Si
los griegos fueron los maestros de la Filosofía clásica; los romanos lo fueron
del Derecho. Hasta hace algunos años el Estado Mexicano seguía mayormente la línea
del Derecho romano en su base. Eso ha cambiado recientemente con el nuevo Sistema
Penal Oral Acusatorio. Con todo, seguimos abrevando de toda la tradición clásica
de griegos y romanos. De estos últimos seguimos usando y gozando del concepto
de la llamada Res Publica, que, significa, la Cosa Pública y que nosotros conoceos,
como ya lo han o van coligiendo, la República.
Bien,
la Republica significa lo que es de todos y de ninguno en particular; es decir,
lo que es cosa pública. Desde la independencia de México se dudó si se quería o
una monarquía o república y en su caso, si esta debería ser centralista o
federalista. Desde entonces los conservadores querían una monarquía. Los
liberales querían una república debido al pensamiento plural filosófico y político
que se vivía en Europa.
En
Europa la monarquía estaba destinada a ser superada debido al Siglo de las
Luces o Iluminismo que, propina la igualdad entre los hombres (con exclusión de
las mujeres, claro), aunque esta hasta la fecha es más un ideal o una teoría que
una realidad practica; eso no significa que se deba dar marcha atrás en busca
de la igualdad, hasta donde está, sea posible, en el marco de la república.
Hubo muchos filósofos de gran importancia, incluso para hoy, en el Iluminismo.
Los más importantes para nosotros son: Francois-Marie Arouet, mejor conocido
como Voltaire, Juan Jacobo Rousseau, El barón de la Brede, Montesquieu entre otros.
Pero de estos dos últimos nuestra Carta Magan regoce sus pensamientos. De Rousseau,
tenemos el concepto de soberanía y de Montesquieu, la división de poderes. Dos
pensamientos que bien utilizados nos hubieran llevado a un nivel más alto en la
vida mexicana, pero por desgracia esto no fue así.
Durante
mucho tiempo los políticos han logrado que la Cosa Pública, sea para uso de
grupos militares, liberales, conservadores, dictadores, revolucionarios y hasta
de un partido único de Estado (PRI) en conjunción con los empresarios y siempre
los sacerdotes que son una casta privilegiada pase lo que pase; no trabajan ni
pagan impuestos.
El
1 de julio de 2018, el pueblo mexicano en las circunstancias generales de la mundialización
de la economía, contando con diversos elementos nacionales e internos, teniendo
como fondo la mundialización logró, en buen aparte, acabar con el viejo
edificio político del Presidencialismo y lo seguirá demoliendo hasta que de
ello no quede más que negra historia. Y, con ello se cumplió un viejo anhelo
que el sufragio fuese efectivo, sin fraudes de ningún tipo. Falta que se llegue
al 2024 para que, el actual presidente deje el cargo y se cumpla la no reelección;
eso pasará y entonces, nos felicitaremos porque nunca antes habrá pasado.
Los
mexicanos debemos ser activos participativos en la democracia, la legalidad, la
legitimidad y todo lo que sea bien valorado, dejando atas, los antivalores que
eran bien vistos. El que llegaba al poder público por cualquier método, aun
siendo brutal y sanguinario se le admiraba. La razón estaba bajo el servicio de
la barbarie. Por buena fortuna esto empieza a cambiar, aunque los que antes se creían
dueños y tenían a su servicio al Cosa Pública, no dejan de lanzar sus más
fieros ataques al pueblo mexicano y su democracia, día y noches y sin descanso.
Es
menester que los mexicanos estén prestos y activos para seguir transformando la
Cosa Pública, de estar al servicio de unos pocos para que sirva a todos en general
en el marco de los valores como la democracia, la libertad, la ley, la
legitimidad, la solidaridad, el esfuerzo, la moralidad sin moralina y todos lo
que tenemos a la mano pero que nos han enseñado a desdeñar y para nuestra vergüenza
lo hemos aceptado.
Que
el nuevo régimen social, político-económico se funde en el esfuerzo personal,
de grupo y nacional con honestidad y que se abandone, hasta donde sea posible,
los antivalores como el fraude, la venganza, la pereza, el robo, la deshonestidad,
la ilegalidad, la ilegitimidad, el uso de la Estado para el sometimiento del
pueblo. Todo eso lo tenemos a la mano y es menester que se piense y se vean sus
beneficios a mediano, pero más a largo plazo pues el actual estado de desastre
que vivimos también fue resultado de una larga practica de antivalores, no fue
espontaneo.
La
Cosa Pública, lo que es de todos y de ninguno en particular, es lo que los
mexicanos rescatamos el 1 de julio de 2018, y no debemos permitir que unos
cuantos vuelvan a usurpar el poder soberano que emana y reside en el pueblo, según
lo preceptúa el artículo 39 constitucional pues, siguiendo esto el pueblo
soberano y único, no cede ni traspasa su soberanía a los titulares de los órganos
que, no poderes, para que estos sean soberanos, únicamente les da por ley,
facultades, atribuciones o funciones. Pero ha pasado lo contrario, que los servidores
públicos se han comportado como verdaderos soberanos.
Ahora
bien, si el pueblo es el único soberano, es el único que debe mandar. Los
gobernantes, políticos y empresarios se han unido como en el Neoliberalismo priísta/panista
para que la Cosa Pública, sea de uso privado. A mi entender no solo se trata de
cambiar de facto el régimen, sino que, se debe cambiar el articulo 49 constitucional
que señala que, para su ejercicio, la soberanía se divide en Ejecutivo,
Legislativo y Judicial (Montesquieu) y de esto ha resultado que estos órganos se llamen
poderes y se sientan soberanos. Esto se debe acabar, no más soberanos espurios.
Durante
el Presidencialismo, se simulaba que había “División de Poderes”, y que, a cada
poder (órgano) se le oponían los dos restantes por ser soberanos, y, se creía que
con esto todo estaba en perfecto equilibro, pero esto fue una simulación permanente
pues quien en realidad mandaba en todo era el presidente en turno.
En
efecto, tal simulación negó la democracia, la libertad, la legalidad, la
justicia a los ciudadanos, pero de este 1 de julio de 2018 a la fecha se ha
visto que no hay división de poderes (órganos), que los gobernantes, políticos y
empresarios nacionales y extranjeros pueden complotarse y dar al traste con la
democracia. El único que puede equilibrar y corregir los excesos de
gobernantes, políticos y empresarios es un ´pueblo libre, democrático,
consciente, justo, legal, legitimo con una estructura de su Estado bien
conformada. Y, esto depende del pueblo y tiene la palabra.
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