sábado, 1 de mayo de 2021

EL PRESIDENCIALISMO, LOS INSTITUTOS AUTÓNOMOS Y LA DEMOCRACIA

 

EL PRESIDENCIALISMO, LOS INSTITUTOS AUTÓNOMOS Y LA DEMOCRACIA

 

El Presidencialismo mexicano significa la preponderancia del órgano ejecutivo federal sobre los órganos, legislativo y, judicial, ambos federales, por ende, sobre todos los gobiernos locales y el pueblo mismo; era el totalitarismo. Todo lo decidía el presidente de la república. El presidente a su ves era el gran motor de la política interna y externa, de la economía en lo interno y externo, en lo social y en todo lo importante.

 

Contra este totalitarismo reaccionaron los partidos políticos y la sociedad mexicana desde hace mucho, pero en especial desde 1988 cuando se conformó un Frente Democrático Nacional, encabezado por el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, y figuras tan relevantes como Ifigenia Martínez y Porfirio Muñoz Ledo. La lucha partidista y ciudadana gradualmente le arrancó muchas de las funciones que tenia el gobierno como la organización de las elecciones en manos de la Secretaria de Gobernación entre otras facultades. Se creo el Instituto Federal Electoral antecesor del Instituto Nacional Electoral que en lo formal se decían autónomos pero que, terminaron siendo presas de los partidos políticos mas poderosos, quedando a su servicio, lo que los hizo inservibles para la democracia. Tal y como esta documentado, y, probado y no forma parte de este escrito.

 

Arrancadas tantas facultades al presidente de la republica y las que él, mismo cedió a las transnacionales (la rectoría de la economía), la perdida de la hegemonía de lo político (el surgimiento de diversos partidos políticos), así como el desvanecimiento de la censura con el surgimiento de las redes sociales el efecto era la directa decadencia del Presidencialismo y la eventual desaparición del Partido Revolucionario Institucional como actor de primera línea y muy pronto de la escena política.

 

Ante este escenario de cambio y zozobra los institutos ha logrado sobrevivir con una fortaleza que rivalizan con el actual presidente de la republica al punto de amenazarlo de ser arrestado por 36 horas y dejar al Estado mexicano acéfalo. Aquí ya se evidencia lo peligro de mantener a estos institutos que rivalizan con el órgano ejecutivo federal y en franco exceso se erigen como lo guardianes de la democracia. Esto seria una virtud si lo hicieran en beneficio de la democracia, pero no es así, siguen sirviendo al viejo régimen. Son obstáculos que deben ser superados a como de lugar.


Varias consecuencias, se derivan de esto; los pesos y contrapesos que deberían crear los órganos al ejercer la soberanía no funcionaron durante el Presidencialismo. Al ir perdiendo facultades el órgano ejecutivo federal y crearse institutos que ejercerían estas funciones, estos institutos se volvieron pesos y contra pesos del actual gobierno. Lo que no previo la teoría de Montesquieu; esto obliga a tratar el diseño del Estado mexicano desde una nueva perspectiva por toda esta complejidad creada de facto. En este contexto son los órganos, los institutos del Estado mexicano, las elites de los partidos políticos y los grupos de gran poder económico quienes verdaderamente deciden sobre la democracia y no el pueblo llamado soberano. 

 

En todo este escenario se puede advertir una falla grave: la ausencia activa del pueblo, el verdadero soberano. Los empleados, los sirvientes del pueblo han tomado el lugar del soberano y se comportan como si ellos fueran los verdaderos soberanos. Esto es paradójico. Se quiere mantener al pueblo como mero espectador mientras sus empelados hacen lo que les place. Esto es inadmisible. Un pueblo consciente de su poder soberano no puede permitir que los integrantes de los órganos, institutos, dependencias o cualquier otro actor político, económico o social este por encima de su poder soberano. Es hora de cambiar todo este desastre y, anarquía y que, el verdadero y único soberano, el pueblo, tal y como lo mandata el artículo 39 de la Constitución General de la república mande sin intermediarios. Se deben extinguir esos viejos institutos que únicamente han cambiado de nombre, pero no de malas practicas por medio de sus integrantes. La decisión es del pueblo o manda o se deja mandar.


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