Antes
de la vigencia del Capitalismo y sus derivados, el ser humano no pensaba en el
dominio ni la apropiación de la naturaleza, del mundo mismo. Había ni que se
diga, grandes sueños y grandes conquistadores, pero se pensaba en la naturaleza
como algo superior al ser humano. La Tierra y los demás planetas y astros eran símbolo
de los dioses y sus correlatos antropomórficos entre los pueblos.
Platón
tenía a la realidad como una mala copia de lo verdadero, las ideas eternas e
inmutables. El pensamiento cristiano uso las ideas de Platón para crear su
propio mundo metafísico e ir un paso más allá hasta llegar al repudio de toda
la naturaleza y en especial del cuerpo humano, tan perecedero y corruptible que
únicamente era una celda, una cárcel que impedía regresar al verdadero reino de
Dios, el eterno, inmutable en donde viviría por siempre rodeado de la luz
divina.
A
los mercantilistas el anterior pensamiento y practica les pareció un poco extraña,
aunque siguieron inmersos en su época, pero con ellos comienza a cambiar
paulatinamente. Con la industrialización se inicia el dominio de la naturaleza
y el abandono de las ideas católicas y su práctica, con lo que se inicia el
crecimiento del ego y el individualismo; el ser humano puede, sin la ayuda de
los “otros” o de divinidad alguna, a construir su propio mundo, lograr sus
propias metas. Todo el Iluminismo tiene su base en la máxima “Sapere aude” (Atrévete
a saber), es decir, dejar toda autoridad y actuar por si mismo.
El
dios cristiano pierde terreno central y es colocado cada vez más en la
periferia a la par que los científicos avanzan iluminando la oscuridad de la
vida. Los propios católicos van dejando de pedir milagros y ayuda a la
divinidad y se van acostumbrando a los adelantos científicos. Hoy, en lugar de
pedir que, la divinidad los cuide o los cure, en primer lugar, llaman para
saber el estado que guardan sus seres queridos o van al doctor, aunque hay
religiosos que viven o tratan de vivir como hace diez o veinte siglos.
Pero
esa divinidad no se perdió, sino que fue puesta al servicio de los capitalistas
y en todo caso de la Humanidad. Hoy, el ser humano quiere no solo vivir más
sino ser eterno y divino. Este pensamiento y puesta en práctica a través de la
ciencia y la tecnología. ¿Quién puede olvidar a Walt Disney?, aunque parece
infantil el rumor de haber sido congelado para ser resucitado cuando la ciencia
y la técnica lo permitieran, es un pensamiento que va a aparejado a este
sistema de producción y los adelantos, aunque modestos con respecto al fin, son
muy significativos.
Dominada
la naturaleza, el ser humano ha pasado a su apropiación. Los naturales de lo
que hoy, llamamos América, en general tenían la idea de convivir sanamente con
la naturaleza que conllevaba a un equilibrio bajo la creencia de ser la Tierra
la madre de todo y el Sol el padre. Lo femenino y lo masculino como atributos
proyectados a la naturaleza.
Ahora
bien, esa idea de la convivencia del ser humano con la naturaleza se ha
terminado y no se diga que para siempre pues lentamente recién se ha iniciado
una magra conciencia de que, no hay otro mundo hasta ahora, donde el ser humano
pueda irse, después de arruinar este. Con todo, en el pensamiento general, gira
aun sin control la idea de tratar de hacer crecer el ser con lo material; esta
mentira, esta ceguera intelectual es necesaria para la continuidad del régimen económico-político
y social. Lo material, las cosas se han puesto los ropajes del ente metafísico llamado
vida y se han entronado por, sobre todo. Tener es ser en contraposición de lo
que dice el Erich Fromm. “Ser y tener”, donde ser es lo importante ante el
tener.
Sin
el sistema ideológico de súper producción de bienes y servicios bajo la acumulación
ilimitada de riquezas el mismo no puede sostenerse y parece que este imperio
que rige sobre todos, es invencible; no hay tal, tarde o temprano se tendrá que
cambiar de régimen de producción, de paradigma por pura necesidad humana pues
en ello le va la existencia. Es muy temprano para hacer un pronóstico, pero el
cambio se dará.
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