes
razones. Para los budistas las vacas son sagradas, son incapaces siquiera de
intervenir en su camino. El solo pensamiento de maltratarlas o matarlas para el
consumo humano les parece una monstruosidad, un pecado. En Tailandia los elefantes
corren la misma suerte, más si son blancos. Los antiguos egipcios se llevan un
lugar preponderante en la adoración divina de los animales que para nosotros
nos resulta hasta risible. Para todos los africanos, anteriores a su conquista
religiosa les era desconocido el pecado tal como lo predica el cristianismo.
La
cultura Judeo-cristiana creo el pecado y lo trató de hacer mundial. Sobre esta
base se ha engañado a la mayoría de los ingenuos que, sienten el enorme peso de
dicha sentencia para vivir, a lo menos momentáneamente avergonzados, por el
atrevimiento de tratar de sentirse libre de pecado. El estado original de
pecado y la vida pecaminosa constante no es, otra cosa que una engañifa para
mantener sometidos a los pueblos.
Una
ética libre de toda teología es, posible y tiene la sana ventaja de tener su
sustento en la realidad, excluyendo la metafísica teológica para normar el
comportamiento humano; con esto se logra aligerar del enorme peso de la culpa a
los seres humanos, con el pleno conocimiento entre lo considerado como bueno y
lo malo. Claro una postura ética libre de teología tiene la desventaja de estar
dirigida a personas razonables en grados más profundos de lo común. No busca adeptos
y por tanto no tiene un aparato que tenga por objetivo la “conversión” de los
descarriados. Se trata de una elección libre, razonada. A la mayoría, acostumbrada
por cientos de años practicar los dictados religiosos sin pensar y mucho menos
criticar los dogmas, les parece una locura y ven con malos ojos que haya
quienes se separen del pensamiento imperante, de los ritos y de la autoridad
sacerdotal, llegando del insulto al asesinato. La insensata sentencia ¡Viva
Cristo Rey y fuego!, se acuñó y se practicó en la revolución cristera en México.
Es
evidente que a pesar de no tener idea siquiera del pecado (a la manera teológica),
los que no profesan religión alguna, se opondrían al apedreamiento de una mujer
adulterina y por extensión de cualquier acto violento por actos que son
meramente humanos. Ahora bien, señalo que esto es la idea y su consecuente práctica
de una ética humanista que sabe que existen imponderables que no siempre
concuerdan con la realidad. En la vida de los más sabios bien se pueden
encontrar discordancias evidentes entre su ética y su proceder real, efectivo.
Sin embargo, esto no invalida su ética y analizadas las causas se puede
entender su proceder, sin que esto se obstáculo para la censura de sus hierros.
En efecto, se trata de vivir sin engaños en la medida de los grados de conocimiento
y de proceder efectivo, real, libre de pesados fantasmas metafísicos.
La
ética autoritaria es un juego de dominio de pocos contra los demás, sin que los
segundos lo sospechen siquiera pero, para los que tienen consciencia de tal
perversidad esto es un rebajamiento de la vida a través de mitos (cuentos), bien
dirigidos a la parte irracional, a la parte emocional y, a la limitación humana
para pescarlos por el cogote y más que por el cogote de manera permanente.
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