El
grado de sometimiento de un pueblo se puede medir por el grado de ignorancia del mismo. Como
derivado de la ignorancia súmesele las tradiciones huecas que practica. En México
la Semana Santa se practica por tradición hueca, sin sentido e inútil para el
progreso. Las tradiciones son fruto del uso de la razón natural que no logra
comprender más allá de lo material. La fantasía se desborda en las tradiciones
y se deja la razón artificial, esa que va más allá de lo mero factual.
Recuerdo
que en mi infancia tuve unos vecinos cuyos padres eran muy religiosos y los hacían
realizar la práctica diaria de los ritos religiosos. Misa en la mañana y tarde.
En Semana Santa se desbordaban en la fe. Recuerdo que mis vecinos eran los favoritos para
fungir como monaguillos y para recoger las limosnas. Rezaban con tanto fervor
que un lienzo pintado por un pintor de época haría pensar a los observadores
una escena de fervor celestial. En apariencia todo estaba bien. No obstante,
esto no era más que la fachada. En realidad mis vecinos eran todo lo contrario
de lo que aparentaban. Por mi parte solo los observaba. Recorrer la iglesia y
ver lo humano me llevó a la conclusión de que las estatuas eran solo forma sin
contenido y que el contenido era la vida de mis vecinos y demás amigos.
Durante
toda mi niñez tuve que convivir con mis vecinos. Las cosas siguieron sin variar
hasta el sexto año de primaria que curse en una ciudad mediana y llena de
novedades y más amplia en criterio. Mi acercamiento hacia la ciencia refirmo mi
determinación de seguir ese camino mientras la gente seguía imbuyendo a sus
hijos la práctica religiosa. La vida siguió y me hizo ver que la religión era
un mal para el desarrollo del pueblo.
En
México el sistema político siempre ha tenido como aliado al Estado teológico, para
ambos someter al pueblo. Aunque se han hecho enormes esfuerzos para sacar a las
clases bajas de su ignorancia, por otro lado, se impide que las personas salgan
del ámbito de la razón natural. El ser humano de hoy como desde hace miles de
años nace con una razón que entiende la realidad tal y como la capta a través
de sus sentidos. Le es tan natural pensar que es el sol el único que se mueve y
hermosea esto con poesía, dejando el pensamiento profundo a un lado. La
ignorancia es una de las bases de la teología. La otra base lo es la
contingencia de la existencia. Es tan cómodo vivir con la razón natural que se
necesita un enorme esfuerzo para romper las barreras que nos impone esta razón natural.
Muchos
seres humanos, aunque son los menos, se han dado cuenta clara de que la razón natural
es insuficiente para conocer la verdad más profunda. Platón por ejemplo, dice
que este mundo es solo una mala copia del mundo verdadero y que solo haciendo
un esfuerzo grandioso se puede formar una razón más profunda que capte el mundo
verdadero. Platón cree que existe un mundo más allá de lo físico. Eso no lo discutiré
aquí. Lo valioso es que hace uso de una razón artificial.
Sin
embargo, Aristóteles, vuelve a la razón natural que dura y perdura hasta la
llegada de Descartes. Este filosofo duda de todo e inicia la construcción sistemática
de la razón artificial que va an bsuca de la verdad y sentara sólidamente las
bases de la ciencia e iniciara la segunda navegación filosófica. El ser humano
ya no se contenta con hacer uso de la razón primitiva que toma la realidad tal
y como la capta, la razón artificial busca y encuentra que por miles de años se
ha estado en el error. La razón primaria deja paso a la razón secundaria. Ahora
bien, no quiere decir que lo primario sea más valioso, todo lo contrario.
En
México el sistema político-económico-religioso no ha permitido que se construya una razón artificial para
vivir en concordancia con la época presente. Ello es peligroso. No quieren
lidiar con esta razón. En ello les va la existencia conservada hasta ahora. Por
ello el Estado criminaliza y pone barreras a la protesta; el consumismo no le
importan las personas conscientes sino las inconscientes, es decir, los meros
consumidores y la teología a toda costa quiere que los mexicanos sigan creyendo
absurdamente en cuentos artificiosos y hasta de mal gusto.
Toda
la llamada Semana Santa es un cumulo de barbarie aderezada de absurdos de otras
latitudes implantada por la espada y el engaño a la nación mexicana. El cebo y anzuelo
con el que se mantiene al pueblo viviendo con su razón natural la llaman:
Esperanza. ¿Esperanza en qué?. En un mundo mejor y no solo mejor, infinitamente
mejor. Un mundo sin corrupción de toda clase. Un mundo bien aventurado en donde
reine el Dios único. Estos son los cuentos que mantienen a los mexicanos bajo
el triple yugo: el político, el religioso y el económico. La razón primitiva necesita
de la barbarie, de la sangre, de la flagelación publica, del exhibisionismo y falsear tales hechos
como si esto fuera lo correcto. El mexicano religioso (no importa si ha
alcanzado uno o varios doctorados), ve la realidad entre velos, percibe la vida
como un valle de lágrimas y la sacrifica en la fe, en la esperanza en la cruz. Es
decir, deja de construir su vida y deja que el rio de la tradición hueca lo
conduzca por el mismo camino del eterno sufrimiento corporal. Este mundo para
los religiosos es malo por sí. No se dan cuenta que les han imbuido esa maldad
y la han agrandado hasta límites alejados de la salvación real. Si se dieran
cuenta de lo espantoso que resulta sacrificar la razón artificial en los ritos
de sangre humana en esta llamada Semana Santa, seguramente renunciarían a estos
ritos barbaros. Esta semana es la negación a la libertad. La lucha contra la razón
elevada, artificial, a esa razón que dice si a la vida y que la acepta tal como
es.
Pasaran
muchos años para que la nación mexicana gradualmente se dé cuenta de tal
engañifa. Con todo, para el pueblo siempre existe el peligro constante de caer
en otra idolatría. Las nuevas generaciones, ahora adoran, las nuevas religiones
sin etiqueta oficial. El futbol, donde la pasión manda, las marcas de prestigio,
donde se es y se vive y cosas por el estilo. Ahora bien no se necesita que todo
el pueblo sea consciente sino solo un porcentaje de ciudadanos necesarios que
se opongan al sistema tripartita (la Trinidad maldita), compuesto por la política, la economía y la teología
para cambiar o equilibrar la razón primitiva y la razón artificial en beneficio
común. Se diga lo que se diga en México existe ese grupo de mexicanos con razón
elevada y esta preferentemente en la izquierda, entre los artistas, entre los científicos
y las personas consientes de la realidad. A ellos les corresponde la lucha por
la libertad, el arte, la filosofía, la ciencia y todo lo inherente a ello, no
solo por solidaridad con los demás mexicanos sino que en ello también les va su
existencia misma. Un Estado no desea la libertad del pueblo sino la pasividad del
mismo.