LA NORMALIZACIÓN
DE LA VIOLENCIA VERBAL CONTRA LAS MUJERES
Al
nacer ya el mundo está ya hecho. La gran mayoría no reflexionamos y mucho menos
aportamos algo sustantivo a mejorar este mundo. Tampoco reflexionamos sobre los
valores que, se nos inculcan. Vivimos más por instinto o por costumbres que,
por la razón. Un pensamiento que, pronto en nuestras vidas se convierte
inadvertidamente en práctica es el lenguaje como medio de agresión contra los
otros. Este lenguaje vulgar, es fundamentalmente, una práctica mundial contra
las mujeres. ¿Cómo se generó esto?. Bien.
El
origen del lenguaje violento contra las mujeres tiene su fuente en la Biblia,
en concreto en el Génesis. Esto podría parecer una exageración pues se nos dice
que, la religión católica es una religión de amor. No hay tal. Dos sujetos, uno
pretendidamente divino, crea a un ser humano llamado Adán. Pero como este sujeto
creado se aburria Dios le inventó una diversión llamada Eva. Que cuento tan
retorcido y de no creerse. Absurdo. Bien, prosigamos. Eva y Adán, están en el
Edén y únicamente tienen prohibido comer del árbol del bien y del mal. Dios, el
mayor voyerista de toda esta historia los vigila estrechamente. Un poco de
pudor por favor.
En
el mito Eva le da a comer una manzana del árbol de la ciencia, a Adán.
Viene el juicio a esta transgresión a una ley divina. Sin embargo, la divinidad
que, todo lo sabe, pasado, presente y futuro sabia de antemano que, Adán y Eva
fallarían. El libre albedrio, dicen a coro los teólogos y sus discípulos ya
bien adoctrinados. No hay tal. Hubiera sido suficiente con no colocar ese árbol
al alcance de Eva y Adán o no haber creado ese punto crítico. Se hubiera
evitado la transgresión, pero a Dios le gusta jugar. Quizá también se aburre.
Derivado
de todo esto Adán, señala a Eva como responsable, Dios toma la responsabilidad
como culpabilidad y la condena por siempre; por ser el origen del pecado original.
La maldición está ya en camino y es inevitable la violencia contra las mujeres
derivada de un juicio a todas luces ilegal. Pero están sentadas las bases para
que, hasta el lenguaje vulgar y violento tenga como centro a todas las mujeres
pues cuando se ofende a un hombre, se ofende a las mujeres, cuando se ofende a
una mujer se ofende a todas las mujeres.
Una
ofensa como pendejo, es una ofensa concreta, aunque este dirigida a una
pluralidad. Ser pendejo, a menudo es una circunstancia temporal. Incluso,
muchas veces caemos en la cuenta de estar mal. Comúnmente decimos: “Me apendeje”.
Generalmente, sale uno de este trance. Quienes no pueden salir de esto se dice
que son re pendejos. En cambio, el pecado original es una maldición constante,
continua, de la cual no pueden escapar las mujeres. Ser pendejo es una observación
humana muy particular, tener la maldición del pecado original es una decisión divina
que, abarca a todo el género femenino por siempre. Este mito, cuento moral se
debe terminar o por lo menos se debe iniciar su caída. Veamos el lenguaje
violento contra as mujeres.
¡Chinga
tu madre!, es el sello postal envenenado con el que se envía el mensaje al otro
u otros. Chingar en México tiene una connotación sexual. ¡Me chingue a esa
mujer!, dice muy ufano un capullito metido a Don Juan. Entre los hombres tiene
el mismo sentido. El que se raja, es puto y rajarse aquí en el sentido figurado
es acobardarse, volverse mujer.
¡Chingas a tu puta madre!, es la exhortación violenta y venenosa del incesto
con la propia madre que de antemano es calificada de puta. En este contexto el avance
de la civilización humana nos muestra su rostro deforme. Somos moralmente unos
monstruos. Toda la educación académica es inútil. Las formas cortesanas concretadas
en la cortesía esconden los verdaderos rostros de nosotros los humanos. Detrás de
la cortesía se esconden los peores monstruos. Para el género masculino las mujeres
no son propiamente seres humanos sino objetos, mercancías y en el mejor de los
casos cuasi humanos. Quizá lo mas inquietante sea nuestro gozo al usar y abusar
de este lenguaje violento y vulgar en nuestra vida cotidiana.
Todo
esto se nos enseña como algo normal. Tan normal que, pocos sacerdotes padres,
madres, abuelos, tíos, maestros o intelectuales se dan a la tarea de aconsejar
no hacerlo. Esto por los resultados tan violentos contra nuestras mujeres, en
el sentido de ser nuestras pares y no nuestras pertenecías. Por el contrario,
se fomenta hasta el delirio. ¿Qué clase de amor y convivencia tenemos para con
nuestras madres, hermanas, novias, esposas e hijas?. Estamos torcidos y
retorcidos. De todo esto se deriva y se nos presenta la última gran revolución,
la femenina. Sin este requisito principal la humanidad no podrá dar el siguiente
paso hacia su superación como especie. Si en el mito Dios hubiera sido mujer…
No hay comentarios.:
Publicar un comentario