Los
panistas son esa secta mal disimulada que ha llegado al poder político
engañando a la gente pobre. Simulan que mezclan la política con la teología
pero en realidad quieren imponer, lo que ellos pomposamente, pomposamente llaman Humanismo Cristiano, que
en esencia, es, imponer el reino de Dios en la tierra. Claro, los panistas se
declaran como sus pontífices, sus sumos sacerdotes, vicarios y toda la plebe
necesaria para componer el mundo malo. No tienen empacho en ir contra la
realidad y la razón.
En
aras del respeto se debe tener en cuenta que todos los seres humanos tienen el
derecho a profesar la creencia religiosa que considere e inclusos se tiene el
derecho a no tener creencia alguna al respecto.
La
separación del Estado religioso del Estado civil es resultado de una intensa y
larga meditación de los seres humanos. El primero tiene como base la fe pura,
el dogma, el no pensar sobre la posibilidad de probar ese mundo. La teología no
tiene forma de probar lo que postula pero quiere erigirse como guía de la vida
sin tomar en cuenta que esta no admite pucheros en su contra.
Por
su parte la política se inscribe en la realidad radical. Se tiene que vivir en
la cruda realidad. Los seres humanos se muestran en toda su verdad, con todos
sus apetitos insaciables de poder. En especial, en la política mexicana los
políticos son esa especie de lobos que devoran todo lo público con singular
alegría. Van de escándalo en escándalo con un cinismo muy a la mexicana.
En
este contexto, los panistas creen falsamente que han sido llamados por la
divinidad para conquistar los corazones de los mexicanos e hipotecarlos a un
reino imaginario, que no se puede probar. Es decir, quieren los panistas que se
deje de usar la razón para entrar al mundo religioso totalmente desarmados como
verdaderos corderos ante el matarife.
A
poco de haber llegado al poder los panistas han tratado veladamente de
implantar su pensamiento irracional. Lo hacen sin medir sus conductas y sus
palabras. Se han desatado públicamente a declarar que Dios debe reinar entre el
pueblo mexicano sin tener respeto alguno por los que profesan otra religión o
que francamente no profesan creencia religiosa alguna.
Estos
ridículos que hacen los panistas no es más que resultado de su frustración, de
su ñanguería y de su pensamiento desviado. Nótese la forma afectada con que se
dirigió la presidente municipal de Monterrey. Ese “Yo, Margarita Alicia
Arellanes Cervantes…” representa la totalidad del pensamiento de esta
funcionaria. Cree que con puestas en escena va a arreglar los problemas
políticos. Ese decreto pomposo pero inútil lleva a pensar que los panistas han
caído en una especie de locura colectiva. Inmediatamente dos funcionarios
panistas han declarado lo mismo. Se ha desatado una especie de fiebre loca
entre los panistas para mantenerse en el poder. Sin embargo, se han convertido
ellos mismos en casos para la psiquiatría y objetos del ridículo mundial.
Los
panistas se ven como la cúspide de la sociedad mexicana, tocados por la mano
divina. No obstante, se asemejan a todo fundamentalista. Quieren a toda costa borrar
la razón de la política y dar un salto cuántico hacia el Medioevo. Ahora bien,
lo que no confiesan como buenos cristianos es, que están tan podridos como el
que más. Tratan de ocultar su fea esencia usando a conveniencia su doble y
hasta triple moral. Por un lado, se declaran fervientes católicos, por otro
desprecian al pueblo llano y por otro se dan la gran vida con los placeres más
mundanos, sin ningún empacho. Su divisa política es superar a los priistas y a
cualesquiera otros políticos. Creer en las puestas escénicas panistas es estar
muy debajo de la escala de la razón, es estar en la puerilidad ridícula de la política.
Si se hace una pequeña revisión de sus vidas se nos mostrara una realidad totalmente
diferente a la que pregonan.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario