Este
domingo cinco de mayo se realizó la llamada “Marcha del Silencio”, sin que
fuera tal pues los que ocurrieron a la misma, hablaron hasta que se cansaron
durante toda la jornada. Pero esto es lo de menos. Lo realmente interesante es
saber el fondo de este espectáculo-viacrucis. Vimos la forma pero no el fondo
de esta puesta en escena. Voy a contarles el fondo desde otro punto de vista
que no es el político sino el moral.
Es
preciso que se aborde desde el punto de vista moral la marcha porque es su fondo.
Los conservadores tienen una moral particular como la tienen los liberales. La moral
de los conservadores parte de la idea de Dios (Únicamente idea pues no se puede
comprobar su existencia), como el creador de todo lo que existe materialmente. Con
todo, este mundo es corrupto y se debe buscar la auténtica felicidad en el otro
mundo, es decir, el Edén, donde todo es dicha y felicidad eternas.
Ahora
bien, no por ser este mundo corrupto, malo y despreciable se debe dejar de
intentar a lo menos ser, en la medida de lo posible feliz, con arreglo a la
Biblia. En efecto, del Génesis surge el modelo de familia, los ejemplos a
seguir, las sanciones divinas y en el Apocalipsis esta ya decretada la destrucción
de este mundo malo. Bien, este es por lo pronto el campo de acción de los
conservadores, de los religiosos que viven según los dogmas bíblicos o divinos.
Quebrantar estas leyes es vivir en el pecado y el destino es el infierno por toda la eternidad. En
consecuencia, se debe construir en todo momento “El Reino de Dios en la Tierra”,
a pesar de la existencia del Estado laico, este se debe moldear a este sin
importar que se llegue a la irracionalidad. Esta moral es inamovible.
En
contraposición se tiene a los liberales con una moral basada en la racionalidad
y en todo momento se debe de ir corrigiendo según los científicos hacen la
ciencia y los técnicos aplican esos conocimientos a la realidad de la vida. Esta
moralidad es cambiante y por pura necesidad entrará de continuo en franca oposición
y lucha contra la moralidad religiosa. Los liberales apelan a vivir de acuerdo
a la realidad material sin que esté exento de valores, su justificación metafísica pero ya no basada
en la idea de Dios.
Los
conservadores de continuo entrarán en conflicto consigo mismos al tratar de
imponer su moral por sobre el Derecho, es decir, sobre el Estado y no hay forma
de salvar estas contradicciones pues tienen su centro en el ente metafísico.
Los liberales tienen sus contradicciones pero que no están basadas en la religión
sino en cuanto son seres humanos con límites y pasiones.
Los
conservadores mexicanos salieron a marchar no por las injusticias, la violación
a los derechos humanos ni el mal gobierno actual como lo dicen ellos sino
porque fueron echados de su endeble Edén terrenal pero al fin suyo, donde tenían
como fin primario hacer que ese “Reino de Dios en la Tierra” se hiciera
realidad. En todo momento hay personas de este rubro que se sienten realmente
llamados por la divinidad para cumplir objetivos específicos, según sea la
capacidad y la actividad en que se desempeñe cada cual. Los propios Vicente Fox
y Felipe Calderón en diversas ocasiones han manifestado públicamente haber
sentido ese llamado celestial. A los liberales les parecen extravíos, alucinaciones
pero a los que sienten ese llamado entre más irracional les parece más
verdadero. Les parece el camino único de la vida y no hay forma de sacarlos de
este estado mental.
Haber
perdido el poder político puso a los conservadores en francos delirios de todo
tipo y rabiosos como lo son, no pudieron callar sino todo lo contrario. Pero
este espectáculo y sus excesos tienen su origen en el infierno mental en que
fueron arrojados ni más ni menos que, por sus irreconciliables enemigos, los
liberales. Abortos, matrimonios entre personas del mismo sexo, prostitución, educación
libre de moral y no ser ellos los que gobiernen es el equivalente a la perdición
en el infierno y se les hace que, a los que llaman de “Izquierda”, son su
diablos atormentadores dirigidos por el mismo Satanás entronado en la silla
presidencial. Por lo menos si hubieran sido los priistas los que hubieran
ganado no estarían tan tristes, tan enojados y rabiosos; con ellos bien pueden
pactar que se abran anchas puertas y ventanales para a lo menos poder respirar.
Pero estos socialistas son obra satánica.
Imaginemos
por un momento la hipotética posibilidad de que el actual presidente renunciara
a su moralidad y, a su terquedad de vivir en un Estado laico. De pronto, los
panistas quedarían incrédulos pero si constatan que es cierto creerían en un
milagro divino y saldrían a marchar jubilosos como lo hicieron (Dicen), en Jericó,
ciudad que cayó a los siete días de estarle dando vueltas siete sacerdotes y
dando gran trompetería con los cuernos que llevaban. Quizá los líderes panistas
representen a los sacerdotes y las marchas simbolicen las vueltas a esta nueva Jericó
que debe caer por mandato divino y por la alianza existente entre estos
elegidos y Dios.
Si esto sucediera los panistas no verían a Andrés Manuel López Obrador ya como un
enemigo sino como un converso de la mano divina. Y, entonces, por un instante,
todos los mexicanos caerían de rodillas hermanados por este hecho
extraordinario siempre y cuando se reconociera la superioridad de los elegidos,
obvio los conservadores. Claro, esto es una bonita ilusión. La realidad es
otra.
La
realidad es que los conservadores se sienten arrojados de lo que por derecho
superior deberían tener, la dirección del pueblo bruto y de los pecadores
liberales. Estas marchas, antes que políticas, antes que lucha por lo jurídico,
por la justicia, por el bienestar común son manifestaciones, emanaciones de su
moral religiosa. Su infierno no es material sino moral. Para los panistas México
como Venezuela son auténticas sucursales del infierno. Simplemente no deberían existir.
Las
marchas también significan que los conservadores han fallado en su encargo de
moralizar, si no es posible volver bueno al resto por lo menos dirigirlos lo
mejor posible y este sentido sienten culpas que deben expiar públicamente en un
espectáculo ridículo para los espectadores pero un auténtico viacrucis donde están
dispuestos a ser humillados con tal de salir libres de esta falla. Porque para
los panistas mientras más absurda es su conducta resulta más verdadera y auténtica.
Con
los conservadores religiosos únicamente se puede coincidir en la irracionalidad
nunca en la racionalidad. Si se usa la razón se tiene ya, de inmediato a los
panistas como enemigos sin más trámite. Ser racional es ser contrario a ser
conservador y viceversa.
Una
penúltima observación. El derecho a mandar no es terrenal sino un derecho
divino y hay señales para los elegidos y el método es la eugenesia (buen
nacimiento), pues esto trae ventajas mentales y físicas para la vida y dentro
de las mismas para mandar a los demás. Por estos prejuicios los conservadores
repudian el aborto (Dios da la vida y es el único que puede quitarla), el
matrimonio entre personas del mismo sexo (Va en contra del modelo de familia bíblico),
la prostitución (Trae enfermedades venéreas, aunque hay tolerancia), la educación
laica (Va contra la moral cristiana), entre otros dogmas y, en consecuencia
prefieren a los que tienen la piel blanca, presumen la alcurnia, los buenos
modales, la educación y por sobre todo su moral. Los que no estén dentro de
este rango son el pueblo, el vulgo decadente que no puede señorear sino
obedecer.