Los políticos mexicanos son incapaces de controlar el monstruo que han
creado, es decir, el sistema político que todo corrompe y todo da al traste.
Eso sí, son listísimos para inventar, con ocurrencias, soluciones fabulosas
que, evidentemente, no solucionan problema alguno.
En días pasados una política panista entregó las llaves simbólicamente
al Dios cristiano. Pobre mujer. Hace ver a ese Dios, ordinario. Es imposible no
asombrarse y reír a mandíbula batiente, por la ingenuidad de pensar que un ser
Todo-Poderoso tenga la necesidad de ser habilitado para gobernar un punto
infinitesimal de su reino por una persona infinitamente mortal y estulta.
El guion de la política mexicana desde hace mucho fue pervertido por
la corrupción de los políticos. La ambición desmedida de los políticos mexicanos
es de escándalo mayúsculo. No hay día que el pueblo mexicano no se entere de
una de tantas corrupciones que se dan tras bambalinas. Así, para dar solución a
los entuertos que no pueden solucionar hacen uso de la vieja solución ilógica del
teatro griego: El Dios de la máquina (Deus ex machina). En este contexto, se
tiene que los griegos y romanos hacían guiones teatrales en los que era
evidente que los personajes humanos no podían solucionar los entuertos, de manera
inesperada, con una grúa (máquina) era introducido al escenario algún Dios y solucionaba
los peligros, problemas que los humanos no podían solucionar.
Es evidente que esa forma burda de querer solucionar los problemas en
México, por los políticos, es muy llamativa para las personas que son
religiosas. El problema es, que los problemas públicos de seguridad social, de
educación, de salud pública y todo problema real no se pueden solucionar por
medio de la fe únicamente. Hacen falta soluciones reales a problemas reales.
No faltaron ni faltaran los políticos cínicos que siguieron y seguirán
ese mal ejemplo de irresponsabilidad ridícula de esa cabeza hueca de Monterrey.
Desde que Descartes uso la razón para tratar de encontrar respuestas a los
problemas se ha desplazado al Dios cristiano, del centro a la periferia de la
vida. Hoy día se siente más ese vacío al que se refiere Nietzsche por la muerte
de Dios. No es posible dar marcha atrás y volver a la Edad Media y a su religiosidad.
Hoy se tiene que enfrentar la vida y sus problemas enteramente solos. Rogar a
un Dios cualquiera por soluciones es simple irresponsabilidad cínica.
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