La
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos del Estado mexicano,
señala que su soberanía radica original y esencialmente en el pueblo y en
beneficio de este. La soberanía de un Estado en vías de desarrollo menor que
otros Estados, puede estar mermada o puesta en duda, pero eso no es obstáculo para
que el pueblo siga luchando para lograr su pleno desarrollo, su ser como tal.
En consecuencia, la soberanía popular no es estática sino elástica en los
grados de madurez o inmadurez del pueblo.
Precisamente
se trata de que el pueblo en general y los ciudadanos en concreto hagan uso de
esa soberanía popular para no ser meramente gobernados si no que, sea el
conductor de su propia realidad y futuro. No se puede hacer un uso cotidiano de
la soberanía de manera directa pues ello conllevaría a anular al gobierno
electo en turno. Las irregularidades y excesos se deben corregir mediante los
procesos electorales o ejerciendo los derechos que la propia Carta Magna ponga
a disposición de los ciudadanos. El pueblo no puede renunciar a su soberanía ni
a su ejercicio directo pero que debe usarse de manera sabia, madura.
Una
forma de terminar un régimen político mediante elección fue lo ocurrido el uno
de julio de dos mil dieciocho. El desmoronamiento del régimen se venía gestando
por lo menos durante los últimos cuarenta años hasta que colapsó totalmente. Ahora
bien, este fin abrupto antes de verse en la realidad pasó por un proceso psicológico
que va de lo negativo a pasar a ser parte activa del cambio de manera decisiva.
En efecto, el sistema de creencias cambio radicalmente debido a actos y hechos
tanto externo como internos y aun con la participación del partido y gobiernos
oficialistas, aunque esto sea paradójico.
Pero
se debe pasar de lo teorético a lo práctico y este es el meollo de la vida cotidiana
en la vida política de los mexicanos. Los casos emblemáticos están en los ex
gobernantes hasta hace poco hegemónicos del Partido Acción Nacional y del
Partido Revolucionario Institucional. El segundo, no tiene ya razón de existir
y si no desaparece de manera inmediata lo hará de manera gradual pero
inevitablemente. El primero, es donde se encuentran dos de los ex presidentes más
activos contra el actual gobierno, propagando ideas descabelladas con base en la
humillación pública que sufren.
Vicente
Fox Quesada y Felipe Calderón, no logran asimilar que tuvieron pésimas administraciones;
el primero además carga con el peso de haber traicionado sus propias palabras
y, en lugar de desmontar la estructura priista se unió a los mismos con lo que
le dio continuidad al régimen político; el segundo, tiene el estigma de haber
iniciado una guerra sin previamente tener un plan maduro y seguro para combatir
los excesos, las violaciones a derechos humanos y en consecuencia hacer la reparación
de los daños humanos ocasionados. Ambos ex presidentes viven realidades
contrarias a la real; creen que pueden ser útiles al pueblo mexicano y a la política.
Este error de forma y fondo los hunde a los dos de manera irremediable. Pero
ellos, de manera ridículamente quijotesca siguen haciendo una política de muy
mala calidad en contra del actual gobierno.
Se
deben acotar las acciones políticas tanto Fox como de Calderón, porque
representan el pasado, los dogmas de fe en la política y al viejo régimen priista
sobre el cual quisieron construir el propio sobre los rieles de la corrupción y
la impunidad. Ambos no supieron siquiera adivinar que la decadencia del sistema
presidencial conllevó libertad ciudadana. Ahora los ciudadanos libres del
totalitarismo priista pueden informarse a través de las redes sociales (el talón
de Aquiles del oficialismo), conocer otras formas de pensar, de ser que ya es
imposible de detener.
De
un sistema político cerrado se pasó a uno abierto en donde los ciudadanos han
demostrado ser parte activa del cambio y así deben seguir pues deben seguir construyendo
lo público y fortaleciendo su soberanía. En la medida en que maduren los ciudadanos podrán
remediar los excesos y los excesos con los que se conducen Fox y Calderón deben
ser remediados. Son políticos de muy baja calidad que han probado su
incapacidad para gobernar y ser opción como oposición. Han demostrado que lo único
que les interesa es vivir de lo público, haciéndose ricos con toda impunidad.
Es
evidente que mientras los panistas añoran el pasado y el conservadurismo; el
pueblo mexicano busca construir su destino libre de trabas dogmáticas o del
control total de un sistema político que evite la libertad que es la base de la
soberanía popular; sin libertad adiós soberanía. Esta es razón suficiente para
no oír los llamados de ambos ex presidentes y para ponerlos en la mínima expresión
y acción política.
En
este contexto la soberanía activa del pueblo tiene su base en un sistema de
creencias que deben ser lo suficientemente concordantes con la realidad para
poder tener el control sobre la política, sobre los políticos y no al revés. En la medida en que el pueblo mexicano corte
las malas hierbas para que estas no vuelvan a contaminar la vida pública y la
democracia se torne nuevamente un nido de corrupción e impunidad. El pasado
debe superarse dejando intacto lo poco bueno que tiene y construyendo un nuevo régimen
político como base del Estado.
El
panismo no podrá desaparecer pues abreva en el conservadurismo y conservadores
los habrá siempre, pero si debe ser acotado por ser contrario al futuro del
pueblo mexicano. Fox y Calderón son los símbolos de la decadencia de ese presidencialismo
con el sello panista, conservador. En
este momento la opinión pública debe determinar la soberanía y la política de
manera real y no ceñirse a lo puramente conceptual.
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