jueves, 27 de febrero de 2014

ABRIENDO CONFRONTACIONES





Pero ¿por qué Galileo se metió en el problema?. ¿Por qué encontró oposición, considerando que setenta años antes el heliocentrismo no había causado agitación?.Porque en esos setenta años el clima de opinión dentro de la iglesia Católica había cambiado. Este cambio de clima, para ponerlo en términos simples, fue el resultado de la Reforma Protestante –un amplio movimiento de reforma dentro de la iglesia Católica, la cual alcanzó su clímax en la primera mitad del siglo dieciséis y culminó en la división áspera de la Europa occidental en la mitad Protestante y la otra Católica. Naturalmente los líderes de la iglesia Católica reaccionaron a semejante evento catastrófico, habiendo perdido la mitad de Europa como el resultado de lo que fue construido como una relajación de la política hacia los disidentes y la controversia, ellos se volvieron cautelosos. Guiados por los principios que emergieron del Concilio de Trento (1545-63), dieron pasos gigantes para convertir a la iglesia en centralizada, en burocracia autoritaria capaz de imponer la creencia ortodoxa. La burocracia de la iglesia fue un gran problema, más preocupada en la controversia que lo que la iglesia había sido. Y tomó una vista mucho más estricta de la interpretación bíblica, moviéndose(en los años después de Trento), hacia el literalismo y negando la adopción de cualquier interpretación no sancionada por la tradición de la iglesia o los padres de la iglesia. Un decreto sobre la interpretación de las Escrituras que emergió del concilio dice:

El Concilio decreta que en materia de fe y moral…. ninguno, dependiendo de su propio juicio y distorsionando las Sagradas Escrituras, de acuerdo a sus propias concepciones, no se atreva a interpretarlas contrariamente al sentido de la Sagrada Madre Iglesia, a quien pertenece juzgar su verdadero sentido y significado, sostenido     o contrariamente al acuerdo unánime de los padres.

Estas reglas enfáticas fueron una repudiación de la noción Protestante de que las Escrituras están solas con su propia autoridad para la creencia y práctica cristiana, de ninguna manera dependiente de la tradición de la iglesia.

Los problemas de Galileo comienzan pronto, después de la publicación del “Mensajero Estelar”, En 1611, el hace una visita en persona a Roma para suplicar por el caso de sus descubrimientos telescópicos. Los Jesuitas en el Colegio Romano confirmaron sus observaciones telescópicas (pero no la interpretación heliocéntrica que les dio), y lo trataron como una celebridad. De cualquier forma, de regreso en Florencia Galileo intentó apremiar el caso del heliocentrismo comenzando por irse a la oposición. La cosmología siempre ha sido moderadamente un punto sensitivo, y el asunto de Giordano Bruno, diez años antes quizá había incrementado el peligro. Poniendo una amenaza al sentido literal de ciertos pasajes de las escrituras, el heliocentrismo llegó a ser de interés alrededor de la oposición a Galileo entre los conservadores Dominicanos florentinos que podría unirlos. Tres años después, la controversia sobre las manchas entre el astrónomo Jesuita Cristopher Scheiner y Galileo resultó en una refrescante relación entre Galileo y sus amigos jesuitas y apoyadores.

Casi al mismo tiempo, Galileo estaba atrapado en un debate con respecto a la posible movilidad de la tierra que había comenzado durante el desayuno en la corte de los Medicis (reportado a Galileo por su amigo y estudiante Benedetto Castelli). Particularmente algo preocupado por Galileo y su campaña cosmológica por el grado al cual los participantes en este debate estaban preparados para decidir el punto de acuerdo a las Escrituras. Había claramente una necesidad, percibida por Galileo, para una sofisticada discusión de los principios de interpretación (o exegesis) aplicable al contenido alegado en las Escrituras. Galileo vio como suministrar esa discusión en una carta abierta a Castelli –una carta a mano que pronto estaba circulando en múltiplescopias. Galileo afirmaba en esta carta que el solo propósito de la Biblia era persuadir a los lectores “de esos artículos y proposiciones las cuales son necesarias para … la salvación y superar toda la razón humana”. Cuando el texto bíblico sobrepasa esos límites dirigiendo la materia que está dentro del alcance de la experiencia sensorial y el conocimiento racional. Dios no espera dar esa capacidad para abandonarla. En este orden debe ser ampliamente entendidos, los escritores bíblicos acomodados ellos mismos a las concepciones populares, consecuentemente, en materia de disputa científica, la interpretación no necesita ser limitada a la “aparente significado de las palabras”. Se sigue que los teólogos, antes de comentar entre ellos mismos una interpretación de tal pasaje, pueden estar notificados de examinar los argumentos demostrativos de científicos y filósofos naturales.

Galileo se había embarcado en un curos peligroso. En su carta (subsecuentemente extendida y publicada como la Carta a la Gran duquesa Cristina), articulaba principios de la interpretación bíblica emanados de Agustín (354-430), y aceptadas dentro de la organizada Cristiandad. Sin embargo, advertido por un laico que tales materias no eran bienvenidas por los teológicos y otros oficiales de la burocracia de la iglesia, particularmente cuando eso advertía estar en marcha (en su buena volunta para empujar al lado la opinión de los padres de la iglesia, también el sentido literal de las Escrituras) así como, obviamente contra la opinión exegética prevaleciente como la que se había desarrollado dentro de la iglesia desde Trento.

La carta de Galileo provocó una fuerte reacción, aun en gran parte local. El obispo de Fiesole (un pueblo en la colina afuera de Florencia) llamado por el encarcelamiento de Copérnico. El obispo ignoraba que Copérnico había muerto hacia setenta años; solo sabía que este Copérnico era una amenaza y debía ser sacado de las calles. Un poco después, un miembro, el más anciano, de la orden Dominica, Nicolo Lorini aseguró una copia de la carta de Galileo  la envió a la Inquisición (la agencia en Roma encargada de la correcta creencia y el trato en materia de herejía, también conocido como el “Santo Oficio”). En la cubierta de la carta, Lorini acusaba a Galileo de adoptar un imprudente y posiblemente principios heréticos sobre la exegesis bíblica.

Galileo no sabía de esta acusación específica, pero estaba consciente que el problema estaba amenazando y decidido fue a Roma una vez más a preparar su propio caso personalmente dentro de los corredores del poder.  Estaba convencido de tener los argumentos científicos decisivos e ingenuamente supuso que tales argumentos podrían acarrearle la victoria sobre la oposición geocéntrica. Además, los recuerdos de la visita triunfante en Roma hacia unos pocos años antes le alentó el optimismo. Una vez en Roma (al final de 1615 y al inicio de 1616), Galileo estaba hecho totalmente una figura argumentando su caso con pasión donde quiera que tuviera oportunidad representándose así mismo. Discutía frecuentemente en medio de quince o veinte invitados que hacían acalorados asaltos sobre él, ahora en su casa, ahora en otra casa. Pero estaba bien preparado para que se rieran; y si bien su novedad de su opinión no dejaba a las personas persuadidas, aun revelaba el frenesí de la mayoría de los argumentos con los cuales sus oponentes trataban de vencerlo. Lunes, … en la casa de Federico Ghislieri, llevó a cabo un maravilloso banquete; y lo que más me gusto fue que, antes, preguntando los argumentos contrarios, los amplio y los resistió con nuevos motivos que parecían invencibles, así que, en subsecuentemente los demolió, el hizo parecer ridículos a sus oponentes.

El embajador florentino en Roma, quien tenía la obligación de proteger a Galileo, no estaba contento. Informando al gran duque de Toscana, escribió que Galileo “es vehemente y testarudo y muy trabajador en su materia; y cuando él está cerca, es imposible escapar de sus manos, Y este asunto no es una broma, pero puede llegar a tener grandes consecuencias, y el hombre (Galileo) está aquí bajo nuestra protección y responsabilidad”.

Galileo recibe plena atención pero no convence a la gente entre quienes se encuentra (aunque ciertamente tenia quienes lo apoyaban). Su arrogancia, estilo impetuoso parecía, en balance, haber sido más efectivo en meterlo en problemas y hacer enemigos antes que (como el esperaba) calmar las aguas. En efecto, cerca del fin de febrero de 1616, mientras Galileo estaba aún en Roma, la Inquisición, finalmente actuando sobre los cargos hechos diversos años antes por Lorini, censuró dos posiciones que encarnaban lo esencial del sistema  heliocéntrico: que el Sol esta en reposo en el centro del universo y que la tierra está en movimiento alrededor de este. Los consultores de la Inquisición declararon esas proposiciones por ser “filosóficamente absurdas”, y cualquiera de las dos “formalmente herética” (la proposición primera), o “al menos errónea en la fe” (la posterior. El decreto publicado puso al Revoluciones de Copérnico en el Índice de los Libros Prohibidos “mientras se corrige”. Allí permaneció hasta 1835.
                                                  
¿Qué yacía tras esta decisión de la Inquisición?. En los más simples y específicos términos, el problema erasí o no consistente la hipótesis heliocéntrica con la enseñanza tradicional de la iglesia (basada en una lectura literal de los pasajes bíblicos que parece dirigirse, directa o indirectamente en materia cosmológica). El punto más grande que yacía tras de este problema fue de la autoridad epistemológica: ¿son las afirmaciones de verdad cosmológicas dependientes de la ciencia o de la teología en conclusión, sacado de la razón y la experiencia de los sentidos o del contenido de la revelación bíblica como interpretada por los padres de la iglesia?. Y ambas deben ser tomadas en cuenta, ¿cómo compiten las afirmaciones teológicas y cosmológicas para ser adjudicadas?, La razón y el sentido, Galileo afirma, enseñaba la movilidad de la tierra. Pero la revelación literalmente interpretada, decían los lideres teológicos, enseñaban su fijeza. La mitad de una docena de pasajes de la Biblia fueron apelados por los teólogos. Dos de ellos hablaban del punto con particular claridad:

Eclesiastés 1:5: El sol sale y se pone y se apresura al lugar de donde surge.

Salmo 93:1:… el mundo (i.e la tierra) establecida; nunca puede ser movida.

Hay manifiestamente expresiones de cosmología geocéntrica. Un tercer pasaje también produce fácilmente una interpretación geocéntrica:

Joshua 10:12-13: Entonces Joshua habló al Señor en el día cuando el Señor dio a Amorites a los hombres de Israel y dijo en vista de Israel, “Sol, tu detente en Gibeon y tu Luna en el valle de Aijalon”. Y el sol permaneció quieto y la Luna se detuvo, mientras la nación tomaba venganza de sus enemigos.

Nota que Joshua manda al sol detenerse en violación de lo que obviamente era usualmente su estado natural de movimiento. Si fuera el cosmos heliocéntrico, Joshua hubiera estado obligado a ordenar a la tierra cesar su rotación sobre su eje.

Sumado a esos textos bíblicos fue más allá de una consideración epistemológica. Esto fue sostenido por los líderes teológicos, ambos Católicos y Protestantes, que las ciencias naturales fueran un principio incapaz de determinar la verdad del sistema del mundo con certeza. Solo el Creador sabía lo que yacía detrás del movimiento celestial: el intelecto humano no tiene acceso a este conocimiento divino. No podemos escalar los cielos para encontrar lo que realmente sucede y la clase de evidencia desde nuestro punto de vista terrenal simplemente no arregla la materia. La misma lección fue enseñada por la tradición astronómica ptolemaica, la cual había estado dominada por las fuertes tendencias “instrumentalistas” – tratando los modelos matemáticos para los planetas como meros instrumentos matemáticos, diseñados para predecir posiciones observadas pero no para describir la realidad celestial.

Dados esos argumentos, ¿qué podría nivelar la hoja vista como miembro de la Inquisición?. En el lado de la cosmología geocéntrica estaban claras las declaraciones bíblicas para efectos de que el Sol se mueve mientras la tierra esta fija. De parte de la cosmología las pruebas no científicas, sino los argumentos y las opiniones científicas, afirmando dentro de un clima que en caso de lanzar la duda sobre la habilidad del intelecto humano para siempre descubrir la verdad del sistema cosmológico. Esto no fue (como los miembros de la Inquisición lo vieron) divinamente inspirado en las certezas bíblicas contra el convencimiento de las demostraciones científicas, pero las certezas bíblicas contra las probables conjeturas científicas. Desde la perspectiva de la iglesia, no pudo haber una elección cómoda.

Esto sedujo, desde una perspectiva moderna, para los propósitos que los principales teólogos de la iglesia debía modificar su interpretación de los relevantes textos bíblicos en orden para meterse en el paso de la opinión científica. Pero debemos guardar en mente que la posición adoptada por la Inquisición era un paso con la mayoría, sino al último, la opinión científica. Y esto hubiera sido el más extraordinario evento de sus miembros tomando medidas elaboradas para abandonar sus propias profundas opiniones de interpretación bíblica, también las opiniones de la cosmología tradicional de los padres de la iglesia mientras, simultáneamente, rechazando la mayoría de las opiniones de astrónomos calificados.

Retornemos brevemente al curso de los sucesos. La Inquisición formalmente censuró en 1616 el heliocentrismo, declarándolo falso y herético. Pero Galileo no enfrentó peligro personal. Fue acusado sin delito, no fue declarado herético. Simplemente fue citado por el Cardenal Roberto Bellarmino, representante de la Inquisición e informado de que el heliocentrismo había sido declarado falso y herético y no debía ser sostenido ni defendido. Un sobreviviente de una declaración jurada por  Bellarmino la declaración de Galileo tenía:

Siendo notificado de la declaración hecha por el Santo Padre y publicada por la Sagrada Congregación del Índice, que contenía que la doctrina atribuida a Copérnico (que la tierra se mueve alrededor del sol y el sol yace en el centro del mundo sin moverse del este al oeste) es contraria a las Sagradas Escrituras y por lo tanto, no puede ser defendida o sostenida.

De cualquier modo, el archivo de Galileo en la Inquisición contenía otro documento que figura prominentemente en la historia del asunto Galileo. Este documento, un memorándum fechado el 26 de febrero de 1616, asegurando que la reunión entre Galileo y Ballarmino fue también atendida por el comisario general de la Inquisición, Angelo Segizzi, quien ordenó a Galileo “abandonar completamente… la opinión de que el sol está quieto en el centro del mundo y la tierra se mueve y de aquí en adelante no sostener, enseñar o defenderlo de cualquier manera, ni oralmente o en escritos”. La importancia de este documento si es auténtico es que el punto ordenado por Sigizzi, amenazaba toda la discusión del heliocentrismo, fue sutil pero significativamente más allá de la orden publicada por Bellarmino el cual simplemente no gusto a Galileo, no para “defender o sostener” (como verdad) la hipótesis heliocéntrica. Pero, ¿es autentico el documento?. Probablemente, si bien la opinión contraria ha sido vigorosamente defendida. De una u otra manera, encontró su camino el archivo de Galileo en la Inquisición, allí permaneció, esperando ser usado en contra de Galileo en el juicio de 1633.

El decreto de 1616 trajo un alto en la campaña pública de Galileo en defensa del heliocentrismo. Galileo regresó a Florencia, donde volvió a la necesidad de búsqueda de otros intereses científicos. Hacia el fin de 1618 tres cometas pasaron a través de los cielos Europeos en rápida sucesión. Esos cometas causaron considerable agitación y sacaron cierta cantidad de comentarios sobre la naturaleza de los cometas, incluyendo intentos por extraer del fenómeno de los cometas, argumentos conclusivos contra el heliocentrismo. Galileo cayó en controversia con un profesor jesuita de matemáticas, Orazio Grassi, quien había escrito sobre el tema; y los dos pronto estuvieron atacándose uno al otro en tratados seudónimos y a través de intermediarios. La controversia terminó en la publicación de Galileo de un tratado, El Ensayador (1623) – entre otras cosas un cortante ataque a Grassi en el cual Galileo lo acusaba de comportamiento rudo, fraude y robo intelectual. El Ensayadorestableció en adelante la fundación de un informe mecanicista de la naturaleza y después emergió como un acontecimiento histórico en el desarrollo de la ciencia del siglo diecisiete pero su importancia para Galileo y el heliocentrismo yace en el envenenamiento de las aguas entre Galileo y los jesuitas los cuales Galileo había controlado, hasta ahora, manteniendo relaciones amigables. 


miércoles, 26 de febrero de 2014

IURE (CON DERECHO)




La abogacía, es decir, la práctica jurídica ante los tribunales, es la parte más baja y vulgar del Derecho. Es bien sabido que la impartición de justicia en México es un total desastre y calamidad, tanto por su lenta marcha como por su innegable corrupción. No se puede entrar a los juzgados sin salir impregnado del tufo de las malas prácticas y las aborrecibles conductas que allí se dan. Debería ser un delito menor la abogacía y un delito mayor funcionario dentro del órgano judicial. Al parecer, reciben patentes de Corso tales funcionarios.

Tan feos y aborrecibles hechos tienen su base en el mero pragmatismo, en la ausencia de consciencia, en la ignorancia del quehacer del abogado; eso se corrobora al encontrar que la característica más apreciada, tanto por el vulgo como por el mismo abogado, es el de la efectividadpara ganar casos a como dé lugar, en otras palabras, su capacidad de entender el funcionamiento de los tribunales y aditivo para el efectivo funcionamiento de los juzgados lo es, la corrupción imperdonable de los funcionarios de los juzgados de todo tipo pero más profunda en los del fuero común.

Como efecto del pragmatismo se tiene el abandono del pensamiento profundo de los fines del Derecho personificado en sus actores. La justicia es muy difícil encontrarla en las decisiones judiciales. Amargamente se quejaba un filósofo maestro mío de que las verdades jurídicas nunca casaban con la verdad real. En efecto, las verdades judiciales raramente empatan con los hechos reales. Se tuerce la realidad a tal grado que vista desde fuera no puede verse sino como un adefesio torturado a mas no poder.

En las decisiones judiciales el legislador a puesto ya, de antemano, un estrecha vereda para la valoración de las pruebas y cuando se deja al arbitrio del juzgador la valoración y aun la búsqueda de la verdad, los jueces son timoratos y cuando no se compran voluntades para obtener sentencia favorable.

No se hacen nuevas teorías acordes a la realidad actual y no habiendo nuevas perspectivas teóricas se viene funcionando en Derecho con teorías viejas y desatinadas. Esto apenas y si es un esbozo del sistema judicial en México. Todo el sistema está débil, lento y corrompido por todos lados; todo se cae o mal funciona. Esta para llorar pero como buenos actores en su sentido literal los abogados nos sentimos ridículamente importantes sobre el escenario. Todo esto grita una profunda reforma. Claro a los gobernadores (verdaderos mandones sobre los órganos estatales, judicial y legislativo) no les convienen las reformas ni la autonomía de dichos órganos. Al parecer seguiremos, fatalmente, padeciendo dicho mal. Se olvida de donde se viene y a donde se va con ese pragmatismo lustroso pero hueco de todo vitalismo y de todo pensamiento valioso. 

domingo, 23 de febrero de 2014

GALILEO Y EL HELIOCENTRISMO





NOTA.- El método concéntrico que tiene Linberg al desarrollar su texto es de un sabor, sino nuevo, si con el sello propio de la casa (cosa que hay que agradecer); armado hasta los dientes, va atacando paso a  paso las pequeñas fortalezas para después lanzarse al asalto final y mostrarnos con su peculiar maestría los errores históricos para después sanearlos bellamente.

El suceso que gatillo el involucramiento de Galileo en la discusión cosmológica fue la invención del telescopio por un holandés en el verano de 1608.  Galileo aprehendió esto aproximadamente un año después de su amigo Paolo Sarpi y rápidamente descifró como producir una versión ocho veces más poderosa, después un instrumento veinte veces más poderoso. Igualmente de importante fue su decisión de volver al telescopio a los cielos, convirtiendo un juguete en un instrumento científico de investigación.

Galileo observó, sucesivamente, las estrellas fijas, la Luna, los planetas y con el tiempo el Sol. Vio las estrellas invisibles, anteriormente, por eso se multiplicó el vecindario de los cielos aproximadamente en diez veces. Percibió cráteres, montañas y valles en la Luna (fig. 2.7). Descubrió que la cara de Venus pasaba a través de una juego completo de faces, desde su creciente hasta el lleno total. Galileo observó cuatro “pequeñas estrellas” acompañando a Júpiter en su movimiento a través de la esfera estrellada, acompañándolo como perros en una correa, las estrellas que Galileo identificó, en su  informe de esas observaciones telescópicas, como satélites. Saturno pareció tener “orejas” – interpretado por Galileo como un par de satélites acompañando al planeta “en sus flancos”, pero finalmente entendidas (después de la muerte de Galileo) como anillos. Y finalmente, Galileo observó manchas alrededor de la superficie del Sol; no fue el primero en hacerlo y subsecuentemente llegó a involucrase en una implacable disputa por la prioridad sobre las manchas solares con el astrónomo Cristopher Scheiner.

Galileo aparentemente se contó así mismo como un copernicano desde la mitad de la década de 1590. Pero fue la publicación de su informe sobre las observaciones telescópicas en dos pequeños libros, El Mensajero Estelar (1610) y Cartas sobre las Manchas Solares (1613) los que lo impelieron dentro de una seria campaña heliocéntrica. Las observaciones telescópicas de Galileo ciertamente  no demostraban la verdad del modelo heliocéntrico. No obstante, desplegado en sus argumentos, socavaron algunas de las poderosas objeciones contra la cosmología heliocéntrica –un lejano grito proveniente de la cosmología heliocéntrica era verdad.

Consideraremos diversos ejemplos. ¿Cuál fue la relevancia cosmológica del descubrimiento de que la superficie lunar es montañosa y picada con cráteres?. Uno de los más potentes argumentos contra la movilidad de la tierra fue la implausibilidad de la afirmación que esa gran toca terrena que habitamos, el símbolo de estabilidad, navegara en la velocidad precipitada a través de los cielos. Pero Galileo, armado con sus observaciones lunares, afirmaba que la Luna se parecía a la tierra en topografía (en el Mensajero Estelar compara la superficie lunarcon la de Bohemia), y por lo tanto, en sustancia; y la Luna navega a través de los cielos en todas las cosmologías. Consecuentemente, es ilegitimo negar el estado planetario a causa de su sustancia rocosa. Si esto parece para nosotros como una prueba convincente, eso es porque fuimos convencidos antes encontrar la prueba; todos los que han crecido en una cultura donde la estabilidad y la centralidad de la tierra fueron reforzados cada día en docenas de formas, el argumento derivado de la apariencia de la superficie lunar podría parecer como un gran negocio más problemático.

El argumento de los satélites de Júpiter es en general del mismo tipo. En el reinado del modelo geocéntrico de Aristóteles y Ptolomeo, la Luna es el planeta situado más cerca de la tierra central. Cuando Copérnico removió la tierra del centro, la Luna se fue junto con ella, para nivelar las más básicas observaciones lunares revelaron que la luna siempre tenía el mismo diámetro aparente, delo cual se seguía que la Luna tiene un movimiento centrado en la tierra. La Luna así obtiene el estatus de satélite. No fue el único satélite en el sistema planetario (un feo a modo rasgo del modelo heliocéntrico, de acuerdo a sus críticos), sino sola, entre todos los cuerpos celestiales, girando alrededor de otro centro distinto del centro estable del cosmos. Como quiera que sea, si uno acepta el descubrimiento de Galileo sobre los satélites de Júpiter, entonces los satélites y un centro del movimiento celestial distintodel centro del universo tenía que ser conocido en cualquier cosmología. Una vez más una objeción contra la cosmología heliocéntrica había sido seriamente debilitada.

Las fases de Venus dieron lugar a una clase totalmente diferente de argumento. El patrón del modelogeocéntrico para el movimiento de Venus, concebido por Ptolomeo, predecía que Venus no podría aparecer nunca como un disco lleno. Si uno cree la afirmación de Galileo de que las fases de Venus varían del creciente al lleno, el modelo ptolemaico en su estado existente estaba condenado. No obstante, de esto no se seguía que el geocentrismo estuviera condenado porque el modelo geocéntrico podía ser modificado para acomodarse al descubrimiento de Galileo. En efecto, el modelo geocéntrico ya propuesto y defendido por el gran astrónomo observacional danés Tycho Brahe. (1546-1601), predecía precisamente lo que Galileo había descubierto (fig. 2.9). En resumen, aunque las fases de Venus observadas fueron inconsistentes con el modelo especifico de Ptolomeo para Venus (y por lo tanto, ofrecía ventajas retoricas para Galileo y otros heliocentristas), ellos no usaron esta ventajas, si la materia fuera examinada cuidadosamente, en realidad el punto de la balanza se inclinaría en una dirección o en otra del debate geocentrismo-heliocentrismo. Galileo (ansioso por ganar ventaja retorica donde quiera que pudiera), armó su argumento en Cartas sobre las Manchas Solares, de tal manera como para insinuar que las fases de Venus, son como él las describe, vencido el único modelo geocéntrico disponible y consecuentemente establecía la validez del modelo heliocéntrico alternativo de Copérnico “con necesidad absoluta)”.

Así Galileo tenia argumentos, en vez de pruebas. Y ordenando esos argumentos usados en su remarcable talento teorético (“sin exito en los anales de la ciencia”, de acuerdo a un historiador moderno de retórica). Galileo aspira mas no escribe cuidadosamente razonados temas eruditos del tipo que los astrónomos y cosmólogos ahora escriben, sino para influenciar la opinión pública y ganar el debate cosmológico en la arena pública. Sus argumentos fueron notables tanto por su poder emocional como por su poder lógico. El Mensajero Estelar con el cual, Galileo, inicia su campaña, fue escrita en latín y por lo tanto, destinado a los altamente educados. De cualquier manera, la audiencia que Galileo tenía en mente era mucho más amplia que la audiencia de especialistas astronómicos de Copérnico; su libro (como todas las publicaciones cosmológicas de Galileo), no contiene matemáticas y ni tecnicismos astronómicos  y estaba pensado para cualquiera que fuera capaz de leer en latín. 

Figura 2.6.- La alteración estelar en el modelo heliocéntrico. Supone que la separación angular (alfa) entre las dos estrellas, S (uno) y S (dos), es medida desde una posición en la tierra E (uno). La espera de seis meses, mientras la tierra está en posición E (dos) (Ahora juzgado, de acuerdo a las concepciones contemporáneas del tamaño de la órbita de la Tierra, es aproximadamente de diez millones más lejos de las dos estrellas). La separación angular (beta) entre las mismas dos estrellas ahora es substancialmente más pequeña. Pero de hecho no es medible la diferencia. Se sigue que ni una ni otra de las estrellas, están inimaginablemente más lejos que diez millones de millas es infinitesimal de acuerdo a la comparación o que la Tierra no está en órbita alrededor del Sol, sino fijada en el centro de la esfera estelar.

Figura 2.7.- El dibujo de la Luna por Galileo, vista desde el telescopio, del Mensajero Estelar, de Galileo; en La Obra de Galileo Galilei, ed. Nacional vol. 3.

Figura 2.8.- El modelo de Ptolomeo para Venus. Venus es mostrado en cuatro posiciones sobre su epiciclo, el centro del cual está siempre situado la línea conectando la Tierra € y el Sol (S), (Necesario para garantizar que Venus pueda siempre aparecer cerca del Sol). Esto aparenta que la mitad iluminada de Venus siempre está de cara al Sol y, por lo tanto, las caras más lejos de la Tierra. De esto se sigue que si el modelo describe el mundo real, los observadores terrestres nunca ven más un cuarto creciente de Venus.