LA DIVISIÓN DE
PODERES Y SUS TRAMPAS CONTRA EL PUEBLO
“La División de poderes” es un error que, va a cumplir tres centenarios de
popularidad. Llamar “Poderes” a los “Órganos del Estado” es un extravío de la razón.
Todo estudiante de derecho con la mínima preparación sabe que, la Constitución General
de la República contiene dos partes, la dogmática en la cual están contenidos
la mayoría de los derechos humanos y la orgánica en donde se estructura el
funcionamiento de los órganos legislativo, ejecutivo y judicial, organismos autónomos
y dependencias. Lo sencillo lo hemos hecho difícil y lo difícil imposible de
bien pensar y bien hacer.
Esta
“División de poderes”, presupone los llamados “Pesos y contrapesos”, es decir,
si el titular o titulares de un órgano en su funcionamiento tiene o tienen
excesos otro órgano o los dos restantes en su quehacer constitucional serán contrapesos.
Esto nos dice la “Teoría”, basta para mantener el equilibrio entre órganos y,
por ende, del Estado y de la democracia. Sin embargo, esto no es así en la
realidad. Durante todo el periodo dominado por el Partido Revolucionario
Institucional (PRI) y el último tramo en conjunción con el Partido Acción Nacional
(PAN) y el Partido de la Revolución Democrática (PRD), el titular del ejecutivo
federal fue quien se colocó por encima del órgano legislativo y del judicial. Es
lo que conocemos como Presidencialismo. Simplemente nunca se aplicó esa llamada
teoría de la “División de poderes” y existió un gobierno totalitarista que, no
tenía ni de lejos como fin la democracia. Es evidente que, esa “División de
poderes”, aunque este en el texto constitucional, es una ilusión. Tenemos una
democracia en donde las élites económicas, sacerdotales, políticas, sociales y
del ejército se disputan el poder y ya obtenido gobiernan sin el pueblo. Los
ciudadanos son meros votantes cada tres o seis años y eso es todo.
Ahora
bien, en el año dos mil dieciocho durante las elecciones del dos de julio se
dio un fenómeno inédito. Los votantes decidieron el rumbo del Estado mexicano y
estuvieron por encima de las élites económicas, sacerdotales, políticas,
sociales y del ejército. Vino la reacción de los conservadores para recuperar
el poder político y el pueblo en general, volvió a ratificar ese rumbo ya
marcado en el dos mil dieciocho. Esto no solo tiene implicaciones políticas sino
económicas, sociales, culturales, académicas dentro y fuera de México. No más
democracia simulada o democracia de élites.
Ese
equilibrio que, presupone la “División de poderes”, es una falacia, no está en
el actuar de los órganos. El único garante de la democracia lo es el pueblo
cuando vota libremente con el conocimiento de causa y efecto. Vimos el
resquebrajamiento de varios mitos en estas elecciones. No es necesario tener títulos
y grados para entender la democracia y actuar en consecuencia. Los ricos nos
mostraron su odio, vulgaridad, ignorancia e intolerancia en lo básico sobre el
tema político. Los lideres de los partidos nos mostraron su incomprensión de la
realidad, su torpeza política y su ambición desmedida. Los medios de comunicación
comunicaban mentiras. Las encuestadoras se vendían al mejor postor. La oposición
vive en el auto engaño. Las elecciones derribaron muchos mitos.
Emergió
un nuevo México con el que, no pueden lidiar los viejos partidos de la alianza “Fuerza
y Corazón por México”, (PRI, PAN y PRD), Las consecuencias inmediatas son la desaparición
del PRD, el ahondamiento en la decadencia del PRI y el PAN. Las viejas formas
de hacer política y de ver la vida han cambiado. Se necesita una nueva
estructura del Estado mexicano en donde los gobernados tengan acceso directo a
la democracia y no sean ya solo votantes de los tiempos legales. En suma, se
debe abandonar la llamada “División de poderes”, pues con la misma pasamos de
un pueblo soberano (Artículo 39 constitucional), a diversos soberanos (Artículos
40 y 49 constitucionales). Esto no puede llevarnos como hasta ahora a la confusión.
El pueblo es soberano, pero también lo son los estados (Artículo 40) así como los
órganos ejecutivo, legislativo y judicial. Vaya forma de escamotear el poder
soberano al pueblo con semejantes ideas. Todo esto se debe corregir para evitar
los dramas y grandes errores del pueblo mexicano. No solo las élites económicas,
sacerdotales, políticas, sociales y del ejército deben participar en la decisión
del rumbo de la democracia sino el pueblo en general tal y como se hizo en las
elecciones del dos de julio de dos mil dieciocho y las del dos de junio de dos
mil veinticuatro.
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