El
cristianismo tiene la innoble característica de embaucar a la gente ignorante e
incluso a gente que parecería de pensamiento superior, al punto de ponerlos de
su lado para defender todo lo irracional. No importa que estén padeciendo y
vean padecer todos los males tanto de la iglesia católica como del sistema político,
económico y social, de principio a fin alegaran una justicia extraterrenal, de
la cual nunca hemos tenido noticia alguna. A esto se le llamó y se le llama
estoicismo; que no es otra cosa que el autoengaño sobre la realidad.
Me
parece que el estoicismo es la piedra angular del pensamiento psicológico y
vida de la gran mayoría de mexicanos. El estoicismo no es otra cosa que la aceptación
de un mundo y una autoridad irreal que se espera que de pronto aparezca y
solucione todos los más, es decir, es la inacción ante la vida. De aquí se
desprende la ambivalente posición del mexicano ante la vida. De pronto puede
mostrarse como el más humilde de los seres humanos como repentinamente puede explotar
en la más salvaje acción violenta en contra de los demás; si bien esto se puede
apreciar en el pueblo llano, en las demás capas sociales se reviste de otros atavíos
como el autoritarismo, la filantropía; la cortesía o el desdén, pero en el
fondo seguirá siendo la misma vena estoica ya abierta ya simulada.
El
capitalismo ha tratado de imponer la acción a los mexicanos a través de leyes
que lo hagan responsable de sí mismo y terminar con esa pasividad estoica que
todo lo comprende pero que en todo momento pide milagros y ve milagros magros
que nunca solucionan cosa alguna. En el fondo y no solo en el fondo el
estoicismo es debilidad pura.
Hasta
ahora, los capitalistas no han podido lograr que los mexicanos sean
productivos y consumidores al grado que quieren pero tampoco cejan en su
intento y el buen burgués siempre activo, creo que, terminará por encontrar la solución.
Al margen del neoliberalismo de cuates (amigos íntimos), que en si es un obstáculo
para el desarrollo del capitalismo en México el capital privado se ha resuelto
dar la batalla por terminar con el estoicismo mexicano a través de las leyes.
Leyes que buscan la productividad y el consumo máximo. El marco jurídico en México
impone a los ciudadanos una constante capacitación, una constante evaluación y
un constante avance en el escalafón. Esta es la base de la producción de cosas
desechables a imagen y semejanza de la comida rápida.
Nos
asombra ver como un simple trabajador puede escalar los puestos de dirección en
las empresas diseñadas para la producción y consumo rápido pero, la base de
todo esto es el pragmatismo; es decir, la vida sin contenido que la mayoría no
entiende pero que está encantada de seguir acríticamente.
Al
mexicano se le están dando dos opciones la vieja tradición estoica o el
pragmatismo y ambas opciones no solo son equivocas sino dañinas para la plena realización
humana. ¿Por qué será que los mexicanos tenemos más aprecio por la no-vida que
por la vida?, nos gustan más las cosas eléctricas, electrónicas y tecnológicas que
las personas, animales o la propia naturaleza. Gritamos desesperadamente a los
cuatro vientos la rapiña y la desolación de industrialización extrema pero consumimos
sin parar lo que esas mismas industrias nos ofrecen.
Aunque
el mexicano no lo sepa tiene en sí el estoicismo como autoengaño y el
pragmatismo como enajenación, ciego como esta ira donde sean conducidos sus
sentidos aunque sigan siendo ya solo creyentes de una religión que tiene como única
respuesta el mas allá.