¡POBRES
MEXICANOS!. QUE CADA 15 DE SEPTIEMBRE GRITAN POR ESPACIO DE UNA HORA QUIZÁ PARA
CALLAR EL RESTO DEL AÑO
Estas
palabras simbolizan el desconocimiento del pueblo mexicano, así como no
entender el viejo sistema político. Después del derramamiento de sangre durante la revolución
de 1910 era evidente el agotamiento físico, mental y la escasez de dinero en
medio de este desastre. Era menester pacificar a los revolucionarios e iniciar
la construcción de un nuevo sistema político. Por desgracia, se construyó un régimen
dictatorial. Y, no es que, el pueblo mexicano fuera cobarde, pero ya no había fuerzas
para seguir en la revolución, a excepción de la revolución cristera obligada más por el fanatismo que, por demandas populares de democracia.
Ahora
bien, el régimen Presidencial del Partido Revolucionario Institucional (PRI)
fue creado para el silencio; un silencio largo para simular paz,
legalidad, legitimidad, justicia y los demás pilares de la democracia. Esto no
se podía lograr sin el terror del gobierno en turno con una gama de violencia
necesaria para cada situación. A los que se plegaban al poder político podían vivir
bien materialmente, aunque fuera en una dictadura de partido único de Estado.
Todo estaba bajo control. Ese orden se lograba con el totalitarismo. No había sector
de la población que no estuviera dominado por el PRI. El presidente en turno tenía todos los medios y todos los métodos para silenciar a la gran mayoría.
Los disidentes eran perseguidos, encarcelados, muertos o desterrados bajo una
complicidad institucional y social.
En
efecto, para desmantelar todo ese aparato del Estado iba a costar mucho
silencio, sangre y muertes de las formas más atroces. El viejo régimen no podía
subsistir sin la complicidad o pasividad del pueblo. Silencio casi total. El
gobierno en turno se encargaba de controlar a la población mediante programas
sociales a través de lideres sindicales, caciques o lideres políticos. “El que
se movía no salía en la foto”, se decía. Esto duró décadas. Cuando empezaron a
verse grietas en el sistema político iniciaron las matanzas ya conocidas públicamente.
Y, volvía el silencio, la paz priista.
En
este contexto, se veía al pueblo mexicano como una masa que, salía a gritar
efectivamente, el 15 de septiembre para callar durante el resto del año. Durante
todo este tiempo el Estado mexicano tenía una política cerrada. Se trataba de
que, el pueblo mexicano no conociera más allá de los límites de su vida
cotidiana. Hoy nos parece ridículo, pero no había computadoras mucho menos
celulares ni redes sociales. También, el gobierno en turno no permitía que se
supiera mucho de México. Por eso, hasta ahora los extranjeros creen que, los
mexicanos somos todos gordos, bigotones, con sombreros de ala ancha, con
pistola al cinto y semi salvajes. De la televisión y la prensa ni que decir,
estaban en complicidad con el gobierno por las buenas o las malas. Palabras más,
palabras menos, Emilio Azcárraga Milmo decía que, Televisa era el soldado del
PRI.
Bajo
toda esta apariencia había un pueblo ansioso de libertad, de justicia, de
democracia y todos los rubros necesarios para vivir y convivir en democracia.
Ese silencio se ha superado, el resquebrajamiento casi total del viejo régimen ha
enviado a sus representantes priistas al viaje sin retorno de la extinción de
su partido. En esa marcha fúnebre el PRI es acompañado por dos de sus mejores
alumnos, el Partido Acción Nacional (PAN) y el Partido de la Revolución Democrática
(PRD). Sin embargo, estamos en el crepúsculo de la democracia. Para bien o para
mal. El ambiente se ha llenado de alegría popular, de incipiente democracia, de
libertad, de todas las voces aun las de los personajes más abyectos. Hoy todos
podemos expresarnos. Luz, más luz.
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