Se
ha instalado ya la legislatura LIX en el estado de Puebla y su primer acto
mediático lo fue la noticia de haber presentado la fracción parlamentaria del
partido Movimiento ciudadano, una iniciativa de Participación Ciudadana, que se volverá ley, a través de la cual los
ciudadanos podrán proponer iniciativas sobre las cosas que consideren
necesarias para la vida política en esta entidad federativa. Lo hicieron con un
triunfalismo desmedido como si hubieran saneado de una vez y por todas, los
males que padece el Estado moderno y en particular esta parte integrante del
Pacto Federal.
Es
evidente que esta nueva legislatura está, en general, en las mismas condiciones
psicológicas en que se hayan los niños de primaria en su primer día de clases:
sacados de la familiaridad y puestos en un lugar por lo mientras extraño, ante
actividades extrañas que deberán aprehender. Por otro lado, están los que
re-prueban ser diputados y haber estado en otros puestos públicos. Esos son
harina de otro costal. Con todo se veían
caras estupefactas.
Ahora
bien, los menores tienen la ventaja de tener el cuidado de sus padres
fundamentalmente en lo vital y de los maestros en lo académico básicamente. Por
el contrario los legisladores han dejado la inmadurez física por lo menos
(sería deseable que la mental también), y deben estar preparados para crear y
recrear las leyes que vayan acordes a la realidad actual del Estado mexicano y
en especial del estado de Puebla. No hay forma de que se desentiendan de su
quehacer legislativo so pena de ser etiquetados de manera correspondiente.
Hasta ahora las diversas legislaturas del Congreso de Puebla han cumplido con la alineación política del
partido mayoritario y del gobernador en turno. Y aquí, se presenta el primer
problema que tienen que resolver o darle la espalda como hasta ahora: no ser o
ser un instrumento del partido mayoritario y del gobernador en turno. Se puede
argumentar que la Constitución General y la Local han resuelto que existe
especialización del trabajo orgánico del Estado y sus partes integrantes (Lo
que mal llaman “División de poderes”), eso es en la formalidad, pero en la
realidad es público que quienes mandan en el órgano legislativo lo son el
partido con mayoría de diputados y el ejecutivo estatal.
Ahora
bien, el partido Movimiento Ciudadano se ha declarado como un instituto
político progresista de izquierda (deberían explicar en qué consiste), que
lucha y luchara por los intereses del pueblo. Su iniciativa parece confirmarlo:
darle poder al pueblo. La primera cosa que se observa es que el menoscabo y
desaparición del socialismo real y, el descredito y abandono del marxismo han
dejado un vacío ideológico que ha llevado a los más destacados hombres y
mujeres de izquierda a volverse conservadores. Todo el movimiento opositor al
gobierno federal se ha basado casi exclusivamente en señalar los procesos
francamente antidemocráticos para llegar al poder, las diversas injusticias y el servilismo a
las grandes sociedades anónimas mercantiles, no se ha querido cambiar el
sistema sino atemperarlo. Más aun, el grueso del pueblo llano no ha entrado a
ese reclamo ni participado en las marchas de protesta. La razón es que lo
propios partidos son contradictorios, primero en sus ideas y después en sus
acciones.
El
Partido de la Revolución Democrática a nivel nacional mostró desde hace mucho
haber abandonado la ideología de izquierda y ser adherente a los pactos que el
gobierno federal les imponga como agenda política. Basta revisar el blog de
Jesús Ortega para darse inmediata cuenta cual es el pensamiento de izquierda
que impera en el PRD. En uno de sus artículos manifiesta abandonar sin más el
marxismo por trasnochado e insertarse a la legalidad existente como medio de
alcanzar los fines de izquierda. No puede haber cosa más absurda. La postura
del Senador Miguel Barbosa es mucho menos ideológica y se vuelve francamente
retórica y se complementa con el pragmatismo puro.
El
Partido Movimiento ciudadano va como comparsa de esta postura ideológica,
aunque se diga de izquierda. Ser de izquierda se ha vuelto tanto como portar
una playera con la estampa del “Che”. No se cree ya en el socialismo mucho
menos en el comunismo marxista. La izquierda mexicana ha tirado la toalla y ha
huido del rin científico del marxismo. Ya solo hace movimientos de sombra como
un púgil avergonzado de su osadía que ya solo quiere mostrar sus dotes
fantasmales a través de las sombras. Ese es el primer problema que deben
afrontar los diputados de izquierda.
Convertida
y engalanada ya como ley la iniciativa (razón pura) deberá pasar la criba de la
realidad (experiencia constatable), para ver si lo que se diseñó con la para
razón casa con la realidad vital y dinámica. ¿A quién va dirigida la
iniciativa?. Al pueblo llano, no. El pueblo es receptivo no generador de ideas.
A lo sumo podrá señalar injusticias y otros defectos particulares. Pero la
facultad legislativa no se trata de parcialidades sino de generalidades. Esto amén
de que se necesita especialización para la presentación de iniciativas. ¿Sera
que esta iniciativa está dirigida a la clase media?, pasa casi idéntica cosa
con el pueblo llano, no toda la clase media está capacitada para entender,
procesar y crear iniciativas. ¿Estará dirigida los profesionistas?, evidentemente
que no, no todos los profesionistas tienen la pericia sobre la creación
iniciativas?. Mucho me temo que ni siquiera los peritos en Derecho, todos,
tienen la calidad de proponer iniciativas viables. No vaya a ser que la dicha
iniciativa sea solo populismo. He aquí, el segundo problema al que tendrá que
enfrentarse el Congreso estatal de Puebla.
Si
el procedimiento es terreno escabroso, harto difícil (tanto que las diversas
legislaturas nunca han ido al fondo de los problemas), la cosa se agrava con el
fondo del problema. La realidad es cambiante, huidiza tanto que durante toda la
vida política del estado de Puebla no se ha logrado saber si la entidad es o no
soberana, ni siquiera se ha tocado el problema, se ha dado por sentado que lo
es y punto. Se nota que la tradición y no la racionalidad, ha imperado en el
Congreso de Puebla.
Si
la mirada lejana nos da la suficiente y sobrada perspectiva para analizar los
objetos de estudio, en este caso el Estado moderno, pasa lo contrario con la
demasiada cercanía, impide ver el todo así como los matices. El Estado moderno
en el que está inserto el estado de Puebla es sigue siendo eso: moderno,
mientras la vida ha impuesto nuevas configuraciones y elementos propios de la
actualidad. Filosóficamente se sabe ya que al periodo moderno, le siguió el
post moderno y que estamos en plena transición hacia lo que han llamado la
híper-modernidad. A cada época le corresponde características propias que se
diferencias unas de otras sin temor a equívocos. Así al periodo moderno le corresponde
la fe en la racionalidad y el inicio de la ramificación y desarrollo de la
ciencia; al post moderno la desilusión sobre la razón, la duda existencialista
y al híper-moderno las paradojas en los campos básicos de la vida. En los tres
periodos el capitalismo le corresponde un determinado estadio. Este es el
tercer problema que tendrá que afrontar el Congreso de Puebla.
A
la izquierda le corresponde la defensa autentica de los intereses ciudadanos
bajo el estudio riguroso de la realidad actual del Estado nacional y en
particular del estado de Puebla. No seas que la visión provinciana tome las
riendas de las necesidades legislativas y esto dé al traste con un inicio hacia
una nueva conformación del Estado nacional y su relación para con los gobernados
y la regulación del capital privado con los dos primeros.
Esperemos
que las gestorías y demás cosas que hacen de común los diputados sea
verdaderamente para servir al pueblo y no para hacer capital político. Esa
tradición de cuño priista ha sido adoptada por los demás partidos y es otro de
los problemas que deben de resolver los diputados al congreso de Puebla. Es
fundamental que se hagan buenas leyes a tener buenos gestores. No se debe
abandonar la función legislativa por el turismo político clientelar.
Al
pronto, se hace patente que la corrupción debe ser combatida para que los
efectos nocivos del neoliberalismo a la mexicana sean atenuados. Consejos
ciudadanos serian una opción para que no solo las Contralorías a nivel
municipal sean las que vigilen y pidan cuentas a los funcionarios municipales
que infrinjan las leyes. Del mismo modo, sería bueno y provechoso que se creara
también un Consejo ciudadano a nivel estatal
para que vigile la actuación de los funcionarios estatales y no sea solo
la SEDECAP la que lo haga. Bien sabido es que ambas dependencias de control
sobre los funcionarios públicos en sus respectivos ámbitos están al servicio
del presidente municipal y el gobernador en turno. Hecho que con variaciones
mínimas nos arroja cada trienio y sexenio gobiernos incorruptibles en lo formal
pero en la realidad es y se sabe es todo lo contrario.