Los panistas luchan con todas sus fuerzas para evitar que se legisle a
favor del matrimonio del matrimonio del mismo sexo. Alegan que el matrimonio
entre personas del mismo sexo es contra natura y se apoyan en la teología
cuando debería ser solo una cosa del ámbito legal.
Ahora bien, es de conocimiento público que existen panistas homosexuales
y que hacen todo lo posible y hasta lo imposible por pasar desapercibidos. Eso
me parece una hipocresía vil. Tal parece que les acomoda al gusto panista el
concubinato entre personas del mismo sexo. Quieren los panistas y demás cabezas
huecas que el matrimonio entre personas del mismo sexo sea una cosa de hecho
pero no de derecho. Si a lo anterior se le suma que este tipo de
relaciones sean ocultas, ya se puede colegir que tipo de moral doble o triple
tienen estas personas.
Esto nos lleva a colegir que los panistas viven una vida falseada que la
realidad refuta a cada paso y momento. Que se pongan las leyes adecuadas para
que las personas del mismo sexo que así lo decidan contraigan matrimonio y no
se siga imponiendo la teología sobre el Estado de Derecho y que la moralina
panista se siga incluyendo en las normas de Derecho. Es decir, que se pongan
las normas jurídicas al caso concreto y dejemos la barbarie moral de la
derecha.
Deben entender los pazguatos que el matrimonio civil es un contrato y no
una unión teológica sancionada por un ente metafísico. Y, que dicho contrato
debe tener sus efectos para la vida practica de las personas que son sujetas de
derechos y obligaciones. Si, al final solo se trata de derechos y obligaciones
entre personas con exclusión de cualquier Dios o de sus falsos seguidores que
nos endilgan un día sí y otro también su bipolaridad malsana.
La Constitución General de la República en su artículo 1, señala que
todas las personas tendrán goce de los derechos humanos que la misma reconozca
y en los tratados que México se aparte y que además serán protegidos. Sigue diciendo
que dichos derechos humanos no podrán restringirse ni suspenderse salvo
excepciones constitucionales.
El artículo 4 de nuestra Carta Magna mandata que el hombre y la mujer
son iguales ante la ley y que el Estado protegerá la organización y el
desarrollo de la familia.
Se sigue de aquí que no hay restricción constitucional para que personas
del mismo sexo contraigan matrimonio civil y que este surta sus efectos legales
correspondientes. Sostener lo contrario es permitir la invasión de la moral en
el campo del Derecho, es dar al traste con el pensamiento razonable, es caer en
la irracionalidad.
Por si esto fuera poco, los mexicanos hemos
establecido en la norma de normas de México que ninguna persona podrá ser discriminada
por sus preferencias sexuales entre otras cosas. (Artículo 1 constitucional). Sin
embargo, lo que ponemos en las leyes lo negamos en la práctica. Que se legisle
en la Constitución que no se podrá discriminar por el origen étnico, o
nacional, el género, la edad, las discapacidades, la condición social, las
condiciones de salud, la religión, las opiniones, el estado civil o cualquiera
otra que atente contra la dignidad humana. Se ve claramente que hemos detectado
que en nuestro comportamiento social somos proclives a comportarnos de manera
impulsiva e irracional tan solo por no querer abandonar la barbarie (la no aceptación
racional de la convivencia en sociedad). Es irracional comportarse de manera
discriminatoria por las causas ya señaladas. Con todo se ve que existen muchas más
formas de discriminación y el Legislativo Federal ya no quiso seguir abultando
dichas formas y optó por señalar por analogía las restantes formas de discriminación.
Mientras no dejemos este tipo de
comportamientos consuetudinarios no podremos siquiera exigir mejor trato de los
demás personas y por consiguiente del gobierno. Los políticos y gobernantes mexicanos
son producto de la sociedad mexicana. Es decir, somos responsables sociales de
nuestros gobernantes y políticos. No abandonar la discriminación nos condena a
seguir en las mismas malas condiciones en todos los ámbitos de nuestra vida.
En el caso de los matrimonios entre
personas del mismo sexo, respetemos a las personas en cuanto personas en el
sentido filosófico y jurídico. Dejemos que quienes tengan esas preferencias
sexuales vivan humanamente. No les hagamos la vida pesada y hasta infernal. ¿Qué
prejuicios, miedos, limitaciones y enfermedades psicológicas adquiridas e
implantadas subyacen en el mente de ese tipo de mexicanos que se niegan a
entrar en razón?.
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