6 DE JUNIO DE 2021. PASADO, PRESENTE Y FUTURO
Nunca,
antes del 1 de julio del 2018, el pueblo mexicano había dado una sorpresa mayúscula
en la vida pública, en concreto en la política. El sistema político siempre ha
mantenido a la democracia (del griego, demos=pueblo y Kratos=poder), como de
competencia de las elites políticas. La república (del latín res=cosa y publica=del
pueblo), que significa “Cosa pública”, de todos y de ninguno en particular; había
sido apropiada por las elites de gobierno, políticas y económicas. Es por ello,
que en lo formal la república era de todos, pero en la realidad pertenecía a
estas elites y hacían del Estado lo que querían con todo placer.
El
sistema de partido único de Estado (Partido Revolucionario Institucional-PRI),
fue la base sobre la cual se forjó el Presidencialismo totalitarista para
someter al pueblo porque el titular del órgano ejecutivo, sometió a los órganos
legislativo y judicial a sus órdenes estrictas. Los dueños del gran capital
vieron claramente que podían hacer pingües negocios con los gobernantes y políticos
mexicanos en turno y hubo un maridaje entre gobierno y capital privado. La división
de poderes era letra muerta y el pueblo soberano lo era en el papel no en l
realidad.
Pasarían
décadas para que el Presidencialismo se resquebrajara desde dentro, desde fuera
y por todos lados. Sus días estaban contados. Los gobiernos del Partido Acción Nacional
fueron el preámbulo a la caída final porque no obstante de haber adoptado a las
mil maravillas el régimen priista, a su vez contribuyeron a la caída del mismo
a través de la corrupción, la impunidad, los fraudes electorales y de alejarse del
pueblo que los encumbró. Existen muchos más factores, pero sirvan estos para
los fines de este escrito.
El
regreso del PRI a la presidencia de la republica no fue por su fuerza pasada
sino a través del fraude electoral mientras seguían las privatizaciones y con
ello la decadencia. A la par, la economía neoliberal liberaba a los ciudadanos
de la dependencia del Estado con las reformas estructurales de Enrique Peña
Nieto, avaladas por el PAN y el PRD. El escenario estaba puesto para que
irrumpiera en las elecciones del 1 de julio e 2018.
La
economía puso a los mexicanos en el camino de la liberación de los antiguos valores
que, ya tenía sus antecedentes con el vacío religioso (se dejo de ser
practicante a ser creyente), se dejaron atrás los valores emanados de la revolución
mexicana de 1910 (patria, soberanía nacional, conmemoración de los días oficiales
etc.), porque ya no tenían sentido; se habían vendido los bienes nacionales. ¿Qué
sentido tenia ya conmemorar la expropiación petrolera o sentirse patriota si la
patria estaba en venta?. El Presidencialismo se había vaciado de su contenido ideológico
y real.
Esto
iba aunado a una nueva construcción de ser de los mexicanos. Se habían abandonado
gradualmente los valores patrióticos (El PRI perdió su crédito) y se habían abandonado
los valores religiosos. Era necesario imponer nuevos valores y estos fueron
netamente materiales. El dinero, la fama, la ostentación y el triunfo personal habían
ganado la batalla final y sobre esos valores se había construido al pueblo
mexicano. El que triunfe por su propio esfuerzo con legalidad y honestidad es
merecedor de halagos quien lo haga con corrupción es merecedor de descredito.
Claro que existían y, siguen existiendo los vividores y corruptos, todos los días
salen a gritar a todo pulmón que el pueblo los vuelva a elegir; sin embargo,
existe la opción ya mencionada y ha ganado terreno.
Esta
nueva moral creciente tuvo sus efectos en las elecciones de 2018. Los votantes
eligieron una forma contraria de gobernar al Presidencialismo priista. Por eso
antes que una derrota política y jurídica, la derrota que sufrieron el PRI, PAN
y PRD, es ante todo y por sobre todo, una derrota moral. Claro, esta derrota
moral desembocará en la desaparición del PRI y del PRD, no así del PAN pues hay
una veta de creyentes religiosos que lo nutren.
Por
todo ello, el pueblo en general y los votantes en lo particular deben tomar
conciencia de su actual poder soberano de decisión y terminar con el viejo régimen
político. No es menor la hazaña del pueblo mexicano. Antes, todo lo decidían sus
representantes políticos como lo son los diputados federales o estatales; con
todo, casi siempre lo hacían y lo siguen haciendo a espaldas del pueblo y del electorado
en favor de los negocios entre gobierno e iniciativa privada, nacional e
internacional. Hoy día, no han rendido cuentas los diputados federales y,
locales y ya exigen, con engañifas y mentiras, el voto para reelegirse. Esto se
puede cambiar radicalmente si el pueblo mexicano ejerce su poder soberano.
Es
deseable que el pueblo mexicano con base en no olvidar el pasado tome
conciencia de su presente para construir las bases de su futuro y acabe con la
exclusividad de que, los diputados sean los únicos que decidan en todo y para
todo. Se debe terminar con esa república representativa de elites y para las
elites. No se puede explicar tanta pobreza si no se toma en cuenta que los
representantes del pueblo; es decir, los diputados no representan al pueblo porque
son parte de las elites que deciden sobre su vida. La corrupción es la
consecuencia de la representatividad. Por eso, terminar el maridaje entre la política
y la economía debe ser otra de las metas.
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