LA
DIVISIÓN DE PODERES COMO INSTRUMENTO DE PODER SOBRE EL PUEBLO
La
llamada teoría de la “División de poderes” fue un intento de John Locke por
estructurar el Estado moderno, pero fue Charles Louis de Secondant, señor de la
Brede y barón de Montesquieu quien aprovecho mejor tales ideas para darlas a
conocer en su obra simplemente conocida como “El espíritu de las leyes” aunque el
título del libro es mucho más largo. Bien; si le aplicamos la categoría de teoría
a dichas ideas no llegan a conformar una verdadera teoría. Con la claridad de
ser una teoría verificable positivamente en todos y cada uno de sus
componentes.
Las
ideas de la “División de poderes” de nuestros filósofos postula que a cada
poder (órgano) le corresponde una y única función. Al ejecutivo le corresponde
administrar los bienes nacionales, al legislativo hacer leyes y al judicial la impartición
de justicia. Eso no ocurre en el Estado mexicano. Estas ideas traen aparejadas
las ideas de pesos y contrapesos. Se dice hasta la saciedad que, si uno de los órganos
abusa del poder uno o los dos restantes órganos ejercerían su poder para
equilibrar el ejercicio del poder público. Eso no ha pasado en México. Durante todo
el régimen priista y panista no existían esos pesos y contrapesos. Eran regímenes
totalitarios pues sus tres órganos estaban bajo el control del presidente en
turno.
La
idea de que los órganos son “poderes” es un total desastre. Todos los abogados
y estudiantes de derecho saben o deberían saber que, la Constitución General de
la República esta constituida en dos partes, la dogmática en donde están casi
todos los derechos humanos y la orgánica donde se encuentran los tres órganos
de gobierno fundamentales. El ejecutivo, el legislativo y el judicial. Este
error grave se ha instalado en la mayoría de las cabezas de quienes gobiernan y
de los gobernados al grado de creer en ser dichos órganos soberanos. Suelen los
integrantes de estos tres órganos decirse soberanos. ¿Cómo van a ser soberanos
los titulares de los tres órganos?. Eso es falso. El único soberano lo es el pueblo
ello establecido claramente en el artículo 39 constitucional. Los políticos mexicanos
partiendo del error de la “División de poderes” han torcido aún más esta mala
idea al grado de sentirse ellos mismos soberanos.
En
este mismo contexto, los órganos legislativo, ejecutivo y judicial no llevan a
cabo una sola función pues a menudo colaboran entre si para llevar a cabo un
acto. El nombramiento de los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación
se lleva a cabo bajo la propuesta del presidente de la república (órgano ejecutivo)
y son ratificados o no por el Senado (una parte del órgano legislativo). El
Congreso hace leyes y el presidente las publica para su observancia. Con solo
estos argumentos queda en evidencia la forma incorrecta de hacer política
en los Estados Unidos Mexicanos y con ello debería dejarse estas ideas
y extraer de la funcionalidad del Estado mexicano una nueva y verdadera teoría propia.
A tal objetivo he llegado con mi obra “El Fin del Estado Moderno”. “El Fin de
la División de Poderes”.
Esta
llamada teoría sirvió únicamente para someter al pueblo mexicano durante décadas
y llevarlo a una vida paupérrima, a la corrupcion de todo el Estado y la creación
de una clase política corrupta a más no poder. El pueblo mexicano exhibió y demostró
el lado flaco de estas ideas de la “División de poderes”, el uno de julio de
dos mil dieciocho al tomar las acciones políticas para erigirse como el
verdadero soberano y elegir a sus gobernantes. No hubo poder humano capaz de
frenar la fuerza soberana del pueblo. Esto nos lleva a una evidencia y su
consecuencia.
El
pueblo evidenció saber de política y no dejar mas a los partidos políticos decidir
en sus cúpulas la dirección y manejo del Estado mexicano (Población, territorio
y gobierno). Se había estado simulando la democracia y esta era meramente
representativa. Los ciudadanos eran visibles y necesarios cada tres o seis años
en que había elecciones para luego desaparecer de la escena tres o seis años.
Este tipo de democracia representativa es nefasta para el pueblo. Se debe pasar
a la democracia directa con más plebiscitos, revocación de mandato u otras figuras
políticas para asegurar que, el pueblo tenga los medios de decidir el manejo y
rumbo del Estado mexicano.
La
consecuencia es lo nefasto de las ideas de la “División de poderes” pues en
todo caso solo los titulares de los órganos ejecutivo, legislativo y judicial
son quienes deciden como gobernar sin importarles el verdadero soberano, el
pueblo. En esto radica la importancia de que, el pueblo este politizado en el
mayor grado para ejercer su soberanía y de esta manera someter a sus decisiones
tanto a los tres órganos de gobierno como a las cúpulas de los partidos políticos.
Es el gobierno quien debe temer al pueblo y no el pueblo tenerle temor al
gobierno.
Debe
quedar muy claro que, no son poderes sino órganos con facultades para realizar
los trabajos esenciales del Estado mexicano. Los titulares de estos órganos no
son soberanos. El único soberano lo es el pueblo. En consecuencia, los tres órganos
no traen emparejados pesos y contrapesos para equilibrar el poder público. El único
que, puede juzgar y, señalar la forma de gobierno y la dirección del Estado mexicano
es el pueblo.