Las
tres anteriores Transformaciones; en realidad verdaderas revoluciones armadas,
con todas sus consecuencias, dejaron hecho un desastre, en todos los ámbitos al
pueblo mexicano y se ha tenido que construir sobre ruinas. De milagro, el
pueblo mexicano, ha salido mejor librado de lo que se ha podido esperar. La revolución
de independencia ha sido mal contada al grado de haber sido un realista
(defensor del gobierno español), Agustín de Iturbide quien llevó a cabo la
independencia del pueblo mexicano. La revolución que se dio entre conservadores
y liberales fue a favor de los primeros, pero durante un año más o menos los
segundo ganaban batalla tras batalla al punto de llamarle a José Santos
Degollado “El héroe de las derrotas”. El reconocimiento de los Estados Unidos e
Inglaterra vino a salvar la situación. La revolución de 1910 tiene el mismo
corte de las dos anteriores, pues las tres fueron destructivas en su primera
fase y nunca pudieron terminar en una democracia, en su fin positivo.
Esta
Cuarta Transformación no sigue los pasos de las tres anteriores, dígase lo que
se diga, aunque coincide en terminar con un régimen político totalitarista. Los
muertos que está produciendo esta Cuarta Transformación no son frutos propios
sino una herencia maldita. Es cierto que el actual gobierno no tiene la
suficiente materia gris y está muy lejos de acercarse a tener una generación como
la tuvo Benito Juárez, dentro de la cual cualquiera de sus miembros podía brillar
con luz propia. Tampoco tiene los caudillos que tuvo ni la primera Transformación
ni la tercera. Verdaderos héroes de las armas. Carece esta 4T, de verdaderos líderes
tanto en el pensamiento como en la acción, es decir, no hay un plan sino hombres
y mujeres de acción que son buenos destructores (como debe ser), pero le hace
falta creadores del nuevo régimen.
Ahora
bien, esa parte destructiva es necesaria. Le correspondía a Vicente Fox, ser el
iniciador de la destrucción de la estructura priista y, a Felipe Calderón ser
el continuador de la aniquilación de ese sistema político, pero ambos fallaron
de manera estrepitosa y pactaron con el priismo. Retrasaron la llegada de la
democracia porque los panistas no son demócratas de origen sino religiosos
metidos a políticos. No distinguen entre el Estado laico y el religioso. De política
saben tanto como unos preparatorianos de ciencia.
En
efecto, la idea torcida y retrograda de tratar de imponer el “Reino de Dios en
la Tierra”, por parte de los panistas les trajo la derrota. Eso era de
esperarse; el pueblo aspiraba a la democracia mientras los panistas querían transformar
el priismo en un régimen confesional; se erigieron como los continuadores de
sus antepasados en tiempos del Juárez reformista. Los panistas quisieron un Estado donde
despareciera lo laico para ser únicamente un Estado preñado de religión hasta
en la vida privada. Esa ceguera los llevó a la silla de los acusados con una
condena inapelable de responsabilidad y por ende, de culpabilidad.
Recayó
la tarea de imponer la democracia en el actual partido en el gobierno y su evaluación
serena, a pesar de todo, es que lo está haciendo bien a secas sin grandes
proyectos positivos pues se encuentra en su fase destructiva. Esto no puede ser
de otra manera. No se puede pasar al número dos o tres sin haber pasado por el
uno. Muy a pesar de lo que diga la oposición esta Cuarta Transformación va cumpliendo
con su cometido. Es de desear y reclamar el rubro de la Seguridad Publica, ámbito
abandonado desde hace por lo menos tres sexenios. El Estado mexicano como
cualquier Estado debe tener bajo su control a los delincuentes pues es uno de
sus fines. Es una mentira que a los delincuentes se les debe dejar matar entre
si tal y como se ha venido diciendo desde la administración de Fox. A los
ciudadanos que cumplen con las leyes no se les debe aplicar las mismas sino a
quienes no las observan y un Estado que no aplique las leyes está en serio
peligro de mayor decadencia.
Con
todo, se debe destacar la participación del pueblo. En la Primera Transformación
el pueblo mexicano participó como mero comparsa pues los llamados criollos
fueron los que llegaron al poder político. En l Segunda Transformación pasó lo mismo
y ni se diga en la Tercera Transformación muy a pesar de ponerse en nichos,
obras artísticas y en los altares de las leyes el pueblo mexicano fue sometido
a una dictadura del partido único de Estado: el Partido Revolucionario
Institucional. Se ve a claras que en
esta ocasión el pueblo mexicano mostró una madurez política nunca antes vista.
En diversas elecciones los priistas y panistas junto con sus comparsas
introdujeron al miedo y el temor infundado sobre los candidatos de izquierda.
La engañifa tenía que terminar y terminó. La democracia llegó, pero como
siempre, hace falta teoría sobre la democracia libre de ideologías y una práctica
constante hasta que esto se haga una costumbre pasada en constante revisión y
reforma.
Esta
Cuarta Transformación, depende radicalmente del pueblo y no como lo gritan sus
opositores del actual gobierno. Imaginen a este gobierno o, a cualquier otro
sin el apoyo popular. Esto lo sabe el presidente de la república y claras muestras
de ello, lo son sus constantes llamados a mantener la confianza en el mismo. En
este rubro el pueblo no debe engañarse, dejarse engañar o perder el rumbo. La
fuerza la tiene, le falta la madurez y la constante vigilancia hacia sus
gobernantes sean estos del partido que sean. A un pueblo como el mexicano no
debe bastarle con ser libre, democrático sino ser lo que es, soberano de manera
constante para que no se tuerza y retuerzan sus gobernantes que, los mismos
gobiernen obedeciendo el mandato popular para no terminar en nuevamente en las
garras de la tiranía totalitarista y perdidos en tierras siniestras. Hace falta
mucho más trabajo en lo positivo que en lo destructivo. La realidad se
construye bien o mal y el futuro tiene sus bases en cada momento que
transcurre.