EL PRESIDENCIALISMO, LOS INSTITUTOS AUTÓNOMOS Y LA
DEMOCRACIA
El
Presidencialismo mexicano significa la preponderancia del órgano ejecutivo
federal sobre los órganos, legislativo y, judicial, ambos federales, por ende,
sobre todos los gobiernos locales y el pueblo mismo; era el totalitarismo. Todo
lo decidía el presidente de la república. El presidente a su ves era el gran
motor de la política interna y externa, de la economía en lo interno y externo,
en lo social y en todo lo importante.
Contra
este totalitarismo reaccionaron los partidos políticos y la sociedad mexicana desde
hace mucho, pero en especial desde 1988 cuando se conformó un Frente Democrático
Nacional, encabezado por el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, y figuras tan
relevantes como Ifigenia Martínez y Porfirio Muñoz Ledo. La lucha partidista y
ciudadana gradualmente le arrancó muchas de las funciones que tenia el gobierno
como la organización de las elecciones en manos de la Secretaria de Gobernación
entre otras facultades. Se creo el Instituto Federal Electoral antecesor del
Instituto Nacional Electoral que en lo formal se decían autónomos pero que,
terminaron siendo presas de los partidos políticos mas poderosos, quedando a su
servicio, lo que los hizo inservibles para la democracia. Tal y como esta
documentado, y, probado y no forma parte de este escrito.
Arrancadas
tantas facultades al presidente de la republica y las que él, mismo cedió a las
transnacionales (la rectoría de la economía), la perdida de la hegemonía de lo político
(el surgimiento de diversos partidos políticos), así como el desvanecimiento de
la censura con el surgimiento de las redes sociales el efecto era la directa
decadencia del Presidencialismo y la eventual desaparición del Partido
Revolucionario Institucional como actor de primera línea y muy pronto de la
escena política.
Ante
este escenario de cambio y zozobra los institutos ha logrado sobrevivir con una
fortaleza que rivalizan con el actual presidente de la republica al punto de amenazarlo
de ser arrestado por 36 horas y dejar al Estado mexicano acéfalo. Aquí ya se
evidencia lo peligro de mantener a estos institutos que rivalizan con el órgano
ejecutivo federal y en franco exceso se erigen como lo guardianes de la
democracia. Esto seria una virtud si lo hicieran en beneficio de la democracia,
pero no es así, siguen sirviendo al viejo régimen. Son obstáculos que deben ser
superados a como de lugar.
Varias
consecuencias, se derivan de esto; los pesos y contrapesos que deberían crear
los órganos al ejercer la soberanía no funcionaron durante el Presidencialismo.
Al ir perdiendo facultades el órgano ejecutivo federal y crearse institutos que
ejercerían estas funciones, estos institutos se volvieron pesos y contra pesos
del actual gobierno. Lo que no previo la teoría de Montesquieu; esto obliga a
tratar el diseño del Estado mexicano desde una nueva perspectiva por toda esta
complejidad creada de facto. En este contexto son los órganos, los institutos
del Estado mexicano, las elites de los partidos políticos y los grupos de gran
poder económico quienes verdaderamente deciden sobre la democracia y no el
pueblo llamado soberano.
En
todo este escenario se puede advertir una falla grave: la ausencia activa del
pueblo, el verdadero soberano. Los empleados, los sirvientes del pueblo han
tomado el lugar del soberano y se comportan como si ellos fueran los verdaderos
soberanos. Esto es paradójico. Se quiere mantener al pueblo como mero
espectador mientras sus empelados hacen lo que les place. Esto es inadmisible.
Un pueblo consciente de su poder soberano no puede permitir que los integrantes
de los órganos, institutos, dependencias o cualquier otro actor político, económico
o social este por encima de su poder soberano. Es hora de cambiar todo este desastre
y, anarquía y que, el verdadero y único soberano, el pueblo, tal y como lo mandata
el artículo 39 de la Constitución General de la república mande sin
intermediarios. Se deben extinguir esos viejos institutos que únicamente han
cambiado de nombre, pero no de malas practicas por medio de sus integrantes. La
decisión es del pueblo o manda o se deja mandar.
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