LIBERACIÓN FEMENINA, EQUIDAD DE GÉNERO Y SUS PARADOJAS
La Humanidad
está en permanente búsqueda de sí misma y no es raro que se extravié. La guerra
está en la esencia de los seres humanos, la esclavitud que es el dominio de
unos sobre otros. Ese viaje es interesante y doloroso por diversas razones. Una
de las razones es la preponderancia de los hombres sobre las mujeres; esta
superioridad está construida desde la metafísica religiosa. Se justifica todo
maltrato, todos los delitos y crímenes contra el género femenino desde el
derecho divino.
La liberación de las
mujeres parte de abandonar la moral cristiana; ese dique milenario no es fácil
salvarlo, pero no hay otra opción. Quizá este sea uno de los factores que hayan
influido en torcer el movimiento feminista. En realidad, se está haciendo todo
para que las mujeres sigan bajo distintos yugos. En México han surgido diversas
formas de denominar a las mujeres las “Nenis”, “Bichotas”, “Reinotas”,
“Luchonas”, “Buchonas” entre otras. En contraparte, los hombres no han recibido
tantos calificativos.
Es paradójico que la
búsqueda de la equidad de géneros por parte de las mujeres se haya dado más
libertad a los hombres, puesto bajo más dependencia, precariedad y desigualdad
a las mujeres. Todas las denominaciones ya señaladas tienen en común la
revictimización constante de las mujeres. Y, esto es lo más inquietante. Se
debe pensar y repensar un plan para encausar la equidad de géneros por las vías
adecuadas que corten los actuales caminos y acorten las grandes
diferencias.
El quiebre de la
familia tradicional cristiana ha dado paso a una diversidad de modelos de
familias en donde la mujer ha quedado a cargo de la mayoría de estas. Llamamos
luchonas a las mujeres que tienen hijos sin la ayuda del padre de estos. Es de
notar que, esta obligación en solitario corta de tajo muchas de las
aspiraciones de las mujeres porque es sabido el gran reto a las que son
sometidas en la vida real para encontrar trabajo aun siendo profesionistas. El
libre mercado no es compatible con la maternidad. Ya se pueden avizorar los
efectos sobre los hijos. Mala calidad en lo humano, en la educación y en la
mayoría de los rubros. No nos importa lo humano sino lo material.
Si las mujeres en la
familia tradicional estaban atadas a la servidumbre bajo los ritos religiosos,
por mandato divino y había, en lo social, todo un cúmulo de personajes, desde
los abuelos, padres, tías, primas, primos, amigos, sacerdotes etc., en
constante vigilia de la observación del infame “…hasta que la muerte los
separe”, ahora están atadas a los fines del libre mercado, donde deben ofrendar
su vida a la producción y a la familia en un buen porcentaje en solitario. Este
no debería ser un problema únicamente de las mujeres sino de ambos géneros.
Pero hay una lucha sorda pero intensa por no acatar lo que la razón señala: la
equidad de géneros.
Una buena parte de
las mujeres han excluido a los hombres en la solución de la desigualdad entre
hombres y mujeres. Esto tiene sus bases en la vida real. Los hombres no
queremos perder ni ceder el poder y, en consecuencia, ellas saben que nos somos
sinceros. Con todo, tenemos que convivir y habérnoslas de la mejor manera en
este campo de batalla.
Los hombres nos
burlamos y nos reímos sobre esta realidad decadente en que están las mujeres
como si no fuéramos parte del problema. Se debería volver a la seriedad en los
hechos y los actos sin perder la alegría por vivir en una constante obligación
de contribuir a la manutención de los hijos en todos los rubros; no únicamente
en el pago de los alimentos que abarcan diversos rubros como el pago de renta,
colegiaturas, vacaciones, ropa, despensas sino en aportar en los hijos los
valores humanos que los hagan crecer en todos los aspectos de sus vidas. Sin
embargo, esto no se solucionará sin tomar conciencia y la toma de acciones en
la vida diaria. Han pasado muchos años desde que, Sor Juana Inés de la Cruz,
sentenciara a los hombres. “Hombres necios…”.
En la búsqueda de la
equidad de géneros se ha sometido a las mujeres a más yugos liberado a los
hombres de sus obligaciones familiares. Los hombres han abandonado el campo de
batalla y se aferran a dar batallas sórdidas, ocultas por todos los medios con
tal de mantener a las mujeres bajo su mando y eso se debe de acabar con la
participación del porcentaje suficiente de participantes de ambos géneros. Si
esta guerra se pierde, la Humanidad no tendrá ni siquiera en su mira su sentido
más profundo.
Los griegos pusieron
a los hombres en lo más alto al decir “Homo sapiens” (Hombre que piensa), “Zoon
politicón” (Hombre político), con la clara exclusión de las mujeres. La iglesia
avaló y firmó la supremacía de los hombres sobre las mujeres con diversos
cuentos ridículos contenidos en el libro del Genesis. En este contexto se puede
sentenciar que gran parte de lo que henos hecho como hombres está mal y mal
hacen las mujeres que defienden estas ideas descabelladas y mal harían en
seguir la actual senda moral y de facto.
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