Desde
el inicio de la formación del Estado mexicano, no se sabía si escoger la monarquía
o la república como forma de gobierno. Agustín de Iturbide junto con buena
parte del pueblo se decantaron por la monarquía y se implantó el Primer
Imperio. No tardó en fracasar esta forma de gobierno a pesar de que los pueblos
originarios habían tenido monarcas imperiales por siglos surgidos del pueblo
mexicano y de los suyos propios; no existía la democracia. La Nueva España tuvo
un gobierno de reyes u virreyes por trescientos años. Imaginen como campeaba la
idea del gobierno de un solo ser humano con el poder casi absoluto. Contra esto
ha luchado el pueblo mexicano, por la democracia, por la igualdad, la justicia,
la legalidad y legitimidad entre otros principios rectores de la vida
republicana.
Implantada
la república el pueblo mexicano y en especial sus políticos no sabían si la
misma debería ser centralista o federalista y hoy, día seguimos sin saber si es
el centralismo o el federalismo la forma definitiva de gobierno. Todo el
Presidencialismo fue centralista pues todo lo decidía el presidente en turno. Claro, este preámbulo únicamente da un contexto
general pues abordar los variados matices de nuestra historia es una tarea titánica
y este escrito únicamente pretende ser una guía general para entender lo básico.
Ahora
bien, la idea de un gobierno monárquico siempre ha estado en muchas de las
cabezas de los mexicanos aun hoy día. Un claro ejemplo lo es el Partido Acción
Nacional que son los justos herederos del conservadurismo y de la monarquía
pues ellos mismos se sienten con el derecho divino de gobernar al pueblo
ignorante que no tiene esperanza de poder gobernarse y solamente ellos pueden
poner orden ante tanto caos; claro, la realidad radical los refuta de manera tajante,
incluso en su creencia en la superioridad de su “raza blanca símbolo de superioridad,
creen los panistas. Su símbolo más evidente Diego Fernández de Cevallos.
En
efecto, las formas monárquicas se implantaron dentro de la república mexicana durante
todo el periodo priista. Un solo hombre con casi todo el poder emanado del
partido único de Estado y el Partido Revolucionario Institucional fungiendo
como la única clase política. Estado, gobierno y partido en una sola sintonía gobernar
de manera totalitaria con todo el lujo aristocrático. No se lograba abarcar con
plenitud lo que se veía pues por un lado los rituales suntuosos iban
encaminados a glorificar los hechos pasados en los días festivos oficiales (republicanismo),
y al mismo tiempo se idolatraba al presidente en turno (monarquía). Esta
dualidad en las formas impedía al pueblo ver con claridad la esencia del
gobierno. Claro, muchos veían justamente en lo que se había convertido el
gobierno mexicano. Y, digo el gobierno porque el pueblo nunca participó en lo
sustantivo de la grandiosidad como no fuera en calidad de simple comparsa muy
lejos de la abundancia del gobierno.
El
Panismo al llegar al poder vario la forma, agregando su religiosidad con lo que
quedó una monarquía a la imagen de las europeas, pero muy endeble y carente de
realidad. Contra todo eso buena parte del pueblo venia luchando desde los años
sesentas del siglo pasado y tomado su forma más acabada desde 1988 con el
frente liderado por muchos políticos de izquierda que nunca cejaron en su lucha
hasta la caída del Presidencialismo priista.
Con
todo, no se debe dar todo el crédito a los hechos y actos internos (grave
deficiencia de los analistas mexicanos), pues la orden recibida del Fondo Monetario
Internacional de privatizar las empresas públicas, es decir, los bienes y
servicios públicos, fueron minando el poder del presidente en turno hasta el
punto de la decadencia. Un hecho externo influyó de manera importante en la política
interna.
Los
hechos externos terminaron por derrumbar los cimientos del Presidencialismo hasta
que el mismo cayó sin remedio y cedió el paso hacia las formas republicanas con
el actual gobierno. La presente administración tiene tantos puntos de crítica
como cualquiera otro, pero no hay duda de que tiene la esencia de una república,
la austeridad gubernamental y con tendencias de beneficios al pueblo. Esto no
es fácil de hacer y las críticas son muchas, la mayoría salidas del coraje, la
rabia y la venganza.
Bien,
se trata de construir una república con la austeridad a la medida de la pobreza
del pueblo mexicano sin que el Estado quede paralizado sino con suma capacidad administrativa,
legislativa y judicial para atender estos tres rubros básicos en la vida
nacional. Para ello, se debe evitar que un partido o más vuelvan a las formas monárquicas
en los tres ámbitos de gobierno. De la misma manera se debe evitar que se
conforme una clase política corrupta nuevamente y que los puestos públicos se
consigan de manera hereditaria. Las formas monárquicas corresponden al pasado y
a los corruptos en forma sectaria, las formas republicanas al pueblo, pero esto
es un deber ser que únicamente puede darse con la participación ciudadana y con
el cambio gradual de la idiosincrasia del pueblo en su conjunto.
Nos
espera una reingeniería del Estado mexicano en donde se evite la corrupción de
los funcionarios públicos hasta donde sea posible y esto se asegura con leyes
severas que pongan dique a los impulsos desmedidos de los seres humanos que
ocupan cargos públicos. Pero insisto y seguiré insistiendo que esto será posible
en la medida de la participación ciudadana que tome consciencia y la practica
correspondiente del pueblo. Los funcionarios públicos se corrompen en la medida
en que dejan de ser vigilados y se les pidan cuentas a cabalidad con las
sanciones administrativas, civiles, políticas y penales correspondientes.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario