Al
amor sumiso a un símbolo, a una persona o a una autoridad terrenal o divina se
puede considerar como el acto más elevado y desinteresado que los seres humanos
pueden realizar. No obstante, se necesita echar una mirada tras el escenario
para ver toda la enfermedad y corrupción que sostienen un amor de este tipo. Desde
la psiquiatría se sabe que, quien se abandona sumiso a otra u otras personas de
cualquier índole, tiene rasgos masoquistas en distintos grados. La dependencia
es el rasgo más distintivo de tal desviación enfermiza. Mientras más se depende
de otra u otras personas menos se, es, como persona individual hasta llegar a
la nulidad absoluta.
Si
vemos la actuación de los presidentes de los partidos que se suponen de oposición
ante el símbolo presidencial que represente Peña Nieto, esto nos debería de
alarmar hasta el escándalo. El masoquismo es el abandono a la voluntad del amo.
Sin embargo, esta anomalía tiene su correspondiente desviación en el amo, el sadismo.
Ambos dependen psicológicamente de igual manera y grado aunque materialmente el
sádico maltrate y humille, tanto psicológicamente como físicamente. Esta es la relación
perturbada y perturbadora que venos en la relación que se da en el mal llamado “Pacto
por México”.
Peña
Nieto se erigió en el amo del poder político y hace esfuerzos insólitos para
retomar las funciones constitucionales y meta-constitucionales que antaño tenían
sus predecesores del mismo partido en lo que se llama “Presidencialismo”. Los presidentes
del PAN y del PRD disminuidos por todos
los hechos de derrotas electorales y rompimientos hacia el interior de sus
partidos, consideraron que estaban tan disminuidos que era menester convertirse
en apéndices del símbolo del poder. La permanente desviación política de los
priistas no fue impedimento para que ambos presidentes anunciaran que estaban a
disposición para participar con el gobierno, para sacar a México adelante (a
remate mercantil, es como se debe entender), sin oponerse de forma significativa.
Es
lastimoso y lamentable que Madero y Zambrano sean meros títeres de la voluntad
torcida de Peña Nieto y de su gabinete(Mas de este que de aquel). El caso de corrupción en Veracruz no
fue suficiente para que ambos políticos rompieran con su dependencia. Madero presentó
denuncias contra los funcionarios involucrados, asi como contra Rosario Robles.
Sabemos bien, que fin jurídico y destino tendrán dichas denuncias: la improcedencia e
impunidad. Se necesita estar disminuido en la voluntad hasta el grado mínimo
para esperar que procedan en cualquier sentido.
Faltos
de voluntad, Peña Nieto se ha enseñoreado sobre ellos con el sadismo correspondiente.
En un tris les hizo ver su calidad de dependientes. Es claro que los priistas
son excelentes para cegar a través de sus malas artes a sus oponentes. Lograron
ponerlos de rodillas con la rotación de la presidencia del organismo que
preside formalmente “El pacto por México”, sin embargo, materialmente están siendo
piezas del ejercicio del poder presidencial y del partido dominante. La
candidez con que actúan es patética.
Otro
de los rasgos que se puede detectar en Madero y Zambrano es el estoicismo ya
que si bien Peña Nieto (o mejor dicho la cúpula que manda), llena todas las
necesidades de ambos presidentes de partido, fuera de este cerco está el pueblo
y los propios militantes de sus partidos que justamente les reclaman su
entreguismo y su falta de voluntad política para velar por los intereses particulares
de sus respectivos partidos y en lo general la traición clara a la nación mexicana.
Allí deben soportar el dolor de ser increpados y cuestionados. Ponen buena cara
al mal tiempo. Dicen públicamente que el pueblo no los entiende pero que actúan
con toda responsabilidad, mientras se agudiza la pobreza entre las clases bajas.
Ese es un rasgo fundamental del estoicismo esperar una recompensa en el más allá
y en este caso de la Historia.
El
tercer rasgo que podemos encontrar en Madero y Zambrano es la negación de la
realidad. Para ellos no existe más realidad que la parcialidad en que viven y
conocen. Se aferran a las cifras que el gobierno da, sobre la macro economía (la
economía de las grandes empresas), y quieren extender esa misma sanidad económica ala pueblo.
Se niega la realidad una y otra vez de manera ferviente. Para ambos, la
realidad son los escenarios preparados, aparecer ante las cámaras y micrófonos de
los medios de comunicación y los diarios y revistas que propagan los acuerdos mediáticos
pero que no tienen relación ni efectos benéficos para el pueblo. Todo es retórica
insuflada por su sádico amo.
Como
resultado se tiene la irresponsabilidad de Madero y Zambrano. Al final de
cuentas ellos no actúan por si, sino en representación del pueblo (una auto
mentira). Por lo tanto es responsable Peña Nieto de los resultados del “Pacto
por México” o en su caso el organismo rector de ese infame programa pero ellos,
nunca. Este es el tripie desde donde se sostienen psicológicamente estos
personajes: masoquismo, estoicismo y negación de la realidad.
Las
tres características enunciadas líneas arriba bien se puede extender a la mayoría
de los mexicanos que son pasivos (masoquistas), que sufren la realidad (soportándola
con estoicismo) y negando la realidad porque esperan que Dios castigue en la
otra vida a los malos. Mientras tanto, el sadismo disimulado va ganando terreno
político. Sí, eso también le llaman presidencialismo.
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